Berl¨ªn
Hemos concluido el primer plazo de admisi¨®n de refugiados en Europa con uno de los fracasos m¨¢s sonados de nuestra historia com¨²n
Berl¨ªn fue en un tiempo la capital del cine, por encima del Hollywood entonces a¨²n en ciernes. En los a?os de entreguerras, la ciudad fue para el nuevo arte del cine lo que Par¨ªs era a la pintura. All¨ª se daban cita los talentos m¨¢s inquietos, la innovaci¨®n y la tendencia, las personas que cien a?os atr¨¢s inventaron el cine no tal y como lo conocemos, sino mucho mejor. La crisis era en esos d¨ªas una excusa perfecta para asumir el riesgo y la calle un lugar de inspiraci¨®n. Junto al teatro y el cabaret, el cine se convirti¨® en el tercer v¨¦rtice del tri¨¢ngulo de la libertad. El esplendor termin¨® con la resurrecci¨®n nacionalista. Los que quisieron hacer a Alemania grande otra vez conquistaron el coraz¨®n de los ciudadanos y se comieron lo que quedaba de sus cerebros. Los m¨¢s inteligentes hicieron las maletas y se fundieron en el cine americano, en un ejercicio de renuncia a la propia nacionalidad que los libros de historia no explican, porque contradice todos los ¨¦xtasis patri¨®ticos que se requieren para adocenar ni?os en la escuela.
Lubitsch, Siodmak, Lang, Stroheim, Sternberg, Wilder, nombres que apenas dicen nada ya, pero que Hollywood convirti¨® en apellidos locales sobre los que alzar la ciudad inventada, la capital ficticia del cine. Cada vez que escucho la palabra refugiado pienso en ellos. Y en lo mucho que gan¨® el pa¨ªs de acogida cuando les prest¨® los medios para trabajar e instalarse en su industria. Aquello s¨ª que hizo Norteam¨¦rica grande mientras Europa empeque?ec¨ªa hasta la m¨ªnima expresi¨®n. Tan m¨ªnima que, una vez destruida, alguien pens¨® que saltarse las limitaciones nacionales para fundar algo m¨¢s ambicioso ser¨ªa la ¨²nica receta para volver a crecer, para volver a ser algo.
Europa transita ahora hacia el pasado. Hasta nuevos alemanes pretenden hacer grande otra vez a su pa¨ªs y han entrado en el Parlamento para cerrar las puertas. No son los ¨²nicos, todos los pa¨ªses tienen un relato falseado de su grandeza pasada, una especie de nostalgia idealizada con la que humillar al presente complejo y lleno de retos. Hemos concluido el primer plazo de admisi¨®n de refugiados en Europa con uno de los fracasos m¨¢s sonados de nuestra historia com¨²n. La pol¨ªtica, que puede ser ambiciosa y util¨ªsima, se ve reducida en el paso obligatorio de la urna a una expresi¨®n demasiadas veces localista y cortoplacista. Lo que nos har¨¢ grandes es siempre el futuro, nunca el pasado recuperado. ?Pero c¨®mo contar esa pel¨ªcula si hasta el cine ha perdido sus ambiciones esenciales a los pies de la recaudaci¨®n en taquilla?
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