La vida tr¨¢gica y lujosa del perro m¨¢s famoso del mundo de la moda
El compa?ero m¨¢s fiel de Yves Saint Laurent en sus a?os m¨¢s tempestuosos fue un bulldog franc¨¦s. Vivi¨® en la opulencia, pero muri¨® desdichadamente
Se llamaba Moujik (que significa "campesino" en ruso), era un bulldog franc¨¦s y fue, posiblemente, uno de los mayores confidentes de Yves Saint Laurent, el dise?ador m¨¢s influyente del siglo XX. Y lo fue durante la d¨¦cada m¨¢s turbulenta de la vida del dise?ador, los a?os ochenta. Basta echar un vistazo a cualquier imagen de la vida privada del modisto en aquellos a?os para encontrar una y otra vez la presencia de aquel perro blanco con manchas negras, patitas cortas y cabeza prominente: encaramado a su escritorio, dormitando junto a las costureras, curioseando entre modelos y tejidos o, simplemente, mirando desafiante a la c¨¢mara con un gesto mucho m¨¢s decidido que su due?o, que siempre fue un t¨ªmido irredento.
En la pel¨ªcula 'Saint Laurent', el dise?ador queda inconsciente tras una noche de drogas. Moujik ingiere accidentalmente un amplio surtido de drogas. Cuando el modisto despierta, Moujik agoniza de sobredosis
¡°Somos distintos, cada uno a nuestra manera, pero lo importante es que tenemos los mismos gustos¡±, lleg¨® a declarar Saint Laurent (Ora, Argelia, 1936- Par¨ªs, Francia, 2008). Y a?adi¨®: ¡°Por ejemplo, a Moujik le gustan ciertos materiales. No es broma: el sonido del tafet¨¢n de seda desenroll¨¢ndose le pone fren¨¦tico¡±.
Hoy, los animales de compa?¨ªa de las estrellas de la moda comparten fama, fotos de Instagram y hashtags con sus propietarios: Neville, el bull terrier de Marc Jacobs, tiene 208.000 seguidores en su cuenta de Instagram, y la gata de Karl Lagerfeld, Choupette, genera beneficios millonarios al aparecer en campa?as publicitarias adem¨¢s de tener una l¨ªnea de cosm¨¦tica con su nombre.
Sin embargo, Moujik supo ser un adelantado a su tiempo: su nombre ya se menciona en art¨ªculos publicados en los ochenta en publicaciones como AD o The New York Magazine, y en 1986 fue inmortalizado por Andy Warhol en una pintura que, seg¨²n Saint Laurent (se lo dijo al escritor Edmund White), fue la ¨²ltima obra que el genio del arte pop firm¨® antes de morir. Una de las versiones de aquella pintura, por cierto, se vendi¨® por 158.500 d¨®lares (134.300 euros) en una subasta celebrada en Christie¡¯s en 2012.
Pero a Moujik le esperaba un final inesperado y abrupto. Seg¨²n la versi¨®n oficial, y la m¨¢s extendida, no sobrevivi¨® a la picadura de un escorpi¨®n en el jard¨ªn de Majorelle, la fastuosa propiedad que Yves Saint Laurent y Pierre Berg¨¦, su pareja y socio empresarial, ten¨ªan en Marrakech.
Hay otra versi¨®n tambi¨¦n bastante accidental. En Saint Laurent, una pol¨¦mica pel¨ªcula biogr¨¢fica que Bertrand Bonello estren¨® en 2015, el fallecimiento del can aparec¨ªa retratado de un modo mucho m¨¢s violento. En la pel¨ªcula, el dise?ador, interpretado por Gaspard Ulliel, queda inconsciente tras una noche de drogas y excesos con su amigo de juergas y amante ocasional Jacques de Bascher (interpretado por Louis Garrel), y Moujik ingiere accidentalmente un amplio surtido de drogas de dise?o. Cuando el modisto despierta, Moujik agoniza de sobredosis.
La escena, una de las m¨¢s violentas e inc¨®modas de la pel¨ªcula, enfureci¨® enormemente a Pierre Berg¨¦, responsable desde el fallecimiento de Saint Laurent en 2008 de custodiar el patrimonio del dise?ador. Tampoco est¨¢ claro que la secuencia fuera algo m¨¢s que una licencia po¨¦tica de Bonello, porque en ning¨²n otro lugar se describe as¨ª la muerte de Moujik.
