El bum del ¡®boom¡¯
La graf¨ªa del espa?ol ha sido derrotada paulatinamente por su equivalente inglesa
Las onomatopeyas son palabras creadas de o¨ªdo. Quiz¨¢s los idiomas nacieron de ellas, gracias a los sonidos que evocaban el viento, los truenos o los animales.
Usamos dos tipos de onomatopeyas (del griego onomatopoi¨ªa): las que se forman con un significado concreto a partir de una percepci¨®n sonora relacionada con ¨¦l (por ejemplo, ¡°murmullo¡±, ¡°tintineo¡±, ¡°tiritar¡±...) y las que intentan reproducirlo: (¡°el puente hizo catacrac¡±, ¡°ya oigo el tictac¡±, ¡°ay, qu¨¦ vaca tan salada, tol¨®n tol¨®n¡±).
El espa?ol dispone de onomatopeyas hermos¨ªsimas. En el mundo de los sonidos suaves decimos ¡°susurro¡±, ¡°cuchichear¡±, ¡°bisbiseo¡±¡; y en el de los ruidos, ¡°estruendo¡±, ¡°rugir¡±, ¡°traqueteo¡±, ¡°carraca¡±, ¡°roncar¡±, ¡°rasgar¡±, ¡°bomba¡±¡ Las letras de nuestro alfabeto se acercan a esos sonidos de forma lo suficientemente aproximada como para que entendamos de qu¨¦ vibraci¨®n sonora se trata, aunque no puedan reproducirlos con exactitud.
Sin embargo, algunos de esos sonidos se han entendido de distinta manera en cada idioma. Por ejemplo, el gallo canta en ingl¨¦s cock-a-doodle-doo (coc-a-dudel-du), y en franc¨¦s cocorico, mientras que para nosotros hace quiquiriqu¨ª. El perro ingl¨¦s dice wow wow y el espa?ol guau guau, mientras que el perro catal¨¢n, si es biling¨¹e, puede decir tambi¨¦n bup bup.
Pero otros sonidos los o¨ªmos igual, aunque cada idioma los adapte a sus graf¨ªas. Por ejemplo, clic (que en ingl¨¦s se escribe click) o crac (crack en aquella lengua). Y as¨ª sucede tambi¨¦n con el ruido de una explosi¨®n o un golpe fuerte. Los anglosajones escriben la onomatopeya boom a fin de pronunciar ¡°bum¡± cumpliendo con su sistema de correspondencias entre grafemas y fonemas. Y nosotros¡ Ay, nosotros tambi¨¦n escribimos ¡°boom¡±.
Leemos muy a menudo ¡°el boom de la literatura hispanoamericana¡±, ¡°la botella hizo boom¡±, ¡°el boom inmobiliario¡±, ¡°ese disco ha sido un boom¡±¡ y otros muchos estallidos de algo que se expande como si procediera de una explosi¨®n.
Las Academias de la lengua espa?ola incluyeron en su Diccionario panhisp¨¢nico de dudas la entrada ¡°bum¡± con dos sentidos: la mera interjecci¨®n que imita el ruido de un golpe o de una explosi¨®n (¡°de repente, ?bum!, la l¨¢mpara se cay¨® al suelo¡±) y la expresi¨®n usada para se?alar el auge o el ¨¦xito repentino de algo (¡°hoy vivimos el bum de las redes sociales¡±).
P¨¦rez Gald¨®s ya escribi¨® esa graf¨ªa espa?ola a finales del XIX (¡°cre¨ªa que ese bum-bum eran mis ronquidos, ?y es el mar que ronca!¡±), pero el banco de datos de la Real Academia Espa?ola permite observar c¨®mo esta opci¨®n ha ido siendo derrotada paulatinamente por su equivalente inglesa.
Entre los or¨ªgenes del espa?ol y 1975 (250 millones de registros), se hallan en el Corpus acad¨¦mico 51 casos de ¡°bum¡± y 16 de ¡°boom¡±, y por lo tanto ganaba la graf¨ªa castellana. Sin embargo, entre 1975 y 2000 (160 millones de registros) se contabilizan 847 ejemplos de ¡°boom¡± y s¨®lo 61 de ¡°bum¡±. Mientras que en el siglo XXI (de 2001 hasta hoy, con 225 millones de palabras) la goleada es de 1.345 casos contra 151 a favor de la graf¨ªa inglesa. Y eso que la opci¨®n castellana se escribe con menos letras.
Por tanto, ahora vivimos el bum de boom; pero al menos tendremos el consuelo de que los gallos sigan diciendo ¡°quiquiriqu¨ª¡± y los perros ¡°guau guau¡±, sin que a ellos pueda aquejarles ning¨²n complejo de inferioridad. Eso s¨ª, el d¨ªa en que un gallo espa?ol cante cock-a-doodle-doo, que no se extra?e nadie.
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