Europa respira

Durante unos pocos d¨ªas Catalu?a ha sido el mayor dolor de cabeza de la Uni¨®n Europea. Tras cinco a?os sin atenci¨®n internacional, al fin el conflicto entre Barcelona y Madrid ha emergido como un problema europeo de un potencial destructivo mayor incluso que el Brexit. Esto es lo que quer¨ªan los dirigentes del proc¨¦s, pero justo cuando se asomaban al abismo han tomado conciencia del desperfecto que estaban punto de perpetrar, no en Espa?a, como desea parte del secesionismo, sino en el proyecto de integraci¨®n europea, que es la idea pol¨ªtica m¨¢s preciosa y civilizada imaginada por la humanidad en toda su historia.

Europa no se pod¨ªa permitir una secesi¨®n insurreccional que infectara el continente en la zona de m¨¢xima estabilidad de sus fronteras. De ah¨ª la contundencia de los mensajes dirigidos a Puigdemont respecto al Estado de derecho y al cumplimiento de los deberes constitucionales. Retirar la declaraci¨®n unilateral de independencia (DUI), invalidar el plebiscito del 1-O y dar por no aprobadas las leyes de desconexi¨®n son requisitos para el regreso a la normalidad democr¨¢tica y a la posibilidad de un di¨¢logo sobre el futuro de Catalu?a. No ha sido Rajoy quien se lo ha dicho a Puigdemont, sino Europa entera.

Solo faltaba que el independentismo catal¨¢n evocara el caso de Eslovenia, como modelo de una secesi¨®n a plazos, a partir de un refer¨¦ndum con mediaci¨®n europea final. Era mentar la bicha. Los 74 muertos y 300 heridos de la guerra de diez d¨ªas entre serbios y eslovenos fueron solo el aperitivo de las guerras yugoslavas (diez a?os, 130.000 muertos, cuatro millones de desplazados), que nos recordaron el pasado de sangre y fuego del que venimos.

Hay un balance de da?os que ya pesa gravemente sobre los catalanes. Catalu?a tiene hoy menos poder efectivo, econ¨®mico sobre todo, pero tambi¨¦n pol¨ªtico y de influencia. Sin entrar en el desprestigio de sus instituciones, especialmente de la presidencia, tras culminar los cinco a?os de desgobierno con una falsa declaraci¨®n de independencia, una aut¨¦ntica exhibici¨®n de fake news capaz de alejar por una larga temporada la atenci¨®n de la opini¨®n internacional despu¨¦s de mantenerla en vilo durante las ¨²ltimas semanas.

Esto se ha acabado. La gloria de Puigdemont ha durado ocho segundos, entre la frase en que asume los resultados del plebiscito y la siguiente en que declara la suspensi¨®n de la independencia que no lleg¨® a nacer. Este instante es el tiempo de vida de la rep¨²blica y de Puigdemont como su jefe de Estado. El fruto m¨¢s precioso de esta aventura es que el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, se le dirigiera directamente para conminarle a eludir el paso irreversible que iba a dar y no dio. Hemos transgredido la prohibici¨®n de Tarradellas: sobre todo no hagamos el rid¨ªculo.

Ahora Europa solo espera una cosa, no de Puigdemont sino de Rajoy. Que lo haga bien. Que no se equivoque. Que no humille a nadie. Que regrese con los catalanes de la mano al m¨¦todo europeo por excelencia, que es el del di¨¢logo, la negociaci¨®n y el pacto.