Pol¨ªticas migratorias que matan
Estamos en un momento hist¨®rico donde lo que hagamos va a definir el mundo que vamos a dejar
Si realmente les interesa este tema, les suplico que antes de leer este art¨ªculo se tomen el tiempo de ver este magn¨ªfico documental de 30 minutos. Philoxenia. 30 minutos. Y lo entender¨¢n todo mucho mejor.
Dentro de 8 d¨ªas se acaba el plazo para que el gobierno cumpla su compromiso de acogida de refugiados. Ten¨ªa que haber acogido a 17.337 y, a d¨ªa de hoy, faltan por llegar 15.354. Esta es la historia que van a o¨ªr en los pr¨®ximos d¨ªas y menos mal que por lo menos se habla de ella. Pero es muy probable que no sepan lo que significa. En porCausa llevamos un a?o a tope con este tema, sin parar. Desde esta perspectiva voy a intentar hacerles un resumen simplificado, pero no tanto, de lo que ha pasado.
En primer lugar, estamos viviendo una situaci¨®n que ha sido creada por los gobiernos europeos, por la Uni¨®n Europea concretamente, a trav¨¦s de una serie de nefastas decisiones que el Consejo de la Uni¨®n ha ido tomando en los ¨²ltimos 7 a?os. La decisi¨®n de cerrar las fronteras incumpliendo una mir¨ªada de acuerdos internacionales que, a estas alturas, ya han sido adaptados en la mayor¨ªa de los casos, ha generado enormes concentraciones de personas en espacios que no estaban preparados para acogerlas.
Asustados por los resultados del cierre de fronteras y ante el crecimiento dram¨¢tico de los asentamientos, los gobiernos europeos empezaron a volcarse en controlar, por un lado, las llegadas al continente y, por otro lado, a las personas que estaban bloqueadas en los pa¨ªses de llegada a Europa. En ambos casos los gobiernos de la Uni¨®n Europea han optado por la militarizaci¨®n de las situaciones. Siguiendo el ejemplo de Espa?a con Marruecos, han decidido cerrar acuerdos que incluyen la muerte como sistema de control migratorio con el apoyo pa¨ªses como Turqu¨ªa o Libia, o la construcci¨®n de vallas llenas de concertinas. Han construido campos de refugiados controlados por los militares y asistidos por grandes oeneg¨¦s, cuya pesada estructura impide hacer el trabajo que realmente es necesario para dar a las personas que est¨¢n estos espacios la asistencia que necesitan. Muy a su pesar, las personas que llevan en asentamientos y campos muchos meses e incluso a?os, est¨¢n retenidas, sin libertad y dependen de la caridad para vivir. La gente empieza a enloquecer y a deprimirse. Miles de peque?as estructuras formadas por voluntarios independientes humanizan el proceso, con recursos en la mayor¨ªa de los casos personales, sin apoyos externos, su precariedad es m¨¢xima. Pero son las ¨²nicas que denuncian lo que est¨¢ pasando y siguen luchando por dar salida inmediata a las necesidades urgentes de los extranjeros.
La situaci¨®n es casi irreversible, las cifras ya son demasiado grandes. Los asentamientos son grandes. Los reasentamientos son grandes. Los vol¨²menes de movimientos concentrados son grandes. Las cifras asustan, porque son de cientos de miles. Aunque se nos olvida pensar que en Europa somos m¨¢s de 500 millones; cientos de miles son una gota en un oc¨¦ano. Pero tambi¨¦n son enormes las cifras que manejan los intereses econ¨®micos creados. Cientos de miles de millones en juego entre dinero invertido en estados terceros, acuerdos bilaterales complementarios, construcciones de vallas, control de fronteras, control de campos, asistencia en los campos y negocios il¨ªcitos derivados.
En esta situaci¨®n de tantos intereses creados, los discursos empiezan a intoxicarse. Las demagogias empiezan a justificar lo injustificable, se empieza a normalizar el desprecio por los derechos humanos de ¡°los otros¡±, ¡°los de fuera¡±, ¡°los que no son de aqu¨ª¡±. Parece que Europa est¨¢ dando un salto de un siglo hacia atr¨¢s, sin recordar que todo acab¨® en holocaustos y masacres, en un ¡°todos pierden¡±.
Nada de lo que ha pasado es casual. Nada de lo que est¨¢ pasando es irremediable. Esto es como si Europa se hubiera clavado el pie al suelo con un clavo oxidado y ahora estuviera quej¨¢ndose de la gangrena sin hacer nada por quitarse el clavo y desinfectar la herida.
Como ciudadanos nuestra responsabilidad es exigir a aquellos que nos representan que paren esta locura. Lo podemos hacer de muchas formas, incluyendo protestas, firmas de peticiones, expresiones p¨²blicas de rechazo y desacuerdo, desobediencia civil. Tenemos tambi¨¦n la opci¨®n de ir a ayudar in situ como lo hacen los miles de voluntarios independientes. Lo que no podemos hacer es quedarnos quietos, esperando a que pase algo o derivar nuestra responsabilidad un tercero, pagando por limpiar nuestra conciencia. Estamos en un momento hist¨®rico, donde lo que hagamos va a definir el mundo que vamos a dejar a nuestros hijos. Y siento avisarles de que por el momento, pinta mal.
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