Alma de la redacci¨®n, o¨ªdo de los lectores
Rosi Rodr¨ªguez Loranca, secretaria de EL PA?S durante 41 a?os, reflexiona sobre su vida en el diario y el valor del periodismo
"B¨²squeme al hombre de las nieves".
Era la primera vez que Rosi Rodr¨ªguez Loranca, secretaria de redacci¨®n de EL PA?S durante 41 a?os, descolgaba un tel¨¦fono de EL PA?S, en su primer d¨ªa en redacci¨®n. Y, sin otra explicaci¨®n, eso le pidieron. Buscar al "hombre de las nieves". "Desde ese primer d¨ªa, tuve claro que hab¨ªa una frase prohibida. Jam¨¢s iba a decir: 'No tengo ni idea'. As¨ª que me puse a mirar a mi alrededor a ver si hab¨ªa alguien con pinta de yeti".?
La risa de Rodr¨ªguez es contagiosa. Su capacidad de narrar, la de una cuentacuentos. Frente a un caf¨¦ con leche y un cruas¨¢n, pocos d¨ªas despu¨¦s de despedirse de redacci¨®n en su retirada, la Rodr¨ªguez del presente recuerda a aquella jovencita de 19 a?os, que jam¨¢s hab¨ªa abierto un peri¨®dico, perdida por un lugar delirante, sinti¨¦ndose "como si acabara de aterrizar en la luna". Cuando le pidieron que le dijera al redactor jefe que deb¨ªa hablar con confecci¨®n para bajar unas negritas de la caja alta a la baja, Rodr¨ªguez imagin¨® a unas se?oras negras a las que iban a meter en una caja. Tampoco entend¨ªa qu¨¦ diantres ten¨ªa que ver la confecci¨®n de prendas con un peri¨®dico. Y a eso hab¨ªa que sumarle la neblina del humo de los cigarros, los gritos de cabreo y el "tchak, tchak, tchak" imparable de las m¨¢quinas de escribir. Era marzo de 1976 y faltaban a¨²n meses para que el primer peri¨®dico saliera a los quioscos, pero en la sala de m¨¢quinas de este diario ya se funcionaba a pleno rendimiento.
Rodr¨ªguez cree que su papel, de manera inconsciente, era el de representar al pueblo. "Yo era el populacho", bromea otra vez. Hab¨ªa crecido lejos de la ciudad, aplicada en sus estudios pero sin jam¨¢s preocuparse por la pol¨ªtica. Eso s¨ª, quer¨ªa ser periodista. "Fue algo que me inculc¨® mi madre, que era una persona tremendamente culta. Ella sol¨ªa decir: 'Ese es tan sabio como un periodista'. Luego descubr¨ª que tampoco era exactamente as¨ª, por ciencia infusa, porque evidentemente al periodista lo ayuda la documentaci¨®n".
Habiendo vivido todas las d¨¦cadas del peri¨®dico, Rodr¨ªguez es de las que se opone a esa idea que a veces flota en el ambiente de que el periodismo ha perdido calidad y garra. "En mi experiencia, en mi contacto diario con los redactores, no ha cambiado nada en estos 40 a?os. La gente que entra en EL PA?S lo hace con la misma ilusi¨®n y el mismo prop¨®sito: vienen a averiguar la verdad", explica. El ¨²nico tir¨®n de orejas que tiene para todos los redactores, del pasado y del presente, es la obsesi¨®n por firmar. "Eso debe ser para la familia, porque lo cierto es que ni siquiera responsables de instituciones p¨²blicas se acuerdan a posteriori de qui¨¦n firm¨® la informaci¨®n. Lo que perdura es que fue una noticia de EL PA?S y, por tanto, se le asume fiabilidad".
Rodr¨ªguez recuerda momentos divertidos, memorables, tensos e hist¨®ricos en sus cuatro d¨¦cadas de labor. Una carrera en la que casi acaba rodando escaleras abajo, con unos folios en la mano del cu?o de Adolfo Su¨¢rez, despu¨¦s del golpe de estado del 23-F. "Llegu¨¦ a redacci¨®n y dije: ?Aqu¨ª los tengo! Y se me echaron encima y me los arrebataron". Una llamada del terrorista canario Antonio Cubillo, los gritos de la redacci¨®n a su espalda, y el dictado del criminal. Y un final digno de los hermanos Cohen o de Woody Allen:?
¡ªOiga, se?orita, ?me puede leer lo que le acabo de dictar?
¡ªNo, lo siento, pero no puedo.
¡ªPero oiga, se lo he dictado y quiero saber qu¨¦ ha apuntado.
¡ª?Pues no puede ser!
"Es que estaba demasiado nerviosa y tensa y ya no pod¨ªa m¨¢s. Como para que me mataran", recuerda Rodr¨ªguez, de nuevo entre risas. Hubo momentos solemnes al tel¨¦fono, algunos que han pasado extra?amente desapercibidos. La muerte del naturalista F¨¦lix Rodr¨ªguez de la Fuente fue algo que, en opini¨®n de Rodr¨ªguez, "constern¨® a toda Espa?a". Las llamadas a EL PA?S ese 14 de marzo de 1980, d¨ªa en el que deber¨ªa haber celebrado su 62 cumplea?os el divulgador, fueron constantes.?
El ser o¨ªdo atento de los lectores ha sido, para Rodr¨ªguez, la primera de sus funciones. "Para m¨ª, y espero que nadie se ofenda por decirlo, han ido siempre por delante de cualquier redactor o jefe. No solo porque nos dieran de comer, sino porque ellos son nuestra raz¨®n de ser. Un peri¨®dico que nadie lee no sirve para nada. Eso lo aprend¨ª muy bien de Juan Luis Cebri¨¢n. El lector es y debe ser siempre lo primero", subraya. Rodr¨ªguez gusta de fabular la dedicaci¨®n de los lectores en esos primeros a?os de EL PA?S, el que tuvieran la voluntad de ir a una cabina, gastarse unas monedas y ponerse al auricular para informar o informarse.
Cuando le toca resumir, en una frase, qu¨¦ han significado estos 40 a?os en la redacci¨®n, Rodr¨ªguez, aunque le tiembla la voz, no vacila: "Despu¨¦s de ser madre, fue lo mejor que me ha pasado en la vida. S¨ª, eso es, de lo mejor que me ha pasado en la vida".
La huella que ha dejado en la redacci¨®n es palpable. En su libro Memorias l¨ªquidas, el periodista Enric Gonz¨¢lez le dedica estas l¨ªneas:
"Alguna vez he pensado que de entre la mucha gente admirable que he conocido en El Pa¨ªs, por nadie he sentido tanta admiraci¨®n personal como hacia Rosi. Posee un ¨¢nimo insuperable y un criterio preciso. Le habr¨¦ dictado centenares de cr¨®nicas por tel¨¦fono (no exagero, antes esas cosas ocurr¨ªan) y ha sido, junto a alguna de sus compa?eras, mi mejor editora. Si ella dec¨ªa que un p¨¢rrafo era ?un poco liado?, hab¨ªa que rehacerlo. Si suger¨ªa cambiar una palabra o poner un punto y aparte, ten¨ªa raz¨®n. Si se re¨ªa por alg¨²n filamento ir¨®nico en mitad del texto, me sent¨ªa orgulloso".
Por cierto, esa joven de 19 a?os, que hab¨ªa aterrizado en la luna, encontr¨® al hombre de las nieves. Era un tal ?ngel Luis de la Calle.
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