Di¨¢logo y negociaci¨®n
Mediaci¨®n es pedir al Govern que vuelva a la ley y la Constituci¨®n
Proliferan estos d¨ªas llamadas al di¨¢logo, la mediaci¨®n e incluso la negociaci¨®n entre el Gobierno de Espa?a y el Govern catal¨¢n ¡ªnacionales, internacionales, de la sociedad civil, de autoridades, hasta de la Iglesia¡ª. Muchas de ellas son bienintencionadas y de buena fe; otras, sin embargo, no lo son, pues claramente responden a estrategias de propaganda que buscan crear un clima de opini¨®n que se?ale al Gobierno como autoritario, inflexible, cerrado al di¨¢logo y, en ¨²ltimo extremo, responsable de la tensi¨®n que vivimos.
A los primeros les decimos que en EL PA?S, como no pod¨ªa ser de otra manera, estamos a favor del di¨¢logo. Por supuesto, tambi¨¦n de la negociaci¨®n como m¨¦todo para resolver los problemas e incluso de la mediaci¨®n a cargo de terceros si esta demuestra su utilidad. Pero tambi¨¦n les decimos que para que esas palabras no sean vac¨ªas o incluso contraproducentes con los objetivos que se quieren alcanzar, hay que definir cuidadosamente qu¨¦ se entiende por di¨¢logo, sobre qu¨¦ versa la negociaci¨®n y qui¨¦n es un mediador leg¨ªtimo. Y tambi¨¦n les pedimos que ayuden a desenmascarar a los oportunistas del di¨¢logo, a los que hacen pol¨ªtica con el supuesto di¨¢logo, cuya intenci¨®n es confundir y manipular a la opini¨®n p¨²blica para poner en riesgo a¨²n m¨¢s nuestra convivencia democr¨¢tica, ya sometida a considerables tensiones. En el campo de los que se apuntan al llamado di¨¢logo hay que anotar tambi¨¦n a los demagogos de toda orientaci¨®n, a los que se reservan el papel de bueno en todas las pel¨ªculas y a quienes utilizan la palabra di¨¢logo como refugio de su equidistancia o de su banalidad. El di¨¢logo que todos ellos proponen, lejos de ayudarnos a hablar, genera frustraci¨®n entre los ciudadanos y desprestigia un m¨¦todo de tant¨ªsimo valor.
El verdadero di¨¢logo, mediaci¨®n o negociaci¨®n no es un mero acto de voluntad y tiene que darse en circunstancias que permitan al menos augurar un resultado. No se puede hacer para la galer¨ªa, sino con sincera disposici¨®n al acuerdo. Ha de ser realista, respetando las reglas de juego y con planteamientos acordes con objetivos factibles. El di¨¢logo que apoyamos en el caso de Catalu?a solo puede tener lugar una vez que se restaure el orden constitucional y el normal funcionamiento de las instituciones democr¨¢ticas. Esa es la prioridad absoluta e innegociable a la que ning¨²n Estado democr¨¢tico puede renunciar. Lo contrario ser¨ªa someterse a un chantaje basado en la presi¨®n callejera, la ilegalidad m¨¢s flagrante o la apropiaci¨®n de las instituciones de todos para ponerlas al fin de la subversi¨®n del Estado de derecho.
Hoy por hoy, la Constituci¨®n espa?ola no solo no ampara el derecho de secesi¨®n, sino que obliga a todos los poderes del Estado a preservar la unidad del Estado y garantizar que la soberan¨ªa siga en manos de todo el pueblo espa?ol. Aceptar un di¨¢logo, mediaci¨®n o negociaci¨®n conducente a un refer¨¦ndum legal y pactado que incluyera la opci¨®n vinculante de la secesi¨®n de Catalu?a supondr¨ªa abrir una negociaci¨®n de reforma constitucional entre el Gobierno espa?ol y la Generalitat de Catalu?a, cosa que el Gobierno no puede hacer unilateralmente y menos bajo presi¨®n o mediaci¨®n internacional. El ¨²nico sujeto que puede reformar la Constituci¨®n es el Congreso de los Diputados?¡ªdonde, por cierto, tambi¨¦n est¨¢n representados los catalanes¡ª, a lo que habr¨ªa que sumar la ciudadan¨ªa espa?ola, que preceptivamente deber¨ªa ser consultada en refer¨¦ndum. Culpar al Gobierno por no prestarse a ese supuesto di¨¢logo es una falsificaci¨®n de la realidad. Rajoy no puede ni debe negociar nuestra Constituci¨®n. Nadie deber¨ªa confundir la demanda reiterada por nuestra parte de un proyecto pol¨ªtico ambicioso y generoso por parte del Ejecutivo con una sugerencia a un di¨¢logo sobre aquello de lo que no puede dialogar.
Alentar las esperanzas de que el di¨¢logo ayudar¨¢ a la causa independentista es un grave error. Como se demostr¨® el mi¨¦rcoles en el Parlamento Europeo, la mediaci¨®n m¨¢s ¨²til que se puede hacer, y que el resto de las fuerzas pol¨ªticas con representaci¨®n parlamentaria e instituciones de la sociedad tiene que imitar, es recordar al Govern que el camino de la declaraci¨®n unilateral de independencia no tiene ning¨²n recorrido, ni en Espa?a ni fuera de ella, y que ser¨ªa un absoluto disparate que provocar¨ªa da?os considerables, pol¨ªticos, econ¨®micos y de convivencia. Ese es el papel de Europa, no otro; desde luego, no la absurda funci¨®n de mediador que Iglesias o Colau pretenden para negar la soberan¨ªa de Espa?a. Instar al Govern a volver a la Constituci¨®n y a la legalidad para plantear dentro de ella sus demandas de mejor o mayor autogobierno es el mejor favor que todos los dem¨®cratas, dentro y fuera de Espa?a, pueden hacer a nuestra democracia y a nuestra convivencia. Con ese objetivo, dialogar s¨ª, negociar tambi¨¦n, mediar tambi¨¦n. Dentro de la Constituci¨®n, incluso para cambiarla.
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