Las alpacas ya no se mueren (tanto) de fr¨ªo

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La lana de las alpacas es muy preciada en la industria textil por su suavidad, ligereza y el calor que aporta. Su natural abrigo no las salva, sin embargo, de morir de fr¨ªo en el altiplano peruano, donde las bajas temperaturas son cada vez m¨¢s extremas debido a los efectos del cambio clim¨¢tico. Ni ellas ni el pasto del que se alimentan se libran de sucumbir a las heladas. Para los habitantes de la regi¨®n de Puno, 1,2 millones de personas a m¨¢s de 4.200 metros de altura, la muerte de varias de sus cabezas cada a?o es un drama que afecta a su maltrecha econom¨ªa y seguridad alimentaria. Un programa de construcci¨®n de refugios y mejora de los pastizales evita la emergencia; ni los animales se congelan, ni sus due?os ven mermado su sustento.

Los vecinos de Ajoyani, uno de los distritos de Puno, compuesto por una docena de comunidades, advierten de que entre los meses de mayo y agosto nadie es capaz de aguantar parado cinco minutos. No bromean. El fr¨ªo, con m¨ªnimas de hasta -20?C, es insoportable y desde hace a?os han observado c¨®mo ha ido a peor. El cambio clim¨¢tico, que en otras zonas se traduce en calor e inundaciones, aqu¨ª se manifiesta con heladas y sequ¨ªa. Para la poblaci¨®n supone algo m¨¢s que gripes y catarros, o la imposibilidad de permanecer inm¨®viles en la plaza del pueblo, que est¨¢ desierta ¡ªy tambi¨¦n las calles¡ª, hasta que los ni?os salen del colegio.

Cada a?o, las familias ven perecer a un 15% de sus cr¨ªas?de alpacas, que con apenas unos meses de vida mueren literalmente congeladas o debilitadas por la falta de pasto. Algunas adultas tampoco sobreviven al invierno. "Todos tenemos el mismo problema. Fallecen", asegura resignado Juan Quispe Condori, regidor del distrito de Ajoyani y productor. Un drama econ¨®mico para una poblaci¨®n en la que pr¨¢cticamente el 100% se dedica a la crianza de este animal para la venta de lana y carne. Pero los afectados nunca hab¨ªan calculado cu¨¢nto dejaban de ganar, el Estado o las ONG les daban dos o tres alpacas para paliar el golpe y sobrevivir hasta el siguiente.

"La muerte de las alpacas representa una p¨¦rdida de 2.250 soles de media al a?o (unos 625 euros) por productor debido a la fibra que deja de comercializar", explica Henry Torres Fuentes, responsable del proyecto Kamaricuy Ch'aquimanta de Acci¨®n contra el Hambre (ACH) en Per¨² para apoyar a los productores a prevenir los riesgos en vez de proveer con alpacas compradas a los productores sin recursos, incapaces de adquirir animales en el mercado si mueren los suyos.

Cada a?o, las familias ven perecer a un 15% de sus cr¨ªas de alpacas, que con apenas unos meses de vida mueren literalmente congeladas o debilitadas por la falta de pasto

La reducci¨®n de sus ingresos afecta sobremanera a los habitantes de Ajoyani, donde el 48% vive en situaci¨®n de pobreza. Cada sol que no ingresan significa menos y peor alimentaci¨®n, entre otras carencias como la ausencia de sistemas de agua y saneamiento en los hogares. Esta combinaci¨®n de privaciones tiene consecuencias invisibles. Una emergencia que se fragua lentamente. Aqu¨ª, el 25,6% de los menores de cinco a?os padece desnutrici¨®n cr¨®nica (no ingieren los nutrientes necesarios para su normal crecimiento y desarrollo intelectual), una tasa por encima de la que registran el departamento de Puno (18,3%) y el pa¨ªs (14,4%). Y la anemia entre beb¨¦s de seis a 36 meses es del 56,8%, mientras que en Puno asciende al 76%.

Salvar a las alpacas contribuye a salvar a toda una generaci¨®n de las consecuencias?¡ªdeficiente desarrollo f¨ªsico y cognitivo¡ª de la desnutrici¨®n cr¨®nica en las regiones que dependen econ¨®micamente de este animal. De media, una familia extensa cuenta con unas 100 alpacas. ?C¨®mo hacer que sobrevivan al fr¨ªo y la sequ¨ªa? La estrategia de Acci¨®n contra el Hambre, que trabaja con diversas asociaciones en la regi¨®n, es m¨²ltiple. Primero, construir cobertizos techados en los que los cam¨¦lidos puedan resguardarse durante las heladas. Tambi¨¦n cultivar pastos resistentes al fr¨ªo y preservar una parte de los mismos de las fauces de los animales con una simple valla de alambre y postes de madera para que, cuando se agote o congele el de las zonas altas, a¨²n haya alimento. Finalmente, la instalaci¨®n de micro reservorios de agua que abastecer¨¢n tanto a las personas como al ganado en temporada de sequ¨ªa.