Lo que s¨ª est¨¢ claro es que el fallecimiento de su fiel bulldog fue un golpe duro para Saint Laurent en una de las ¨¦pocas m¨¢s oscuras y confusas de su vida, durante la espiral de adicciones y episodios depresivos que recre¨® Bonello en su pel¨ªcula. Sea o no verdad todo lo que contaba el largometraje, lo cierto es que en aquellos a?os el modisto ya hab¨ªa adquirido la costumbre de parapetarse tras un entorno de allegados entre los que estaban sus amigas Loulou de la Falaise y Betty Catroux, pero tambi¨¦n Moujik.
Yves Saint Laurent era un hombre de rituales. Siempre trabajaba con una bata blanca, apenas se despojaba de sus inconfundibles gafas de pasta, se inspiraba escuchando a Maria Callas y, al final del d¨ªa, se evad¨ªa del estr¨¦s con los juegos de su bulldog. ¡°Cuando estoy paralizado por la angustia, miro a Moujik¡±, hab¨ªa contado a?os antes. ¡°Y, despu¨¦s de un d¨ªa de trabajo, me divierte, me hace sentir bien¡±.
En una ¨¦poca en que su empresa experimentaba un enorme crecimiento comercial, el equilibrio mental de Saint Laurent era imprescindible. Y el fallecimiento de Moujik era una tragedia en regla para esa misma estabilidad empresarial. Cuando fallece Moujik (a finales de los ochenta), la pel¨ªcula de Bonello cuenta c¨®mo Pierre Berg¨¦ invierte una cantidad considerable de tiempo y esfuerzos para encontrar un sustituto id¨¦ntico con el objetivo de consolar y satisfacer a Saint Laurent.
Lo corrobora la menos ortodoxa de sus bi¨®grafas, Alicia Drake, en una obra de arte del cotilleo del mundo de la moda llamada The Beautiful Fall: ¡°Cada vez que uno de sus bulldogs franceses mor¨ªa, Yves Saint Laurent pasaba el duelo, compraba otro y le llamaba de nuevo Moujik¡±. Pierre Berg¨¦ se encargaba personalmente de seleccionar los ejemplares de bulldog para que fueran lo m¨¢s parecidos posibles a aquel Moujik que inici¨® la saga.
Por eso, a partir de los a?os noventa, en que las alusiones a Moujik se multiplican en textos y testimonios, es complicado adivinar de qu¨¦ Moujik se habla. Por ejemplo, en un art¨ªculo publicado en Vogue en 1994, la periodista contaba c¨®mo, durante una visita al estudio del dise?ador, Moujik se hab¨ªa dedicado a mordisquearle met¨®dicamente los tobillos. ?Era el segundo o el tercer Moujik? Es dif¨ªcil saberlo.
Moujik (todos los Moujik) ten¨ªa carta blanca para jugar en el taller de costura y con el paso de los a?os se convirti¨® en una presencia habitual en los retratos que los medios hac¨ªan de un dise?ador crecientemente huidizo, inaccesible e introvertido. Por el contrario, s¨ª tenemos abundante material de Moujik IV, que vivi¨® los ¨²ltimos momentos de la vida de su due?o, y estuvo presente tambi¨¦n en los actos posteriores.
Hay im¨¢genes que testimonian su presencia, por ejemplo, en la subasta de 2009 en la que Pierre Berg¨¦ vendi¨® la colecci¨®n de arte y antig¨¹edades que ¨¦l y Saint Laurent hab¨ªan reunido durante d¨¦cadas. Mientras los asistentes pujaban por obras de mondrians y picassos, Moujik IV dormitaba entre las butacas bajo la atenta mirada de Philippe Mugnier, el asistente personal y hombre de confianza del modisto. Acudi¨® asimismo a Marrakech con motivo del traslado a Majorelle de las cenizas del modisto.
Tambi¨¦n estuvo en la inauguraci¨®n de la placa que el ayuntamiento parisino instal¨® en el edificio de la Rue Babylone, donde el inventor del esmoquin femenino ten¨ªa su apartamento y su biblioteca personal.
Ese fue el mismo apartamento en el que, tal vez sin ser consciente de ello, una estirpe de simp¨¢ticos bulldogs se convirtieron en el ansiol¨ªtico imprescindible de una de las personalidades m¨¢s impredecibles (y literarias) de la historia de la moda.
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