Los monos que pasaron su primer a?o de vida sin ver ninguna cara
Un experimento pone en duda que reconocer rostros sea innato en personas y otros primates
No es f¨¢cil imaginar una vida sin ver una cara, sin mirar a unos ojos. Siendo animales tan sociales y visuales, la funci¨®n que los rostros desempe?an en los seres humanos y en los dem¨¢s primates es tan esencial que contamos con una maquinaria cerebral dedicada espec¨ªficamente al procesamiento facial. Lo que no parece estar tan claro es si esa maquinaria de lectura de caras es una facultad innata o una capacidad que se desarrolla vi¨¦ndolas. Para averiguarlo, un grupo de cient¨ªficos de Harvard ha sometido a tres macacos (dos hembras y un macho) a un dur¨ªsimo experimento: criarlos durante su primer a?o de vida sin ver una cara. Cumplir doce meses sin haber mirado otros ojos. Y escrutar en sus peque?os cerebros si nuestra facilidad para los rostros se hace o si se nace con ella.
Los neurocient¨ªficos cogieron a los macacos nada m¨¢s nacer y los separaban del grupo para que no tuvieran en ning¨²n momento ese est¨ªmulo visual. Viv¨ªan en un estado de semiaislamiento junto al grupo, al que pod¨ªan oler y escuchar, pero no ver ni tocar; en lugar de sus madres los criaban unos humanos con m¨¢scaras de soldador que ocultaban sus rostros. Sus cuidadores jugaban con ellos dos horas diarias y aseguran que estaban convenientemente estimulados con caricias y juguetes, seg¨²n explican en su estudio publicado en Nature Neuroscience.
El experimento comenz¨® cuando estos macacos llegaban a los 200 d¨ªas de edad, que es el tiempo que tarda en desarrollarse la maquinaria cerebral dedicada a los rostros, seg¨²n hab¨ªan descubierto estos mismos cient¨ªficos. Metieron a los monos del grupo de control, que se hab¨ªan criado con sus madres y viendo caras, en un esc¨¢ner cerebral para comprobar que en efecto hab¨ªan desarrollado los enclaves cerebrales para el procesamiento de caras, manos, cuerpos, objetos y escenas. Al hacerlo con los macacos aislados, hab¨ªan desarrollado todas esas regiones, salvo la dedicada a las caras. Sencillamente, su cerebro no sab¨ªa lo que eran y al verlas por primera vez no se activaba la regi¨®n espec¨ªfica que s¨ª sucede con los otros monos.
Pero los cient¨ªficos, liderados por Margaret Livingstone, descubrieron algo m¨¢s interesante: hab¨ªan desarrollado una fina capacidad visual para las manos, que ocupaba pr¨¢cticamente la misma regi¨®n que los dem¨¢s macacos dedicaban a las caras. Para estos tres monos privados de la visi¨®n de las caras, las manos de sus cuidadores, que los acariciaban y con los que jugaban, se hab¨ªan convertido en el est¨ªmulo visual m¨¢s complejo e interesante de su entorno. Y por tanto les dedicaban una parte especial de su cerebro.
Los investigadores mostraron im¨¢genes de monos y personas en las que se ve¨ªan sus caras y sus manos, para comparar las reacciones de los dos grupos de macacos (ver imagen). Y como cab¨ªa esperar, los macacos del grupo de control centraban sus miradas en las caras mientras que los que se hab¨ªan criado sin verlas giraban sus ojos hacia las manos. Todos los dem¨¢s primates, incluidos los humanos, lo primero que hacen al ver un sujeto es observar su rostro para descodificar su circunstancia y entender c¨®mo le puede afectar: si se muestra agresivo, si est¨¢ mirando hacia una posible amenaza, si est¨¢ relajado y abierto a socializar, etc. "Lo que ves es lo que terminas instalando en la maquinaria del cerebro para poder reconocerlo", resume Livingstone, descartando que el cerebro tenga una capacidad innata para las caras que est¨¦ ah¨ª independientemente de lo que suceda en el desarrollo del animal.
Estos cient¨ªficos explican que durante mucho tiempo se ha argumentado que los circuitos cerebrales que sirven a este procesamiento facial est¨¢n gen¨¦ticamente codificados. "En cambio, estos monos miran las manos, que es probablemente la cosa m¨¢s interesante y animada en su entorno", explica Peter Schade, uno de los autores del trabajo. "Lo que las cr¨ªas miran desde el principio de su desarrollo es importante, ya que da forma a c¨®mo su sistema visual se conecta para procesar la informaci¨®n visual", a?ade.
"Lo que ves es lo que terminas instalando en la maquinaria del cerebro para poder reconocerlo", resume Livingstone
"Ahora que sabemos que estas regiones no son innatas, el siguiente paso es descubrir c¨®mo las neuronas en estas regiones se vuelven selectivas para dar a los monos, y probablemente a los humanos, la capacidad de reconocer rostros", adelanta Schade. Este investigador de Harvard destaca la importancia de la temprana interacci¨®n con las caras para el desarrollo normal de los circuitos que permiten reconocer caras a los seres humanos. "Esto podr¨ªa explicar algunos de los d¨¦ficits de comportamiento que se encuentran en los pacientes con autismo y prosopagnosia de desarrollo", asegura, en referencia a la incapacidad para reconocer rostros que sufren algunas personas, como el conocido neur¨®logo Oliver Sacks.
El peligro del aislamiento
?Y qu¨¦ ha sido de los tres monos que se criaron en esta situaci¨®n de semiaislamiento? "Se han integrado normalmente en grupos sociales con otros monos j¨®venes despu¨¦s de un a?o privados de ver caras". Preguntado por el estado actual de estos macacos, el equipo de Harvard no ha querido dar muchos datos, al margen de insistir (como en el estudio) en que fueron criados con todos los mimos, juegos y est¨ªmulos posibles para no provocar muchas m¨¢s carencias en su desarrollo: "Creemos que estas interacciones los ayudaron enormemente cuando los pusimos con los otros monos j¨®venes". Los investigadores de Harvard tampoco quisieron compartir im¨¢genes de los macacos del experimento, aunque es algo habitual en este tipo de estudios.
Miquel Llorente, presidente de la Asociaci¨®n Primatol¨®gica Espa?ola, considera este trabajo "de una complejidad brutal", aunque reconoce que no le sorprende en absoluto el resultado: "No es algo innato como muchas otras cosas que se pensaba que s¨ª. Pensar que algo viene determinado solo por la gen¨¦tica es antiguo; aquello que hacemos y somos requiere del desarrollo en un contexto adecuado", resume Llorente. A este primat¨®logo le "chirr¨ªa" la metodolog¨ªa, la decisi¨®n de aislar a estos monos, porque "el peor aislamiento social es el visual, y adem¨¢s jugaban pero no con individuos de su especie". "Han sufrido un aislamiento muy bestia y no han tenido un desarrollo social adecuado; es justo lo que nosotros intentamos arreglar", explica como responsable de investigaci¨®n en la Fundaci¨®n Mona.
Llorente recuerda las investigaciones del psic¨®logo Harry Harlow en la d¨¦cada de 1960, que realizaba experimentos de aislamiento completo y relativo con monos (durante seis meses, un a?o o dos) para estudiar c¨®mo afectaba a su desarrollo. Las peores condiciones produc¨ªan monos seriamente da?ados psicol¨®gicamente, que incluso llegaban a la automutilaci¨®n. Hace una d¨¦cada, el primat¨®logo japon¨¦s Yoichi Sugita realiz¨® un experimento parecido de privaci¨®n de caras en el desarrollo de primates, con resultados similares a los de Harvard.
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