C¨®mo mantener la templanza en tiempos agitados
A diferencia del miedo o de la ira, la templanza no nos surge de manera natural ante las amenazas; requiere tiempo y muscular partes de nuestro cerebro menos r¨¢pidas
Necesitamos templanza cuando tenemos problemas o cuando vivimos tiempos agitados. Es lo que nos permite enfriar las emociones, pensar con claridad y tomar decisiones m¨¢s inteligentes a pesar de las circunstancias. Sin embargo, la templanza cuesta mucho. M¨¢xime cuando las cosas nos duelen o cuando somos parte de un grupo en el que los sentimientos est¨¢n a flor de piel. A diferencia del miedo o de la ira, la templanza no nos surge de manera natural ante las amenazas. Requiere tiempo y muscular partes de nuestro cerebro que no son tan r¨¢pidas, como explica Daniel Goleman en su libro Inteligencia Social.
Cuando recibimos una informaci¨®n del medio, se activan dos v¨ªas en nuestro cerebro: la v¨ªa inferior, donde se encuentran los centros emocionales, el cuerpo y los sentidos; o la v¨ªa superior, donde se localiza nuestro razonamiento. Entre las dos est¨¢ la corteza orbitofrontal, que es la que calibra ambas zonas en la toma de decisiones. Pues bien, cuando vemos im¨¢genes que nos asustan, nos horrorizan o nos fascinan, la primera v¨ªa que entra en funcionamiento es la inferior. Y es muy, muy r¨¢pida, debido a las neuronas que la pueblan, las fusiformes, que tienen forma de huso, son hasta cuatro veces mayores en dimensi¨®n que las neuronas medias y son responsables del contagio emocional entre las personas. Su tama?o y forma hacen, adem¨¢s, que se comuniquen m¨¢s r¨¢pido que ninguna, hasta en 500 milisegundos.
Junto con la v¨ªa inferior est¨¢ la v¨ªa superior, la del cerebro pensante y lo que nos diferencia del resto de los mam¨ªferos. El problema es que es m¨¢s lenta y le cuesta despertar cuando se viven fuertes sentimientos a nivel individual o colectivo. Las emociones compartidas en grupos a los que pertenecemos tienen mayor resonancia, son m¨¢s intensas y dejan nuestro cerebro pensante al ralent¨ª. Y el motivo es la supervivencia. Si ve¨ªamos a alguien con cara de miedo correr, ten¨ªamos m¨¢s probabilidades de salir con vida si tambi¨¦n nosotros nos asust¨¢bamos y sal¨ªamos corriendo. L¨®gicamente, este mecanismo de contagio no siempre resulta pr¨¢ctico, como ocurre en la adolescencia, por ejemplo, en la que se imitan cosas poco aconsejables, o en situaciones de p¨¢nico o de ira colectiva, cuando nos podemos dejar arrastrar sin que tenga necesariamente mucho sentido.
Ahora bien, aunque nuestros instintos y emociones sean tan r¨¢pidos y tan poderosos, tambi¨¦n podemos poner un poquito de sentido com¨²n. Cuando no nos dejamos llevar por lo primero que se nos pasa por la cabeza, despertamos la v¨ªa superior, activamos las zonas prefrontales de nuestro cerebro y comenzamos a entrenar la templanza. Se puede fortalecer si utilizamos mecanismos que nos ayuden a parar, a reflexionar y a tomar distancia. Por una parte, necesitamos reducir el impacto de la v¨ªa inferior observando las emociones sin caer en ellas, transform¨¢ndolas a trav¨¦s del deporte o del ejercicio f¨ªsico, o protegi¨¦ndonos cuando el grupo al que pertenecemos est¨¢ en una espiral emocional intensa. Por otra parte, necesitamos activar la v¨ªa superior accediendo a otros puntos de vista, evitando comentarios incendiarios que nos alimentan emociones poco saludables, estableciendo planes de acci¨®n realistas y relativizando lo que nos ocurre.
En definitiva, la templanza es la conquista de nuestros instintos y de nuestras emociones b¨¢sicas. El miedo tiene tendencia a agrandar y a deformar la realidad, m¨¢xime si se vive de una manera colectiva. La templanza, sin embargo, neutraliza su impacto, pero para ello necesitamos conocernos a nosotros mismos, a nuestras trampas y a nuestros recursos. Si despertamos la v¨ªa superior, seremos capaces de contemplar nuestros problemas con distancia suficiente para identificar m¨¢s opciones y vivirlas con mayor serenidad. O, parafraseando a Cicer¨®n, si desarrollamos templanza, tendremos uno de los mejores capitales que podemos poseer. Aprovechemos los problemas y los tiempos agitados para entrenarla.
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