Breve elogio al descampado
La po¨¦tica de los 'terrains vagues'
Se deber¨ªa tener tiempo para gozar y pensar en esa especie de regiones desalojadas en las periferias urbanas, pero tambi¨¦n en plena ciudad, entre las formas plenamente arquitecturizadas, a la manera de intermedios territoriales olvidados por la intervenci¨®n o a su espera. Algunos arquitectos han demostrado por esa realidad ¨Cel terrain vague¨C una fascinaci¨®n especial, como el catal¨¢n Ignasi de Sol¨¤-Morales o el quebequ¨¦s Luc Lev¨¦sque. Atracci¨®n estupefacta por lugares amn¨¦sicos a los que la ciudad no ha llegado o de los que se ha retirado y que encarnan bien una representaci¨®n f¨ªsica inmejorable del vac¨ªo absoluto como absoluta disponibilidad. Una pura intemperie, en la que uno se va encontrando, entre una naturaleza desapacible, escombros, esqueletos de coches, casas en ruinas y los m¨¢s inveros¨ªmiles objetos perdidos o abandonados.
El concepto de terrain vague es sin duda el indicado para reflejar la ambig¨¹edad y la multiplicidad de significados de lugares, territorios o edificios que participan de una doble condici¨®n: por un lado, vague en el sentido de vacante, vac¨ªo, libre de actividad, improductivo, obsoleto; por el otro, vague en el sentido de imprecisos, indefinidos, vagos, sin l¨ªmites determinados¡ Esas zonas no domesticadas y pasionales parecen conectarse entre s¨ª a trav¨¦s de senderos que han trazado los propios caminantes.
Quien lo percibi¨® de manera creativa fue Robert Smithson, un artista que invent¨® lo que llam¨® earthwork, en concreto la serie Monuments of Passaic, de 1967, basada en una excursi¨®n por los alrededores marginales de su ciudad, Passaic, Nueva Jersey. A esa regi¨®n disgregada, ¡°panorama cero¡±, la llama no en vano non-site. La obra es una pieza interminable, hecha con los objetos obtenidos en el viaje, las fotograf¨ªas, los v¨ªdeos, los mapas, las anotaciones del artista, pero tambi¨¦n de quienes acudieron a su invitaci¨®n de llevar a cabo id¨¦ntico desplazamiento a ese lugar sin lugar, para gozar de sus extra?os monumentos. V¨¦ase el cat¨¢logo de la exposici¨®n sobre ¨¦l que hicieron en el IVAM de Valencia en 1993 y tambi¨¦n el de la exposici¨®n En tr¨¢nsito, en la misma instituci¨®n, que se pudo visitar en 2015, con obras de otros artistas, todas ellas dedicadas a los paisajes con escombros.
Tambi¨¦n noto esa elocuencia secreta de los descampados la est¨¢ notando Francesco Careri, el autor de un libro fundamental: Walkspaces. El caminar como pr¨¢ctica est¨¦tica. Careri es el animador de un colectivo de arte urbano que se llama Stalker y que se dedica a deambular por descampados encontrando objetos portentosos, una especie de derivas situacionistas por suburbios abandonados de cualquier ciudad.
Este grupo adopta el nombre de una pel¨ªcula indispensable: Stalker, de Andrej Tarkowsky (1979), basada a su vez en una de las magn¨ªficas expresiones de la literatura de ciencia-ficci¨®n sovi¨¦tica: Picnic al borde del camino, de Arkadi Strugatski y Boris Strugatski (Emec¨¦). La obra narra la historia de unos extraterrestres incomprensibles que aterrizan para hacer un picnic y que al partir dejan abandonados unos misteriosos desperdicios que convierten el lugar en un sitio portentoso y terrible, dotado de conciencia y al que se le debe temor y respeto. Los stalkers son precisamente personajes que se aventuran a penetrar en ese paraje en descomposici¨®n ¨Cla Zona¨C en que se encuentran desperdigados los misteriosos despojos, algunos de reputadas cualidades m¨¢gicas.
Por ¨²ltimo, tenemos el homenaje que Nani Moretti le rinde a Pier Paolo Pasolini en Caro diario (1993). A Pasolini y al descampado en que le mat¨® un chapero. Pasolini es el director de los descampados, esas comarcas sin nada a las que hac¨ªa jugar un papel tan importante en films dirigidos ¨CAccatone, Mamma Roma, Uccellacci e uccellini...¨C o en sus guiones, como el de Le notti di Cabiria, de Fellini. Son esos espacios por los que merodean personajes siempre extra?os y ambiguos, generando caminos y atajos por los que tienen lugar todo tipo de actividades clandestinas, amores s¨®rdidos y los cr¨ªmenes m¨¢s atroces, entre ellos ¨Cno se olvide¨C el suyo propio. En efecto, el cuerpo de Pasolini apareci¨® asesinado el 2 de noviembre de 1975, en ese paraje abandonado a unas decenas de metros de la playa de Ostia, que es el que desemboca el viaje en vespa de Moretti en Caro diario, id¨¦ntico al que Pasolini hab¨ªa descrito en su novela Una vida violenta (Seix Barral).
Esos descampados, territorios residuales en los que no hay nada: ni pasado, ni futuro, nada que no sea el presente, hecho diagrama, de quienes los cruzan. Espacios tambi¨¦n para el juego, porque, pareciendo decr¨¦pitos, acaso son en realidad la infancia de todo territorio
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