"Tenemos separaditos a los animales. Para nosotros, el alambrado es una bendici¨®n", asegura Adri¨¢n Chua mientras agarra uno de los postes de madera de su valla. Gracias a esta sencilla soluci¨®n, preservan una parte del pasto sembrado, una variedad mejorada para aguantar bajas temperaturas. Cuando los pastizales naturales fuera de este per¨ªmetro se congelen, dejar¨¢n entrar a sus alpacas para comer. "Tratamos de mejorar para cuidar de nuestro ganado. Recibimos los materiales y ya ven que los hemos instalado", indica como muestra de su esfuerzo y agradecimiento a la ayuda recibida de ACH Per¨².

Chua se queda con sus alpacas al raso. Paseo para all¨¢, paseo para ac¨¢. As¨ª lleva desde las cuatro de la madrugada, como cada d¨ªa. Su esposa, Natalia Calcina, quiere mostrar el refugio que han construido junto a su nueva vivienda, tambi¨¦n levantada con materiales provistos por ONG. "Esto tengo el sue?o de techarlo, pero hace falta mucho presupuesto", se?ala con la mano al aire una parte del recinto. "Estos proyectos nos ayudan a mejorar, a no ser antiguos. Ahora mueren menos alpacas. Ojal¨¢ tuviera un cobertizo para cada especie", fantasea en alto.

En el distrito de Ajoyani, el 48% de la poblaci¨®n vive en situaci¨®n de pobreza y el 25,6% de los menores de cinco a?os padece desnutrici¨®n cr¨®nica

La mujer, con varias capas de ropa, prosigue la visita hacia a su invernadero. Hace tiempo que dejaron de cultivar la chacra (tierra) como medio de vida, dice, porque el clima acababa con todo. Pero en esta huerta protegida con pl¨¢sticos, la familia planta hortalizas, legumbres y frutas para autoconsumo. "El riego es por goteo", aparece Chua entre vegetales. "Lo m¨¢s importante son las geomembranas", se refiere al sistema de almacenamiento de agua subterr¨¢nea con la que irrigan el sembrado. "Nadie puede vivir sin agua", aclara. ?Son felices? "S¨ª, ?qu¨¦ m¨¢s necesitamos? Pero si no tuvi¨¦ramos esto, ?qu¨¦ tendr¨ªamos? Ni papa", responde sonriente.

"No se trata de implementar tecnolog¨ªa porque s¨ª, sino organizar a la comunidad y sus autoridades para gestionar el riesgo", detalla Torres Fuentes. Por eso, Acci¨®n contra el Hambre trabaja con asociaciones de vecinos ¡ªen Ajoyani con 10¡ª que se encargan de distribuir las semillas modificadas, solicitar los materiales de construcci¨®n para sus asociados o vigilar la situaci¨®n meteorol¨®gica y nutricional de la zona, as¨ª como la efectividad de las medidas implementadas. "Se hacen mediciones mensuales de distintos indicadores, como el peso de los ni?os", a?ade el responsable del proyecto. Todav¨ªa falta tiempo para evaluar los resultados a medio y largo plazo de este programa que se inici¨® en 2016 y saber si se puede replicar en otras zonas de contexto parecido. Pero la respuesta de los beneficiarios como Chua y Calcina es positiva.

Para Wilber Gar¨²a, subregente de desarrollo econ¨®mico de la municipalidad de Ajoyani, la intervenci¨®n de la ONG supone una fuente de experiencia y documentaci¨®n. "Para que las autoridades podamos trabajar con ello", dice. Considera especialmente importante la labor de formaci¨®n de los productores. "Ahora la gente sabe c¨®mo afrontar el futuro si hay una emergencia. Dar alpacas o forraje no es prevenci¨®n. S¨ª lo es tener un cobertizo para los animales y que no se mueran", razona. Sin embargo, advierte que sin el apoyo de las organizaciones no es posible continuar y expandir estos programas. "Ni recurriendo al Gobierno, por eso buscamos alianzas con las ONG", subraya.?

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