China contra el mundo
EL PRIMER CHOQUE ¡ªel primero de tantos choques¡ª llega en el aeropuerto. Cuando el viajero, hecho un desecho por catorce horas de avi¨®n, viciado y vicioso, intenta volver en s¨ª: conectarse, aprovechar el wifi para saber qu¨¦ ha sido de ¨¦l en esa larga ausencia. Lo encuentra, entra, todo parece f¨¢cil, piensa claro, Shan?gh¨¢i, el mundo del futuro. Hasta que intente abrir el face o el tuiter o el gemail: ni modo. Entonces probar¨¢ otra vez, insultar¨¢ en su lengua b¨¢rbara, terminar¨¢ por resignarse. Despu¨¦s, ya en la ciudad, alg¨²n alma piadosa le contar¨¢ que aqu¨ª no se permiten esos vicios.
China es la segunda o quiz¨¢ ya la primera econom¨ªa del mundo, es una de cada cinco personas en el mundo, es la naci¨®n m¨¢s antigua del mundo pero es, sobre todo, lo que viene: el futuro achinado. Entender a China ahora puede ser entender el mundo en unas d¨¦cadas. Y una de las primeras cosas que se entienden es que China prefiere que sus s¨²bditos no entiendan ciertas cosas del mundo.
Por eso hace cinco a?os sus jefes entraron en conflicto con las gigantes de la Red: ni Google ni Facebook ni YouTube ni Amazon ni Twitter les permit¨ªan controlar lo que hac¨ªan sus usuarios. Acostumbrados a controlarlo casi todo, los jefes les dijeron que para funcionar en China ten¨ªan que aceptar las leyes chinas ¡ªque dan al Estado ese derecho. Como no lo aceptaron, las bloquearon. Y cada red social tiene un equivalente chino que acepta la vigilancia del Gobierno, que todos los chinos utilizan. As¨ª, adem¨¢s, refuerzan la burbuja china: una forma de hablar s¨®lo entre ellos, de separarse del resto del planeta.
El bloqueo, al principio, fue f¨¦rreo; despu¨¦s, como siempre, apareci¨® la trampa de la ley. Las VPN ¡ªvirtual private networks¡ª permiten que un usuario se conecte desde una direcci¨®n IP distinta de la suya. En principio serv¨ªan para mantener la privacidad y la seguridad en la Red, pero la censura china les dio alas: ahora te conectan desde aqu¨ª como si estuvieras en Tokio o San Francisco, y esquivas el bloqueo. Una VPN es un servicio que se contrata por 10 euros al mes y no siempre funciona, pero es la ¨²nica forma. Las autoridades las toleraron porque las usaban sobre todo extranjeros; ahora anuncian que las van a bloquear.
Ser¨¢ un nuevo problema: hay empresas, universidades, representaciones varias que necesitan entrar en las redes globales, que funcionan a trav¨¦s de ellas. As¨ª que se discuten soluciones, como que el Estado les otorgue autorizaciones individuales para conectarse, manteniendo el control; otros buscan la pr¨®xima trampa. Por el momento las autoridades chinas exigieron a ciertos proveedores que retiraran las aplicaciones de VPN de sus aparatos. Apple lo hizo el mes pasado y fue muy criticado por ¡°ayudar a la censura china¡±.
Es una rara paradoja: el pa¨ªs que m¨¢s se ha beneficiado de la globalizaci¨®n de las mercanc¨ªas pelea a brazo partido contra la globalizaci¨®n de la informaci¨®n. El combate no da cuartel, y puede marcar rumbos: es t¨¦cnico, pol¨ªtico, policial, ideol¨®gico, econ¨®mico.
Y va m¨¢s all¨¢ de la China. En un mundo con pocos modelos, China ofrece un ejemplo de ¨¦xito levemente siniestro, un pacto f¨¢ustico: si los ciudadanos entregan ciertas libertades, el Estado les da cierta prosperidad. En estos tiempos de incertidumbres laborales y econ¨®micas, de miedo del futuro, la f¨®rmula puede ser tentadora. Por eso vale la pena seguir, con toda atenci¨®n, c¨®mo se desarrolla esta pelea entre el mayor globalizador y los efectos de la globalizaci¨®n, entre la ?libertad? y el Estado, entre las t¨¦cnicas de control y las t¨¦cnicas para eludir ese control. De c¨®mo se resuelva dependen, quiz¨¢, ciertas maneras del futuro.
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