Anorexia nerviosa, hasta el hueso
PARECE UNA epidemia m¨¢s de nuestra ¨¦poca. Siempre est¨¢ presente, ya sea en nuestro c¨ªrculo m¨¢s pr¨®ximo o en los medios de comunicaci¨®n. La plataforma de series y pel¨ªculas Net?flix trata la anorexia nerviosa en To the Bone (Hasta el hueso), una de sus ¨²ltimas producciones. Pero esta enfermedad mental, que sufren m¨¢s mujeres que hombres, es bastante antigua, aunque no fue descrita como tal hasta finales del siglo XIX. Ha sido a trav¨¦s de algunos testimonios de arist¨®cratas y religiosas anteriores a esa ¨¦poca (las ¨²nicas que pod¨ªan permitirse escribir sus memorias) como hemos podido estudiar esta patolog¨ªa a lo largo del tiempo. Santas como Clara de As¨ªs y Catalina de Siena en la Edad Media, o Teresa de Jes¨²s en el siglo XVI, cada una con sus particularidades, son ejemplos de mujeres que intentaban controlar su apetito como muestra de ascetismo, tal y como narraba Rudolph Bell en su cl¨¢sico libro Holy Anorexia (La santa anorexia), publicado en 1985. Algunas se alimentaban solo con la Sagrada Forma, sacrificaban la comida para liberarse de su cuerpo, material e impuro. Algunas seglares, por su parte, pasaban hambre para evitar ser deseadas, ya que solo el hombre pod¨ªa renunciar a un matrimonio concertado. Ellas, en cambio, no ten¨ªan elecci¨®n. La libertad femenina se limitaba a la posibilidad de ser repudiada, pudiendo entregar su vida a Dios, a la Iglesia y al estudio. Cuenta la leyenda que santa Librada ¡ªtambi¨¦n conocida como Santa Wilgefortis y apodada la santa barbuda¡ª rogaba a Dios que la convirtiera en un ser repulsivo para mantener su virginidad. La delgadez extrema a la que se someti¨® le provoc¨® un fuerte desorden hormonal que deriv¨® en un exceso de vello en la cara y en todo el cuerpo.
Las causas de la anorexia est¨¢n m¨¢s presentes en la b¨²squeda de la propia identidad del adolescente, en el deseo inconsciente ¡ªindividual y colectivo¡ª de ser ¡®perfecto¡¯.
Durante el Romanticismo, en el siglo XIX, se rend¨ªa culto al aspecto d¨¦bil y enfermizo como expresi¨®n del rechazo al racionalismo imperante en el siglo anterior. Ese tipo de belleza fr¨¢gil fue la que se reflej¨® en el personaje de Margarita Gautier, la protagonista de La dama de las camelias, de Alexandre Dumas (hijo), inspirada en la figura de Marie Duplessis. Aquella cortesana francesa era p¨¢lida, ten¨ªa la piel de porcelana, los ojos saltones (por falta de grasa periocular) y ojeras. Unos rasgos que se atribuyen a la tisis que sufri¨®, pero que tambi¨¦n podr¨ªan ser consecuencia de una anorexia. Ayunar se convirti¨® en una buena herramienta para conseguir ese aspecto, deseable desde un punto de vista intelectual. De ah¨ª que en las sociedades occidentales no se conciba a un santo o a un intelectual obeso. La delgadez fue un s¨ªmbolo de rebeld¨ªa y liberaci¨®n en el siglo XX. La vemos en las siluetas, gr¨¢ciles y alargadas, de los retratos de Modigliani y las esculturas de Giacometti. Actualmente, la delgadez es el canon est¨¦tico predominante. El nexo psicopatol¨®gico que comparten las personas que han sufrido o sufren anorexia se basa, en primer lugar, en la importancia que le dan al cuerpo; luego, en la necesidad de control ¡ªempezando por el propio organismo, al que niegan sus necesidades b¨¢sicas¡ª, y, por ¨²ltimo, en rebelarse contra un futuro programado, social y biol¨®gicamente. Los adolescentes son las principales v¨ªctimas de esta enfermedad, condicionada sobre todo por los estereotipos culturales.
La imagen de la mujer triunfadora es delgada, masculina, rebelde y capaz de controlar el apetito. Capaz de controlarlo todo. De actuar como un hombre. Las chicas voluptuosas han sido vistas (y condenadas) en muchas ocasiones a la procreaci¨®n y al cuidado. Con la menstruaci¨®n, la ni?a se enfrenta al duelo por la p¨¦rdida de la inocencia y la armon¨ªa del cuerpo infantil. Muchas pueden rechazar una madurez abrupta, no les gusta exponerse al deseo, as¨ª que intentan tener un cuerpo asexual, en una forma de ni?ez eterna. Y esa negaci¨®n de la sexualidad pude llevar a evitar la ingesta de alimentos.
Como sucede con otras enfermedades mentales, tratamos de encontrar motivaciones que la justifiquen. Pero si queremos dar con la raz¨®n de ser de la anorexia y, sobre todo, del aumento del n¨²mero de casos en los dos ¨²ltimos siglos, no debemos mirar solamente a las pasarelas. Sus causas est¨¢n m¨¢s presentes en la b¨²squeda de la propia identidad del adolescente. En el rechazo que tienen las chicas a la imagen de mujer madura y f¨¦rtil. En el control de algunas tentaciones. En el deseo inconsciente ¡ªindividual y colectivo¡ª de ser perfecto. La sociedad deber¨ªa replantearse sus valores. Hasta que el cuerpo femenino no deje de verse como objeto de deseo o como provocaci¨®n, las adolescentes seguir¨¢n teniendo un conflicto con la imagen que proyectan. Hasta que la mujer sea aceptada sin tener que demostrar capacidades extraordinarias, seguir¨¢ necesitando rebelarse.
El arte de pasar hambre
?
¡ª En el libro Un artista del hambre,?Franz Kafka retrata a un artista de circo cuya ¡°habilidad¡± consist¨ªa en?no comer. Era ayunador profesional.
¡ª?A finales del siglo XIX se puso de moda que los circos ambulantes presentaran personas enjauladas muy delgadas, normalmente debido a las secuelas externas de alguna enfermedad rara o por alguna habilidad que hab¨ªan adquirido. La atracci¨®n por la delgadez extrema ten¨ªa mucho que ver con el morbo que suscitaba, pero tambi¨¦n se admiraba su capacidad de control y disciplina, muchas veces necesaria para llegar a esa situaci¨®n.
¡ª Para el protagonista del relato de Kafka, ayunar era motivo de orgullo profesional. Pero las modas fueron cambiando y el p¨²blico comenz¨® a ignorarlo.
¡ª Antes de morir, el triste y olvidado artista confiesa que nadie deber¨ªa admirar su figura. En realidad ¨¦l hac¨ªa dieta porque no le gustaba ning¨²n alimento.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.