Fui al casting de Madrid para ser mu?eco en Disneyland Paris y me rechazaron
Buscaban ¡°personas entusiastas llenas de energ¨ªa¡± y se presentaron unos sesenta candidatos en ch¨¢ndal. Todos muy alegres y capaces de peinarse el flequillo con los pies
Buscar trabajo es siempre un co?azo. Tienes que rellenar perfiles para parecer todo lo que no eres: serio, formal, responsable, motivado¡ mientras las cookies de tu ordenador -que te conocen mejor que tu madre- dicen de ti lo contrario: en tu estanter¨ªa tienes libros de Kafka pero te pasas el d¨ªa viendo v¨ªdeos de gatos en Internet. Total, que acabas mintiendo m¨¢s que en Tinder y te das cuenta de que hay gente con la que te has acostado que sabe menos de ti que cualquiera de esas personas a las que env¨ªas tu CV inflado.
Por eso, cuando un colega me pas¨® el enlace a una oferta de empleo bajo el t¨ªtulo Casting en Madrid para trabajar dando vida a los personajes de Disneyland Paris y un cartel lleno de sonrisas, me pareci¨® realmente motivante. Estamos hablando de sonrisas con dientes tan blancos que ciegan, de esas que cierras los ojos y las sigues viendo, que te curan el glaucoma. No puedes ni leer bien la informaci¨®n del anuncio porque est¨¢s cegado de tanto diente y te parece escuchar un g?e-g?e-g?e-g?e, un sonido tenso, como de bruxismo. La banda sonora de su sufrimiento y una sonrisa como la de los chavales que te paran por la calle para pedirte que te apuntes a su organizaci¨®n. T¨² mismo sabes ponerla, lo haces en cada boda cuando la abuela te dice ¡°el siguiente eres t¨²¡±.
Me planteo ser uno de ellos. Quiero trabajar en Disneyland Paris. Todos nos hemos criado con Disney, hemos aprendido a comernos a los d¨¦biles con el Rey Le¨®n, a que a veces te van a calentar pero se van a ir con tu amigo como en El Jorobado de Notre Damme o a conseguir lo que queremos con mentiras como en Aladdin. Disney nos ha preparado para las frustraciones y males de la vida entre canciones y bailes. ?Ya es hora de delegar esos traumas a las nuevas generaciones (metido dentro de un disfraz)!
Por tama?o y por torpeza, me veo un poco como Goofy intentando imitar esa felicidad congelada de la oferta de empleo. A mi pesar, descubro que soy m¨¢s parecido a Pete, el malo de Goofy; y tras varios intentos de no sobrepasar la l¨ªnea entre aparente felicidad y cara de perturbado me acabo rindiendo. Esta es mi sonrisa, punto, no puedo esconder todo mi mal. Quiz¨¢ se cure con mi experiencia m¨¢gica al participar en un proceso de selecci¨®n para ser personaje Disney.
Todas las fotos del casting aqu¨ª
¡°Me presento all¨ª a las diez de la ma?ana. En la cola hay unos sesenta candidatos, todos en ch¨¢ndal, como un escaparate del Decathlon pero con maniqu¨ªes extra-alegres¡±
Leo que recomiendan ir en ¡°ropa c¨®moda¡± y, aunque no s¨¦ exactamente en qu¨¦ consiste el casting, me presento all¨ª a las diez de la ma?ana. En la cola hay unos sesenta candidatos, todos en ch¨¢ndal, como un escaparate del Decathlon pero con maniqu¨ªes extra-alegres. Nunca hab¨ªa visto a nadie tan contento antes de las doce del mediod¨ªa sin estar de after, lo confieso. Tan contentos y tan majos. ?Son todos majos! Se conocen entre s¨ª y como a m¨ª no me han visto nunca, se presentan y me hablan. Yo solo soy as¨ª de majo cuando tengo que pedir dinero o¡ (ahora que lo pienso, solo lo soy en ese caso). ?Querr¨¢n mi dinero?
Nos explican que si logramos el trabajo tendremos que sonre¨ªr ocho horas al d¨ªa intercalando media hora de sonrisas y media hora de descanso, porque la felicidad tambi¨¦n cansa. Te puedes pasar un d¨ªa entero llorando porque tu Esmeralda se ha ido con tu colega (en serio Jorobado de Notre Damme, ?cu¨¢nto da?o!) y todo ok. Pero para no agotarte de ser feliz necesitas descansos de media hora, cronometrando para que no se te escape el alma. Gracias Disney por ense?arnos las miserias de la vida desde peque?os.
