Esclavos de las ideas dominantes
EL OTRO D?A ca¨ª por casualidad en uno de esos v¨ªdeos supuestamente inspiradores que circulan por Internet. Era una entrevista con una mujer anglosajona de unos 60 a?os. Sentada en un taburete, contaba c¨®mo hab¨ªa tenido un amante m¨¢s joven que no quer¨ªa salir a la calle con ella porque no deseaba que lo vieran con alguien tan mayor. Tambi¨¦n hablaba de sus inseguridades f¨ªsicas; de c¨®mo alg¨²n otro imb¨¦cil le hab¨ªa dicho que ten¨ªa unas piernas feas; de lo poco agraciada que se hab¨ªa sentido toda su vida; de lo dif¨ªcil que le hab¨ªa resultado aceptarse y comprender que una persona real no puede ser perfecta. Mientras contaba todo esto, se iba desnudando: se quitaba los zapatos, los leotardos, el traje. Al final se quedaba en ropa interior, un sujetador y unas bragas sencillos color crema. Para terminar, se soltaba el pelo: una melena blanca. Tambi¨¦n hablaba de eso, de asumir las canas. Todo lo que dec¨ªa resultaba conmovedor y ella era una persona adorable que parec¨ªa sincera. Hasta aqu¨ª, todo bien.
Por lo general las mujeres reales lucen diversos grados de barrigas, barriguitas y barrigotas; que las carnes se mueven, se ablandan, se ondulan; que los pelos ralean; que las mejillas se caen.
El problema, el peliagudo y rid¨ªculo problema, era que se trataba de una mujer bell¨ªsima. Preciosa de cara, y con un cuerpo verdaderamente sobrenatural para su edad. Sus piernas eran perfectas, dijera aquel cretino lo que dijera. No ten¨ªa ni un gramo de grasa, ni el m¨¢s ligero rastro de celulitis. Su piel no parec¨ªa mostrar la inevitable fatiga de vivir. Sus brazos no pendulaban por abajo, como pendulan de manera natural todos los brazos cansados de soportar la fuerza de la gravedad a?o tras a?o, sino que eran unos lindos, prietos y delgados brazos de adolescente. Por no hablar de la sedosa, abundante melenaza a lo princesa de Disney. Pues bien, los autores del v¨ªdeo nos mostraban a ese espectacular bomb¨®n como ejemplo de que uno debe aceptarse y admitir sus imperfecciones. Nos han fastidiado: as¨ª cualquiera. Qu¨¦ f¨¢cil debe de ser reconciliarse con una misma cuando una cumple todas las exigencias t¨®picas de la belleza al uso.
Se trata de un burdo y tonto truco que se ha puesto de moda, porque se ve que los publicistas han olfateado que reivindicar a la mujer de la calle es algo que vende (es la mujer de la calle la que compra). Pero, claro, les debe de parecer poco vistoso reflejar la realidad real. Estoy harta de ver anuncios o reportajes en los medios que hablan de ¡°mujeres aut¨¦nticas que se aceptan a s¨ª mismas como son¡± o de las actrices Tal y Cual que se atreven a ¡°mostrar su aspecto natural¡± porque luego resulta que todas son fant¨¢sticas, es decir, todas provienen del reino de la fantas¨ªa, ya que no tienen nada que ver con las personas que conozco. Y esta vuelta de tuerca en la exigencia f¨ªsica es a¨²n m¨¢s perversa que el uso tradicional de las chicas macizas, porque aqu¨ª nos dicen que las mujeres normales son as¨ª. Qu¨¦ inmenso desconsuelo: ya nos hab¨ªamos resignado, con acongojado y celul¨ªtico dolor, a no ser como las modelos despampanantes; pero si ahora encima nos dicen que la normalidad es as¨ª, mejor rebanarse el arrugado pescuezo y acabar con tanto sufrimiento.
Y lo peor, lo m¨¢s inquietante e incomprensible, es que el personal no se da cuenta del enga?o. En la p¨¢gina de la mujer que se desnuda hab¨ªa multitud de comentarios entusiastas que celebraban su supuesto coraje al admitir su f¨ªsico y que la piropeaban resaltando lo guapa que era como si se tratara de un atractivo heterodoxo, y nadie parec¨ªa advertir que era un bellez¨®n extraordinario que cumpl¨ªa todas las reglas de la tiran¨ªa est¨¦tica. Me temo que estamos tan domesticados, tan sometidos al yugo de los valores dominantes que ni siquiera somos capaces de percibir las verdades m¨¢s obvias, a saber, que por lo general las mujeres reales lucen diversos grados de barrigas, barriguitas y barrigotas; que las carnes se mueven, se ablandan, se ondulan; que los pelos ralean; que las mejillas se caen. Que hay much¨ªsimas chicas de 20 a?os que jam¨¢s tendr¨¢n un vientre tan liso como el de esa hermosa se?ora de 60. Y la reflexi¨®n que m¨¢s me angustia: si somos tan ciegos ante algo visualmente tan obvio, si estamos tan uncidos a la dictadura de lo convencional, ?no seremos tambi¨¦n unos cabestros en otros valores m¨¢s sutiles? Esclavos de las ideas dominantes sin saberlo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.