Pocas cosas tan sacrificadas como incurrir en la disciplina de practicar alg¨²n deporte. An¨ªmese, en este caso merecer¨¢ la pena: su vida sexual mejorar¨¢ desde la primera semana de entrenamiento.
Empec¨¦ ballet a los seis a?os. Con intermitencias, danc¨¦ sobre la punta de los dedos hasta despu¨¦s de romperme un tobillo. Tres operaciones y una torpeza, desde entonces eterna, impidi¨® que volviera a dominar esas puntas. Colgu¨¦ las zapatillas rosas para consolarme con la capoeira, a la que volver¨ªa a sucumbir en cualquier momento. Claudiqu¨¦ al yoga en todas sus posibilidades. Hice pilates con aparatos en un buen lugar y todo eso lo aderec¨¦ con mucho sexo. Con estos antecedentes y una flexibilidad manifiesta para mis asuntos de cama, ahora me he dejado seducir por el boxeo. Como si quisiera rendir cuentas conmigo misma.
En cualquier foro, art¨ªculo o noticia que una sexo y boxeo, encontramos castos deportistas que dejan de tener sexo en cuanto cierran una pelea. Menos los m¨ªos. Parece que en mi caso no voy a recibir esa doctrina. Mi entrenador y su padre, ambos profesionales retirados, me miran con cara de resignaci¨®n cuando les hablo del tema. El padre, ochenta y tres a?os, todos los d¨ªas al pie del ring, contesta: "?Qu¨¦ es lo normal? ?Tener sexo o no tenerlo?" El hijo, cinco veces campe¨®n de Espa?a pluma y s¨²per pluma, sentencia categ¨®ricamente:? "Si tienes pareja, tienes sexo". La relaci¨®n entre boxeo y sexo, al menos para una reci¨¦n llegada al ring, est¨¢ marcada por el estereotipo vertido por el cine, las malas lenguas y una incultura generalizada. M¨¢s all¨¢ del ambiente lumpen imaginado con asaltos de por medio, mi relaci¨®n con boxeadores se limita a un par de amigos que entrenan desde hace d¨¦cadas. Y ahora que lo pienso, ambos est¨¢n para pergarles mordiscos en las corvas. Lo del sexo y el ejercicio est¨¢ m¨¢s que demostrado. El entrenamiento continuado supone un aumento de las hormonas que hacen nuestra vida infinitamente m¨¢s placentera: endorfinas, oxitocina y testosterona. Un chute divino que ya quisieran algunas drogas.
El deporte me ha incluido en la calidad y duraci¨®n de las relaciones sexuales
Las endorfinas son substancias naturalmente sintetizadas por el organismo. Estas morfinas naturales son liberadas por el hipot¨¢lamo y su primera funci¨®n es la de mitigar los dolores del esfuerzo. Pero adem¨¢s liberan las hormonas sexuales responsables del deseo sexual. La sensaci¨®n que producen es parecida a la de los opi¨¢ceos. Como si nos dej¨¢ramos mecer en una fumada de cannabis pero sin droga. La oxitocina es secretada por la hip¨®fisis. Provoca contracciones uterinas, de ah¨ª que se administre a las parturientas. Esta hormona es la responsable de que sintamos empat¨ªa por los dem¨¢s y tambi¨¦n se supone responsable de que los hombres caigan dormidos despu¨¦s de eyacular. Si su amante desfallece despu¨¦s de un polvo, no sufra: lo que act¨²a como narc¨®tico es tambi¨¦n lo que provoca su enamoramiento.
La testosterona es la hormona del deseo, tanto masculino como femenino. Se produce en los ¨®rganos sexuales, los t¨¦st¨ªculos y los ovarios respectivamente. Se la denomina la hormona del deseo porque ser la responsable de su aparici¨®n o su ausencia. De hecho, se est¨¢n realizando los estudios pertinentes para intentar que la administraci¨®n extra de esta hormona sirva para provocarlo. ?Pero cuidado! Diferentes estudios avalan que el cansancio producido por un exceso de deporte disminuyen la testosterona; lo cual es contraproducente para la vida sexual de cualquiera. Y son frecuentes las consultas a especialistas de personas que perdieron la libido conforme aumentaron sus d¨ªas de entrenamiento.
Hasta el m¨¢s legal de los vicios necesita ser administrado en su justa medida. Marian tiene cuarenta y ocho a?os, est¨¢ divorciada y es madre de dos hijos adolescentes. Disfruta de sus sobredosis hormonal gracias a correr cinco d¨ªas a la semana y presume de suelo p¨¦lvico por el yoga. Reconoce que su vida en general y la sexual en particular han mejorado con el ejercicio: "Desde hace diez a?os salgo a correr cinco d¨ªas a la semana. Intento alargar el tiempo y no tanto la intensidad; una o dos horas por carrera, dependiendo del tiempo del que disponga. Mi estado de ¨¢nimo es mucho m¨¢s receptivo. Mi forma f¨ªsica tambi¨¦n mejor¨® y la practica de yoga ha mejorado mucho mi suelo p¨¦lvico. El deporte me ha influido en la calidad y duraci¨®n de las relaciones sexuales. S¨ª. Estoy endorfinada perdida".
Regreso de los entrenamientos con una sensaci¨®n placentera dif¨ªcilmente comparable sin drogas de por medio. Me distingo puesta hasta las trancasde hormonas. Me las administra mi entrenador azuz¨¢ndome, corrigiendo mis malos gestos y marcando mis ejercicios: Manos, pu?etazo, baile de pies, comba, abdominales, carrera, estiramientos. Tres minutos a tope. Un minuto descansando. Vuelta a empezar. As¨ª una hora, tres d¨ªas a la semana. Ese entrenador es mi narcotraficante de hormonas; acabo puesta hasta las trancas.
Y, esta vez s¨ª, todo perfectamente legal.?
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