Belleza asim¨¦trica
QUERIDO IWAO. No nos conocemos en persona, pero veo tu programa de televisi¨®n desde hace a?os. Me gusta la cocina japonesa y me gusta, sobre todo, ese compromiso nip¨®n en tus dedos; la forma de armar los platos como si bordaras el nombre de un hijo en un uniforme de escuela. En cualquier caso, no es eso lo que quiero agradecerte ahora. Escribo, en realidad, para hablar de aquella vez en la que dijiste al pasar una frase que no olvido: ¡°Es bello lo completamente sim¨¦trico, como lo es lo profundamente asim¨¦trico¡±. Despu¨¦s seguiste hablando y disponiendo piezas de sushi en una base de loza, pero esa l¨ªnea ya hab¨ªa sido soltada al aire. Esa es la receta que aprend¨ª./
He crecido sobre la pregunta de la simetr¨ªa. Si yo fuera un iceberg, ¡°simetr¨ªa¡± ser¨ªa una de las pocas palabras que estar¨ªan debajo sosteniendo todo. Nac¨ª con una cara en cierto modo irregular, y desde el momento en que me reconoc¨ª distinta la belleza se convirti¨® en algo mayor que una cualidad. Era, m¨¢s bien, un registro ontol¨®gico: una concepci¨®n que originaba mundos, y a la que deb¨ª sobreponerme, con m¨¢s o menos eficacia, a lo largo de toda la vida. Porque mis d¨ªas corr¨ªan con normalidad ¡ªtuve novios, amigos, marido, hijo, separaci¨®n, un amor nuevo: bail¨¦, querido Iwao, la danza esp¨¢stica que bailamos todos¡ª, pero adentro hab¨ªa un miasma con el que luchaba cada vez que un comentario me arrojaba, como una resaca, a los m¨¢rgenes de lo deseable.
Dijiste al pasar una frase que no olvido: ¡°Es bello lo completamente sim¨¦trico, como lo es lo profundamente asim¨¦trico".
¡°La belleza es simetr¨ªa¡±, dec¨ªan los personajes de Nip/Tuck, esa serie de cirujanos pl¨¢sticos. ¡°En toda cultura, simetr¨ªa y belleza parecen consustanciales¡±, dice el f¨ªsico Leon Lederman en su libro La belleza y la simetr¨ªa del universo. Inventos de la pantalla y acad¨¦micos centrados en el cosmos coincidieron siempre en que los modelos pares son, en s¨ªntesis, tranquilizadoras fuentes de placer. Frente a eso, Iwao, no alcanzaba con hacerme amar o con tirarme a un batall¨®n de se?ores. Yo necesitaba un principio filos¨®fico, un vector que me pusiera en l¨ªnea con las armon¨ªas del mundo.
Y entonces apareciste vos con tu verdad al paso mientras trabajabas con las piezas de arroz. Y s¨¦ que al escucharte sent¨ª que algo, al fin, se acomodaba.
En Jap¨®n ¡ªlo sabr¨¢s¡ª hay una t¨¦cnica que representa lo que para m¨ª ocurri¨® esa tarde. Se llama kintsugi, y consiste en tomar una cer¨¢mica rota y ¡ªen vez de recomponerla intentando disimular las grietas¡ª pegar y resaltar las uniones entre las partes con resina espolvoreada con oro: transformar el error en el origen del arte. Debe ser que en Jap¨®n, con tanto sismo, han debido aprender a construirse en la falla. Pero m¨¢s all¨¢ de las razones, creo que eso ¡ªkintsugi¡ª es lo que hiciste conmigo. Luego terminaste el plato y fuiste a tanda comercial, pero yo me qued¨¦ a tu lado, incompleta y tranquila. De esa rara entereza nace hoy mi gratitud.
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