El planeta secreto
John Berger dice que el cine siempre nos lleva a lugares desconocidos. Nos aleja de casa, y nos convierte en viajeros. Y es lo que sentimos al ver ¡®Estiu 1993¡¯, una de las grandes pel¨ªculas del a?o y que finalmente no competir¨¢ en los Oscar
Hasta que los leones tengan sus propios historiadores, las historias de caza siempre glorificar¨¢n al cazador¡±, dice un proverbio africano. Las historias que los adultos cuentan de los ni?os ?a qui¨¦n glorifican? Son muchos los libros escritos sobre esos primeros a?os de vida, pero es dudoso que sus autores consigan apresar el misterio de ese ser del que se separaron para siempre al crecer. Por lo com¨²n, esos libros, m¨¢s que mostrarnos a ese ni?o, lo que hacen es explicarlo. No pueden obrar de otra forma porque antes de los cinco o seis a?os el ni?o no vive enteramente en el lenguaje y escapa a cuanto de ¨¦l se pueda decir.
De uno de esos ni?os perdidos habla Estiu 1993, la primera pel¨ªcula de Carla Sim¨®n. Es una pena que finalmente no haya sido seleccionada en la lista final de los Oscar, pero esos premios ya se sabe qui¨¦nes los dan. No importa, el verdadero premio es que tambi¨¦n puedan llegar a los cines pel¨ªculas as¨ª. La historia se inspira en el verano que pas¨® su directora en un pueblecito de Girona, al poco de morir sus padres. Ten¨ªa solo seis a?os y sus t¨ªos la llevaron a vivir con ellos. Y aunque la historia est¨¢ contada desde los ojos de esa ni?a, su autora nunca trata de apropiarse de sus pensamientos, porque ?acaso puede recordar los suyos cuando tuvo su misma edad? No analiza la conducta de esa ni?a, no nos dice qu¨¦ la hace comportarse as¨ª, solo nos muestra su rebeld¨ªa frente a un mundo que no entiende, su demanda velada de cari?o, sus v¨ªnculos con ese mundo de las desapariciones en que est¨¢ su madre muerta.
Otros art¨ªculos del autor
Carla Sim¨®n ha declarado que apenas se acuerda de ese tiempo, y que escribi¨® el guion a partir de an¨¦cdotas que le contaron sus familiares. Y lo asombroso de esta pel¨ªcula es que a trav¨¦s de esos recuerdos sea capaz de traernos la presencia de esa ni?a perdida. ¡°Cuando vi lo que hab¨ªamos hecho¡±, ha declarado su autora, ¡°fue muy duro porque me di cuenta de que las im¨¢genes que yo ten¨ªa en la cabeza no estaban all¨ª. Mi verano fue muy distinto¡±. Es en esa sorpresa donde radica la singularidad de una obra que no se mueve en el terreno de las im¨¢genes prestadas, sino en ese otro de las revelaciones que guarda la verdadera esencia del cine.
John Berger dice que el cine siempre nos lleva a lugares desconocidos. Nos aleja de casa, y nos convierte en viajeros. ¡°Mediante su particular alquimia hace que los personajes trasciendan la pantalla y corran a identificarse con nosotros. Es el ¨²nico arte en que tal cosa puede suceder¡±. Y es lo que sentimos al ver Estiu 1993. Frida, la ni?a protagonista, viene de ese cielo que es la pantalla de cine para habitarnos misteriosamente. Y es extra?o sentirse habitado por una criatura como ella. En nuestro cine solo V¨ªctor Erice, en El esp¨ªritu de la colmena, </CF>ha sido capaz, desde una est¨¦tica muy diferente, de hacer algo semejante. Porque la extra?a cualidad de la pel¨ªcula de Carla Sim¨®n no tiene que ver con su habilidad para mostrarnos, a la manera de un documental fingido, la vida de Frida y de su familia adoptiva, sino para conseguir que hasta las cosas m¨¢s cotidianas y familiares nos conciernan misteriosamente. No podemos elegir en esos instantes lo que queremos y no queremos ver. Lo que pasa all¨ª ya no depende de nosotros, es algo que nos est¨¢ pasando.
