Temeridad
La memoria no tiene que ver con el pasado, sino con el presente y, sobre todo, con el futuro.
La memoria tiene que ver con el presente. El pacto constitucional de 1978 no fue un milagro, sino un salto mortal sin red. La cuadratura del c¨ªrculo, integrar a la derecha franquista con la izquierda retornada del exilio en un nuevo Estado, sin condenar la dictadura ni reivindicar la legalidad republicana de 1931, fue una temeridad, no una proeza. Sobre una pol¨ªtica p¨²blica de memoria encubierta plagada de mentiras y manipulaciones, que nunca dejar¨¢n de serlo por muy buenas que fueran las intenciones que presuntamente las inspiraron, se levant¨® el edificio que ahora se desmorona. Durante cuarenta a?os, hemos acumulado distorsiones inconcebibles en cualquier otra sociedad democr¨¢tica madura. As¨ª, Espa?a se ha convertido en una pegatina de los fachas, una casa ajena para millones de espa?oles que nunca tendr¨¢n otra. La derecha act¨²a como si hubiera heredado este pa¨ªs de sus abuelos, que para eso ganaron la guerra, y la izquierda le da t¨¢citamente la raz¨®n, aceptando sin rechistar la condici¨®n de realquilada con derecho a cocina. Los progresistas espa?oles rechazan su propia patria, pero asumen el patriotismo de los nacionalistas, conservadores y clericales, como propio, en una pirueta tan incomprensible desde el punto de vista ideol¨®gico como desde el sentimental. La reacci¨®n y el progreso se convierten en vapor, conceptos tan difusos que quienes invocan el Estado de derecho no acatan sus reglas, y quienes reclaman democracia olvidan que, en un Estado democr¨¢tico, la ley garantiza los derechos de los m¨¢s d¨¦biles. La memoria no tiene que ver con el pasado, sino con el presente y, sobre todo, con el futuro. No es una frase hecha, sino la clave de lo que estamos viviendo ahora mismo. ?Lo han entendido ya?
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