Orgullo hispano
La bandera de Espa?a es moderna y no viene mal que la gente tome las calles para clamar concordia, paz y orden legal
La ira enloquecida de los independentistas y la resistencia abnegada de los que en Catalu?a se sienten catalanes y espa?oles o incluso m¨¢s cosas, nos est¨¢n devolviendo el orgullo como pa¨ªs. Tras casi cuarenta a?os en los que nos hemos cre¨ªdo la cantinela de la izquierda pretecnol¨®gica y hemos escondido las banderas, ahora todas las ciudades y pueblos se han llenado de ellas y en tal profusi¨®n, que es imposible pensar que todos los abanderados somos de derechas, por mucho que numerosos intelectuales sesentayochistas sigan expresando su aversi¨®n a nuestro principal s¨ªmbolo constitucional, considerando admisible y cool cualquier ense?a auton¨®mica, republicana (preconstitucional) o incluso reivindicativa.
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Pero no solo son las banderas. A m¨ª mismo tampoco me apasionan. Lo importante es la recuperaci¨®n de un cierto orgullo patrio en un pa¨ªs que vive un interminable noventa y ocho, una tierra que se refocila en el pesimismo y la desgana. Da igual que seamos pioneros en energ¨ªas renovables e infraestructuras, que seamos los m¨¢s solidarios y hospitalarios, que nuestra cultura influya en artistas de todo el mundo desde hace siglos, que vivamos en paz, prosperidad y riqueza desde que recuperamos la libertad. Ya s¨¦ que hay problemas, que mucha gente lo pasa mal, pero en todo, en todo, estamos entre los diez primeros de la clase o sea, del mundo. Entre los diez de m¨¢s de doscientos. Tambi¨¦n en lucha contra la violencia machista y en descentralizaci¨®n y derechos civiles.
Y lo hemos hecho, lo estamos haciendo, entre todos. Y no desde ahora, sino despu¨¦s de quinientos a?os de asombrar al mundo y de a veces -menos veces- avergonzarlo, de alcanzar hitos que a todos nos han mejorado y, c¨®mo no, de tener por todas partes del orbe m¨¢s de seiscientos millones de hermanos con los que compartimos lengua y cultura, pero tambi¨¦n ansias de libertad, valores democr¨¢ticos, seguridad jur¨ªdica y respeto a la ley.
La amenaza y el miedo nos han devuelto a la realidad de pensar que amamos la libertad, que no queremos fronteras ni odios
Pero no solo hemos constatado ahora, tras esta amenaza de los m¨¢s xen¨®fobos, que la bandera de Espa?a es moderna o que nuestra patria es motivo de orgullo y que un Rey ejemplar y social se ha ganado el afecto y el respeto de la mayor¨ªa. Sabemos tambi¨¦n que nuestros principales partidos, alejados del extremismo y el c¨¢lculo interesado, pueden ponerse de acuerdo en lo esencial porque, sin saberlo al parecer, siempre han compartido principios e ideales. Podr¨¢n tener diferentes f¨®rmulas para alcanzar la felicidad pero pretenden parecidas cosas y los espa?oles recibimos con alegr¨ªa -y alivio- el entendimiento.
Tampoco viene mal que la gente tome las calles para clamar concordia, paz y orden legal o que se manifieste sonoramente el rechazo a los reyes del grito y del escrache. Pensaban que la raz¨®n y la gente estaban de su lado, pero ni la gente ni la raz¨®n son patrimonio de nadie.
And¨¢bamos desorientados y desanimados y va a resultar que la amenaza y el miedo nos han devuelto a la realidad de pensar que amamos la libertad, que no queremos fronteras ni odios, que nos gusta el mundo y la diversidad y que tenemos que gritar, y gritarnos, que somos una gran naci¨®n de pueblos juntos y unidos. Una pancarta dec¨ªa estos d¨ªas together stronger y no hace falta saber ingl¨¦s para sentir que juntos ?somos m¨¢s fuertes pero, sobre todo, mucho m¨¢s sabios y mejores!
Jes¨²s Andreu es director de la Fundaci¨®n Carolina.
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