Todos los ni?os se esconden para que les vayan a buscar, para ser rescatados
Y esta pel¨ªcula trata del mundo de los cuidados de los ni?os, de sus juegos, de sus comidas, de sus ba?os, y de la hora de acostarse. De todo lo que se hace en las casas cuando hay ni?os peque?os que atender. Pero nos ofrece a la vez, y ah¨ª radica su valor, la presencia de una ni?a que a la vez se muestra y se esconde, que, como en el juego del escondite, lo que hace es desafiar a cuantos la rodean a que la encuentren. Todos los ni?os se esconden para que los vayan a buscar, para ser rescatados. Y Frida ser¨ªa como una ni?a que se esconde y no sabe volver. Pertenece a esa estirpe de los ni?os perdidos, de los que hablara J. M. Barrie en Peter Pan. </CF>¡°El d¨ªa que muri¨® mi madre¡±, ha declarado Carla Sim¨®n, ¡°me sent¨ª muy culpable por no haber llorado¡±. Tampoco Frida lo hace, y por eso no puede abandonar ese d¨ªa. Es tal la intensidad del v¨ªnculo que une a una ni?a con su madre que si esta muere bien podr¨ªa suceder que la ni?a crea que ha muerto con ella. Y Frida no sabe si est¨¢ viva o est¨¢ muerta, por eso necesita probar si sigue en el mundo que comparte con los dem¨¢s. Prueba en el r¨ªo, cuando deja que su prima se meta con ella en el agua aun sabiendo que se puede ahogar, cuando luego la abandona en el bosque, cuando se escapa en la oscuridad de la noche. Son formas de interrogar a ese mundo en que vive, de preguntarle con su rebeld¨ªa si hay all¨ª un lugar para ella.
En un cuento de los Hermanos Grimm dos hermanos huyen al bosque perseguidos por su madrastra. El ni?o quiere beber pero su hermana se lo impide, porque la madrastra ha hechizado las fuentes y si bebe se transformar¨¢ en un animal. Pero el ni?o no puede contener su sed y al beber se transforma en un ciervo, que su hermana llevar¨¢ a partir de ese momento atado con un cord¨®n que toma de su propio vestido. No quiere que desaparezca en el bosque, que deje de ser el ni?o que es. Tambi¨¦n la ni?a de nuestra historia siente la tentaci¨®n de perderse en el bosque, pero ah¨ª est¨¢ su nueva madre para impedirlo. Ella cumple la funci¨®n de la hermanita del cuento: no quiere que beba de esa agua que le har¨ªa olvidar lo que es. Eres una ni?a, le dice, no eres un ciervo, no eres un pez, no eres un animal que solo sale de noche cuando todos dormimos.
Frida siente la tentaci¨®n de perderse en el bosque, pero ah¨ª est¨¢ su nueva madre para impedirlo
¡°El amor es claridad y dureza al mismo tiempo, / que sin coraje no se puede amar¡±, dice Joan Margarit en un poema de su ¨²ltimo libro. La pel¨ªcula es en realidad un di¨¢logo entre Frida y su animosa t¨ªa. Hay en ella una escena extraordinaria. Hablan de la muerte de la madre y la ni?a le pregunta a su t¨ªa: ¡°?Y d¨®nde estaba yo?¡±. No se queja de que le hubieran ocultado qu¨¦ pasaba, sino de su propia ceguera para verlo. Su madre se est¨¢ muriendo y ella no lo sabe. ?C¨®mo el amor puede ignorar algo as¨ª? El amor pide pausa, que el tiempo no transcurra, reclama la eternidad. ¡°Ahora s¨¦ que es eso a lo que llaman la gloria: el derecho a amar ilimitadamente¡±, escribe Albert Camus. El amor lo pide todo, pero tenemos que aprender a vivir en un mundo hecho de fragmentos. Por eso, Frida rompe a llorar al final de la pel¨ªcula. No quiere ser una ni?a muerta y llora para ser rescatada, para regresar al reino imperfecto en que vive con su nueva familia. Momentos antes hemos visto una escena preciosa. Son las fiestas del pueblo y Frida irrumpe radiante en la plaza a la cabeza del desfile. Lleva una bandera en las manos y una sonrisa ilumina su cara. Esa sonrisa marca el regreso de la ni?a perdida. Lo hace acompa?ada de gigantes y cabezudos, los personajes de ese planeta secreto que es el mundo del cuento. Tal es la misi¨®n de la fantas¨ªa, rescatarnos de la muerte y devolvernos al mundo que compartimos con los dem¨¢s.
La bandera que lleva la ni?a es una se?era, lo que en estos tiempos de locura bien podr¨ªa ense?arnos que jam¨¢s las banderas deber¨ªan abandonar las manos de los ni?os. Es en el desfile alegre de gigantes y cabezudos donde son m¨¢s hermosas.
Gustavo Mart¨ªn Garzo es escritor.
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