Damiani: las manos que mueven las gemas
En Valenza, en el norte de Italia, Damiani crea joyas siguiendo la tradici¨®n que convirti¨® esta ciudad en el coraz¨®n orfebre de Europa. Con un siglo de vida, hacen piezas con alma lejos de la industrializaci¨®n de los grandes grupos
A una hora y media de Mil¨¢n por carretera, en un pueblo de apenas 19.000 habitantes, se encuentra el epicentro de la joyer¨ªa europea. En Valenza, patio de recreo de la familia Visconti, manufacturan las piezas que venden en todo el mundo firmas de lujo como Bulgari, Pomellato, Tiffany & Co, Cartier y Vhernier, alimentando una industria que factura 2.840 millones de euros anuales. Pero solo Damiani naci¨® justo aqu¨ª, hace 100 a?os.
Por entonces, la tradici¨®n orfebre de Valenza databa de poco m¨¢s de un siglo, desde que Francesco Caramora dejase Pav¨ªa para instalarse en un lugar que hasta la fecha se hab¨ªa dedicado a cultivar uvas y arroz. Su Cascina dell¡¯Orefice, la quinta donde ejerc¨ªa el oficio ¡ªy que comprar¨ªa uno de sus aprendices, Piero Canti, cuando ¨¦l muri¨® tan famoso como endeudado¡ª, ya aparec¨ªa en la cartograf¨ªa napole¨®nica. Entonces hab¨ªa cinco talleres en la zona. En 1917 ya eran 43. Hoy, las cifras ascienden a 1.300 empresas y 8.400 trabajadores. M¨¢s de la mitad de los orfebres de Italia est¨¢n aqu¨ª. Solo en Damiani, la plantilla roza el medio millar de operarios.
¡°Ahora todos quieren venir a Valenza porque atesoramos un saber hacer que no se encuentra en ning¨²n otro lugar del mundo¡±, dice Giorgio Damiani, al frente de la ense?a junto a sus dos hermanos en un triunvirato que ha hecho saltar a la empresa familiar hasta jugar en la liga de las multinacionales: Silvia, la mayor, maneja la imagen y la comunicaci¨®n; Guido, el mediano, supervisa como CEO la estrategia, y Giorgio, el menor, se encarga del desarrollo de producto y las ventas. Pero no es lo mismo abrir una f¨¢brica mastod¨®ntica sobre los cimientos de una tradici¨®n ajena ¡ªcomo otras compa?¨ªas del sector en esta zona¡ª que haber nacido y crecido con ella. ¡°Aqu¨ª est¨¢ todo el mundo que se dedica a esto¡±. Valenza, de hecho, es la ciudad con m¨¢s orfebres por metro cuadrado de Italia. ¡°Y yo los conozco personalmente. Si hay una t¨¦cnica nueva, somos los primeros en saberlo. Si necesito al artesano que domina una disciplina concreta, levanto el tel¨¦fono y hablo con ¨¦l. Lo que hace ¨²nica y compleja la producci¨®n de joyas es que no es industrial. Incluso ahora, con las grandes f¨¢bricas, la maquinaria y la tecnolog¨ªa, son las manos de los artesanos las que marcan la diferencia¡±.
Su abuelo Enrico empez¨® la leyenda de esta marca en un modesto taller, haciendo joyas para las clases pudientes del norte de Italia. Ser¨ªa su padre, Damiano, quien acometer¨ªa la expansi¨®n industrial y comercial del negocio junto a su madre, Gabriella, irrumpiendo en un sector propenso al inmovilismo con ideas tan revolucionarias para su tiempo como crear cat¨¢logos de las colecciones que garantizaban un precio fijo ¡ªalgo radical para la joyer¨ªa fina¡ª y ofrecer un seguro de robo porque, dec¨ªa, sus joyas estaban hechas para disfrutarse, no para encerrarlas en una caja fuerte. Adem¨¢s de ofrecer dise?os disruptivos, como Squalo, un brazalete de platino, oro amarillo y 41,19 quilates de diamantes que ¡°parece que fue dise?ado ayer, no hace 50 a?os¡±. Le vali¨® a la firma su primer Diamonds International Award. ¡°Los Oscar de la joyer¨ªa, los llaman¡±. Ya tienen 18 de ellos, pero ese sigue siendo especial: ¡°Porque demuestra lo vanguardistas que somos. Y porque lo dise?¨® mi madre¡±, dice Giorgio.
En el clan Damiani el d¨ªa empezaba y terminaba con las joyas. Respiraron el oficio desde ni?os. Nunca se plantearon dedicarse a otra cosa que no fuera continuar el legado que heredaron cuando su padre muri¨® en un accidente en 1996. El futurible de pasar los mandos a una cuarta generaci¨®n est¨¢ sobre la mesa. Con condicionantes: hay que gan¨¢rselo. ¡°No hay nada m¨¢s equivocado que pensar que por ser de la familia se tiene un derecho hereditario, como en las monarqu¨ªas. Una empresa no funciona as¨ª¡±.