Yo traigo de casa un esguince de rodilla y otro de dedo del pie pero deseo muy fuerte ser un personaje Disney. Siempre nos dicen eso, ?no? ¡°Des¨¦alo fuertemente y lo conseguir¨¢s¡±. Abren las puertas puntuales y entramos con nuestras sonrisas por pasillos y escaleras y m¨¢s escaleras (no tenemos la fuerza de deseo lo suficientemente fuerte al parecer) hasta llegar a una sala de baile, de esas con espejos en las que puedes ver si quien tienes atr¨¢s te mira el culo al agacharte. Ah¨ª, reconozc¨¢moslo, aparece un efecto autoerotizante si te asoma un m¨²sculo o te ves sudar.
¡°Escucho el rumor de que hay una prueba de pelucas. Si algo hemos aprendido los espa?oles de las despedidas de soltero es que todo es menos triste (no menos pat¨¦tico) con una peluca o art¨ªculo de broma encima¡±
Cuando la jefa o l¨ªder del lugar ve que me acompa?a una fot¨®grafa deja de sonre¨ªr y nos llama la atenci¨®n: ¡°no queremos reporteros¡±. Le explico que solo queremos contar un poco la experiencia de lo m¨¢gico que es el evento y responde que s¨ª, que es m¨¢gico, ¡°pero queremos guardar esta magia para nosotros¡±. Llaman magia a lo que de toda la vida se ha llamado ¡°pol¨ªtica de empresa¡± y su magia ya no es divertida, ahora es secreta y misteriosa. Pasan de ser Juan Tamariz a Anthony Blake. La jefa o l¨ªder del lugar pasa de amable tetera de La Bella y la bestia a la ¡°pulpa¡± de La Sirenita. Nos manda fuera del casting, vaya.
Pero no me rindo, lo sigo deseando muy fuertemente. Por los pasillos escucho el rumor de que hay una prueba de pelucas y si algo hemos aprendido los espa?oles de las despedidas de soltero es que todo es menos triste (no menos pat¨¦tico) con una peluca o art¨ªculo de broma encima. Intentamos buscar la sala de las pelucas para compensar la bajona. Por lo visto el casting tiene tres partes. Una primera que consiste en imitar a varios personajes: un vaquero (andar como si te acabases de depilar con cera los test¨ªculos), un pirata (lo mismo pero con pata de palo) y un personaje libre que te inventes t¨² mismo (yo habr¨ªa hecho un pirata que se acaba de depilar los test¨ªculos).
Vemos salir a los primeros rechazados. Flipo con que hayan eliminado a seres capaces de peinarse el flequillo con los dedos de los pies, el¨¢sticos, que saben bailar y dar saltos mientras t¨² te lo piensas dos veces cuando te cae una moneda al suelo (¡°por unos c¨¦ntimos no me agacho¡±) debido a tu baja forma cercana a la invalidez. Bueno, eso, que hay una prueba de baile, una entrevista y al fin la prueba de pelucas, pero nosotros lo vivimos desde fuera. Disney nos hace bajar a la puerta a esperar al resto de ¡°rechazados¡± pero en el fondo lo pasamos mejor en la puerta. Est¨¢n tan contentos los seleccionados (firman un papel de secret¨ªsimo profesional) como los que no lo han logrado.
Y ahora es cuando viene la parte Disney del relato, la moraleja amable y odiosa que estabas esperando. Y es que conoc¨ª a tanta gente tan genial y amable que me pregunto ¡°?qu¨¦ es esto que tengo en la boca?¡± ?Son mis dientes! Estoy sonriendo de verdad, afortunado de haber conocido aut¨¦nticas princesas Disney. Que s¨ª, que es un concepto heteropatriarcado y rancio total pero sabes a lo que me refiero. Rechazado por Disney, no me van a decir que lo que puedo o no puedo ser, ya no quiero ser Goofy, me llaman m¨¢s la atenci¨®n las princesas, pero no las de 1?80 y melena rubia. Yo ser¨¦ la princesa Disney que me salga de los cojones. La m¨¢s tullida, con mi vestido de Minnie Mouse.
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