Mientras las cosas suceden
MIENTRAS LAS COSAS suceden es dif¨ªcil, imposible a veces, imaginar c¨®mo ser¨¢n vistas y consideradas una vez que hayan cesado, y en todo caso ha de tenerse presente que ser¨¢n juzgadas de muy distinta manera seg¨²n cu¨¢l sea su desenlace, o, dicho m¨¢s a las claras, seg¨²n qui¨¦n resulte triunfante. Con raz¨®n se repite que el relato o la historia los cuentan siempre los vencedores, al menos en primera instancia. Mientras suced¨ªa el r¨¦gimen nazi, acerca de cuya maldad est¨¢ de acuerdo casi todo el mundo desde hace muchas d¨¦cadas, eran millones, y no s¨®lo alemanas, las personas que lo vitoreaban y que luchaban por su aplastante victoria o la deseaban con todas sus fuerzas. M¨¢s millones todav¨ªa la ve¨ªan inevitable, unas espantadas, otras resignadas. Hubo gente que detestaba ese r¨¦gimen pero que decidi¨® poner a salvo sus ahorros convirti¨¦ndolos en marcos, convencida de que esa iba a ser la moneda segura del futuro pr¨®ximo.
Ahora, cuando hace unos cinco a?os que ETA no asesina ni secuestra ni extorsiona, algunos de los que la apoyaron o justificaron empiezan a extra?arse de su actitud ben¨¦vola o jaleadora hacia esa organizaci¨®n terrorista. Tras el extra?amiento ¡ªes muy probable¡ª vendr¨¢n la negaci¨®n y el autoenga?o, y habr¨¢ abertzales feroces y Arzallus que dir¨¢n con aplomo: ¡°?Yo? Yo siempre le quit¨¦ el ox¨ªgeno a ETA¡±, del mismo modo que en Alemania y Austria result¨® que nadie hab¨ªa sido nazi, ni en Italia nadie fascista, ni en Espa?a ¡ªmuchos a?os m¨¢s tarde¡ª nadie franquista. Ahora hay individuos vascos que, a la luz de la novela Patria o de libros muy anteriores como Contra el olvido, escrito por Cristina Cuesta cuando ETA estaba activ¨ªsima, se percatan de la vileza de buena parte de su sociedad, de su cobard¨ªa, de la crueldad con que se actu¨® contra las v¨ªctimas y sus familiares; de que parte de esa sociedad no se contentaba con matar a las primeras, sino que necesitaba matarlas varias veces, es decir, rematarlas, vilipendiarlas, difamarlas y profanar sus tumbas. El proceso, con todo, est¨¢ siendo lento y desde luego parcial: hay muchos que todav¨ªa adoran a ETA, m¨¢s que la exculpan con esa frase taimada: ¡°Eran otros tiempos¡± (hay que ver c¨®mo corren los tiempos cuando a uno le interesa); y hay partidos pol¨ªticos como la CUP o Podemos que, sin ni siquiera ser vascos, no ocultan su simpat¨ªa o su comprensi¨®n hacia los etarras y se al¨ªan con sus herederos pol¨ªticos para gobernar en tal o cual pueblo, ciudad y hasta autonom¨ªa.
Quiz¨¢ es que ETA a¨²n est¨¢ sucediendo. Para empezar, no se ha disuelto. O quiz¨¢ es que nada de lo sucedido termina nunca de suceder enteramente.
Quiz¨¢ es que ETA a¨²n est¨¢ sucediendo. Para empezar, no se ha disuelto. O quiz¨¢ es que nada de lo sucedido termina nunca de suceder enteramente. En Espa?a hay numerosos franquistas confesos o que mal disimulan; en Europa se envalentonan formaciones neonazis; hasta el Ku Klux Klan asoma la capucha, confiado en la connivencia del Presidente de los Estados Unidos, Trump el deficiente y a un paso de ser el delincuente. A menudo nos figuramos que las ¡°ideas¡± y las creencias desaparecen, pero la mayor¨ªa de ellas dormita a la espera de un despertar propicio. He visto hace poco un v¨ªdeo de 1958 en el que el entonces Presidente egipcio Nasser se burlaba de las pretensiones de los Hermanos Musulmanes de que el hiyab fuera obligatorio para las mujeres. Se oyen las abiertas carcajadas de los asistentes, parecidas a las que oir¨ªamos hoy en Europa si alguien propusiera retornar a usos del feudalismo. Hab¨ªa ¡°ideas¡± y creencias que en el Egipto de 1958 parec¨ªan enterradas, lo mismo que en otros pa¨ªses ¨¢rabes. As¨ª que uno se pregunta c¨®mo ser¨¢ visto y considerado el Daesh o Estado Isl¨¢mico con su terrorismo, cuando haya cesado, si es que cesa. Son centenares de millares las personas que est¨¢n de acuerdo con ¨¦l y desean su triunfo aplastante. Que aplauden cuando unos descerebrados (ay, los j¨®venes manipulados; qu¨¦ poco pagan sus cr¨ªmenes quienes los manipulan, los despreciables proselitistas religiosos o pol¨ªticos) arrasan la maravillosa Rambla de Barcelona o el paseo mar¨ªtimo de Niza; cuando ni?os y ni?as son enviados a inmolarse con explosivos tan grandes como sus cuerpecillos. Hay mujeres que convencen a muchachas para que se unan a los combatientes del Daesh, y aqu¨¦llas saben perfectamente que lo que espera a ¨¦stas es la esclavitud sexual, ser un despojo. A diferencia de los nazis, que ocultaron los campos de exterminio cuanto pudieron, el Daesh ha proclamado su prop¨®sito genocida: se trata de aniquilar a los ¡°infieles¡±, es decir, a la mayor parte del mundo, incluidos los musulmanes chi¨ªes y cuantos no se les sometan. El prop¨®sito es por suerte incumplible, pero centenares de millares de individuos celebr¨¢ndolo es una anomal¨ªa colectiva equiparable a la del nazismo. Y ¨¦ste s¨®lo dej¨® de estar bien visto cuando ces¨®, y cuando fue derrotado. Con serlo mucho, lo m¨¢s importante no es que sean neutralizados los j¨®venes que atentan. Lo fundamental es que lo sean los adultos que los dirigen, enga?an y sacrifican, mientras ven c¨®modamente el espect¨¢culo. Ese im¨¢n de Ripoll y sus iguales y sus jefes.
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