No es que desde que en 2019 los hermanos recuperaran el total de acciones de la empresa, que sali¨® a Bolsa en 2007, hayan escaseado las propuestas de compra. Con Richemont adquiriendo Vhernier y el se?or Arnault, Tiffany & Co. y Pedemonte, cabr¨ªa esperar que les hubiese ca¨ªdo alguna proposici¨®n sugerente. ¡°?Qui¨¦n es el se?or Arnault?¡±, replica el italiano. Se r¨ªe, pero el mensaje es claro. ¡°Hemos recibido ofertas. Pero dif¨ªcilmente puede haber una que nos plante¨¢semos aceptar¡±. Ser una de las pocas marcas que resisten en manos de la familia original es un escenario que les da ventaja. ¡°Siempre que se compartan objetivos¡±. Nada como una ri?a interna para hundir hasta el m¨¢s pr¨®spero de los negocios. ¡°Vendemos joyas. Algo con un valor intr¨ªnseco, pero tambi¨¦n emocional. Para un cliente, saber que detr¨¢s hay alguien a quien puede poner cara supone una confianza que, al final, es nuestra arma frente a los grandes. Eso y la pasi¨®n. Cuando lleva tu apellido, te entregas de otra forma¡±.
Los 100 a?os de la firma lo secundan. Aunque es a¨²n m¨¢s definitoria la colecci¨®n que han hecho para celebrarlos: un centenar de piezas que son tan excepcionales en su dise?o como raras sus gemas: ¡°No podr¨ªamos repetirlas aunque quisi¨¦ramos¡±, asegura. Hay piedras que han salido del archivo familiar y se remontan a medio siglo. Otras que han tardado hasta cinco meses en encontrar. Como la aguamarina de la gargantilla Fantasy Cut Carioca: 214 quilates de gema. O el zafiro del collar Mimosa Eternal Blue: talla coj¨ªn y con 100,9 quilates. Ya se han vendido varias piezas, pero no pueden revelar modelos ni precios. ¡°Lo que s¨ª puedo decir es que ha sido como estar en Disneyland. Para un creativo poder experimentar sin l¨ªmites es una fantas¨ªa¡±.
De camino a los talleres donde naci¨® la firma, se pasa por la plaza con la fuente que el Ayuntamiento levant¨® en honor a Damiano Grassi Damiani. Tambi¨¦n por la escuela infantil que lleva el nombre de su esposa Gabriella. Y, al otro lado de la carretera, donde se encuentra la planta de Bulgari, por la que ser¨¢ su nueva manufactura: una estructura modernista de 12.000 metros que acoger¨¢ a 500 maestros orfebres y engastadores, apuntalando a Damiani como la ¨²nica alternativa local a las multinacionales que en los ¨²ltimos a?os se han hecho con una buena cuota de las manufacturas de la zona.
Excepto por el cartel que reza Laboratorio Damiani en la entrada del taller, nada invita a pensar que aqu¨ª se fabrican piezas de alta joyer¨ªa, encargos de magnates, jeques ¨¢rabes y VIP coreanas, y partidas tan exc¨¦ntricas como un busto de Alberto de M¨®naco de 13 kilos de oro macizo ¡ªla primera de sus colaboraciones con el escultor californiano Barry X Ball¡ª. No solo producen creaciones extraordinarias; tambi¨¦n lo hacen r¨¢pido. Un encargo a medida, por peculiar que sea, ronda los tres meses, mientras a la competencia suele llevarle un a?o o a?o y medio. El proceso, que no por m¨¢s corto es menos arduo, empieza con el dise?o, que siempre pasa por los tres hermanos. No se fabrica nada sin el benepl¨¢cito de un Damiani. Para las colecciones m¨¢s comerciales, se funciona con tecnolog¨ªa 3D y programas inform¨¢ticos. Pero cuando hablamos de alta joyer¨ªa, todo se hace mano, bocetando primero la pieza a tama?o real y colore¨¢ndola despu¨¦s con acuarela para utilizarla como una plantilla donde se van colocando las piedras hasta dar con la composici¨®n perfecta.
A menudo son las gemas las que dictan el dise?o. Como el set de turmalinas Para¨ªba que acaban de recibir. Al parecer est¨¢n de moda: gusta que sean tan brillantes. Otras veces toca buscar las piedras bas¨¢ndose en el dise?o. Desde que las piden hasta que cruzan la puerta del departamento de adquisiciones no suelen pasar m¨¢s de dos d¨ªas. Ventajas de estar bien conectados. Aqu¨ª se supervisan y examinan una a una las piedras que llegan a diario ¡ªy pueden ser varios cientos, cuenta Paola, una de las veteranas de la divisi¨®n¡ª, verificando color, claridad, corte y quilates: las famosas cuatros ces que deciden su val¨ªa. Si algo no est¨¢ a la altura, se devuelve.
Fuera del estudio de dise?o, donde adem¨¢s se encuentran los archivos ¡ªestanter¨ªa tras estanter¨ªa de esbozos clasificados en carpetas por a?o y colecci¨®n¡ª, se impone el bullicio de tornos, pulidoras y cinceles. De la sala de modelaje y la fundici¨®n a las mesas de engastado, pasado y presente se ensamblan sin grietas. Emplean m¨¦todos centenarios como la cera perdida, que ya usaban los egipcios. Pero ahora se ayudan de microscopios digitales y software. Mientras Gianpaolo ense?a a soldar con l¨¢ser una cadena fina como un hilo ¡ªalgo que antes de que existiese esta tecnolog¨ªa era impracticable¡ª a una aprendiz reci¨¦n salida de la academia que Damiani abri¨® en 2018, una planta m¨¢s arriba, Sante Rizzetto engarza a pulso un solitario. Tiene a sus espaldas 63 a?os engastando gemas, 25 de ellos en Damiani, y ninguna intenci¨®n de jubilarse. ¡°La experiencia que tenemos aqu¨ª es la clave de todo. Sin ese saber hacer que nos permite tramitar la creatividad, no tendr¨ªamos m¨¢s que un fant¨¢stico dibujo en un papel¡±.
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