El fantasma de Rosa Parks
Habr¨ªa que tener m¨¢s cuidado al nombrar figuras hist¨®ricas que, si bien no son dioses, tienen rango de santos laicos
Contra lo que dice la doctrina religiosa, nombrar a Dios en vano no supone un agravio, por feo que le pueda sonar a un creyente, pero habr¨ªa que tener m¨¢s cuidado al nombrar figuras hist¨®ricas que, si bien no son dioses, tienen rango de santos laicos. Como Rosa Parks, entronada como patrona de todo el que se dispone a desobedecer una ley. En t¨¦rminos formales, la analog¨ªa es v¨¢lida: yo, alcalde/funcionario/ciudadano que lucha por la independencia de Catalu?a, incumplo unas leyes injustas que no reconozco, del mismo modo que Rosa Parks se rebel¨® contra las leyes Jim Crow de Alabama. Pero el s¨ªmil se desguaza en cuanto nos preguntamos en qu¨¦ sentido un catal¨¢n del siglo XXI puede sentirse con respecto a Espa?a como un negro del sur de Estados Unidos con respecto a las leyes segregacionistas. Son tant¨ªsimas las distancias que hay que salvar entre ambas, llam¨¦mosles, opresiones, que un activista por los derechos civiles de Alabama de 1955 que se pasee por la Diagonal de 2017 en busca de ciudadanos apaleados, clamar¨ªa, ofendido: estos se?ores que salen de los restaurantes, ?dicen que sufren como yo?
La invocaci¨®n a Rosa Parks es un s¨ªntoma de la histeria que ha dominado el debate catal¨¢n desde el principio y que ha conducido a la situaci¨®n l¨ªmite en que se encuentra. En la ¨²ltima d¨¦cada, Espa?a ha visto crecer la miseria, desmantelarse su sistema bancario, hundirse sectores econ¨®micos enteros y asomar graves conflictos sociales que parec¨ªan impensables y olvidados, pero ninguno de estos problemas (ni siquiera con el 15M mediante) se ha abordado con el desquiciamiento, el griter¨ªo y la hip¨¦rbole con los que se discute sobre Catalu?a, que, por comparaci¨®n, deber¨ªa parecerse m¨¢s a una discusi¨®n aburrida de leguleyos y catedr¨¢ticos, material poco inflamable para la plaza, casi ign¨ªfugo, como el acta de una reuni¨®n de comunidad de vecinos. ?Qu¨¦ hace de la cuesti¨®n catalana algo tan dado a expresarse en t¨¦rminos de tragedia de Lorca? El sentimiento patri¨®tico, que convierte ofensas rutinarias en agravios que reclaman venganza.
Cuando alguien se siente Rosa Parks y no distingue entre los funcionarios y pol¨ªticos del Estado espa?ol y el Ku Klux Klan, no solo se vuelve imposible el acuerdo, sino la mera posibilidad de una discusi¨®n. Ahora, con fiscales y jueces de por medio, es muy tarde para ponerse ingenuo, pero si queremos recomponer los puentes (y somos muchos los que lo queremos), deber¨ªamos empezar por bajar el volumen y abandonar los s¨ªmiles rid¨ªculos. Frenar, echar un vistazo y debatir acerca de lo que existe, no de los monstruos que la imaginaci¨®n construye. ?Estamos a tiempo de calmarnos y dejar tranquilos a los fantasmas de Rosa Parks y de Luther King?
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