Las brujas de Magu
La creencia en la hechicer¨ªa est¨¢ detr¨¢s del asesinato y marginaci¨®n de ancianas en Tanzania
De la boca de una joven escapa un grito terror¨ªfico. Despu¨¦s sus lamentos se convierten en una risa grotesca. Una pobre mujer se retuerce en el suelo de tierra, agitando desesperadamente los brazos y las piernas como si se estuviese ahogando. ¡°Alguien la embruj¨® y tiene demonios en el cuerpo que llevan m¨¢s de 15 a?os atorment¨¢ndola. No puede comer ni dormir con normalidad¡±, dictamina Ibrahim Emmanuel Ndaro, el m¨¦dico tradicional de Magu que atiende a la mujer desde hace unos meses.
En esta aletargada ciudad de unos 25.000 habitantes, al noroeste de Tanzania, Ndaro es una persona muy respetada. Tiene una cl¨ªnica privada cerca de la calle principal, con un peque?o despacho lleno de productos y utensilios para preparar las p¨®cimas. En el patio hay una sala de espera y un almac¨¦n en el que guarda los medicamentos en recipientes de pl¨¢stico. Los pacientes viven en peque?as habitaciones en un edificio aparte. Hay 30 ingresados, de distintas procedencias y aquejados de dolencias diferentes.
Al caer la noche, todo queda en la m¨¢s profunda oscuridad, excepto por algunos fin¨ªsimos rayos de luz que se filtran por las cortinas de las habitaciones de las pacientes. En el centro del patio arde un fuego alrededor del que varias mujeres sentadas preparan la cena. Delante del edificio de la cl¨ªnica, una ni?a en cuclillas contempla el suelo embarrado con expresi¨®n vac¨ªa. No tiene m¨¢s de 10 a?os. ¡°Se tir¨® al suelo en el colegio y empez¨® a temblar. Tiene un demonio dentro¡±, afirma Ndaro. La madre de la ni?a prepara un medicamento especial prescrito por el doctor y envuelve las hierbas en hojas de papel. Su hija las fumar¨¢ como si fuesen cigarrillos.
El curandero emplea diferentes m¨¦todos para expulsar a los demonios de los pacientes. Las oraciones son importantes en el proceso de curaci¨®n. Como Ndaro es musulm¨¢n, se dirige a los malos esp¨ªritus con vers¨ªculos del Cor¨¢n. ¡°Los demonios hablan diferentes lenguas, incluido su propio idioma demon¨ªaco, pero entienden perfectamente las oraciones¡±, asegura. Tambi¨¦n administra a sus pacientes bebedizos de hierbas y frutas que ¨¦l mismo prepara a base de canela, pimienta negra y aceites esenciales. Adem¨¢s, escribe en un trozo de papel palabras que, supuestamente, ahuyentan a los demonios. A continuaci¨®n, lo sumerge en agua y les dice a las pacientes que se la beban. ¡°Una voz interior me dice en sue?os c¨®mo curar a la gente, qu¨¦ hierbas debo usar y qu¨¦ oraciones tengo que pronunciar. He heredado este don de mis antepasados y ya he curado a 5.000 personas que estaban embrujadas¡±, proclama con orgullo.
Seg¨²n el Pew Research Center de Estados Unidos, el 93% de los tanzanos cree en la brujer¨ªa. Es el porcentaje m¨¢s alto de los 19 pa¨ªses africanos que participaron en el estudio. En m¨¢s de la mitad de los casos, los entrevistados hab¨ªan presenciado c¨®mo alguien expulsaba a un esp¨ªritu maligno del cuerpo de otra persona, o lo hab¨ªan visto saliendo del suyo propio.
La creencia en la magia y en los poderes sobrenaturales est¨¢ especialmente arraigada entre los sukuma, una tribu de unos ocho millones de personas que viven alrededor del lago Victoria. A sus miembros les sorprende m¨¢s que uno diga que no cree en la brujer¨ªa que lo contrario. ?C¨®mo explicar si no la muerte de un joven que hac¨ªa una semana estaba totalmente sano? ?O qu¨¦ raz¨®n hay para que la cosecha haya sido tan mala?
A veces, cuando los curanderos o brujos, no consiguen ayudar a los endemoniados, dan el nombre de la persona que, a su juicio, los ha hechizado. Las acusadas suelen ser ancianas que viven solas cerca de la casa del enfermo. Las que tienen los ojos enrojecidos son las m¨¢s expuestas, ya que mucha gente piensa que es un signo de brujer¨ªa. Y a menudo, se cree que la ¨²nica manera de recuperar la salud es matar a la vieja bruja. No hay estad¨ªsticas precisas sobre el n¨²mero de asesinatos por este motivo, porque muchos no se denuncian a la polic¨ªa. Seg¨²n diversas ONG presentes en Tanzania, es posible que se cometan entre 300 y 1.000 homicidios al a?o.
En 2015 Leah Kipemba, una mujer de 80 a?os de voz suave y sonrisa afectuosa, se libr¨® por poco de la muerte. Vive sola en un pueblo cerca de Misungwi, a unos 40 kil¨®metros de Mwanza, al noroeste de Tanzania. Su casa est¨¢ apartada y Kipemba y sus vecinos se evitan mutuamente.
¡°Dicen que echo maleficios a la gente y que mat¨¦ a mis hijos¡±, cuenta sentada ante su vieja casa, en la que en otro tiempo viv¨ªa con su familia. ¡°Mis dos hijos mayores enfermaron y murieron. No s¨¦ por qu¨¦. El peque?o vivi¨® hasta los 30 a?os. Se hab¨ªa casado y ten¨ªa tres hijos. Sin embargo, ¨¦l y su mujer tambi¨¦n se pusieron enfermos y murieron. Mi marido me abandon¨® poco despu¨¦s. Me dijo que era culpa m¨ªa que todos en la familia desaparecieran. Cuando se fue, los vecinos tambi¨¦n empezaron a creer que era una bruja¡±, a?ade con la mirada puesta en la tumba de su hijo, junto a la vivienda.
Leah suele prepararse una comida frugal en un hogar que hay frente a la casa. Un humo acre se propaga alrededor y le irrita los ojos, por lo que no es de extra?ar que los tenga enrojecidos. Pero para algunos lugare?os eso es una prueba m¨¢s de que Kipemba es bruja. Hace dos a?os, intentaron asesinarla. ¡°Vinieron a plena luz del d¨ªa con los machetes en la mano. Cuando los vi, empec¨¦ a gritar con todas mis fuerzas. Tuve suerte, porque otros vecinos me oyeron y llegaron corriendo a ver qu¨¦ pasaba, y entonces los atacantes se fueron¡±, relata.
Desde entonces, la anciana vive con el miedo de que alguien vuelva para acabar con su vida. Cerca de su hogar hay un asilo para personas mayores con lepra. Kipemba quer¨ªa irse all¨ª, pero la direcci¨®n y algunos pacientes se niegan a aceptarla porque temen que empiece a practicar la hechicer¨ªa. Cuando su antigua vivienda se vino abajo, la gente de una iglesia cercana la ayud¨® a construir una nueva de ladrillo. ¡°No puedo contar con la ayuda de mis nietos. Vienen muy pocas veces, nunca entran en casa y no me hablan. Tienen miedo¡±, se lamenta.
La creencia en la brujer¨ªa forma parte del sistema de creencias y valores de los sukuma, afirma Simeon Mesaki, un antrop¨®logo de la Universidad de Dar Es Salam que lleva a?os estudiando el fen¨®meno en Tanzania. ¡°Es m¨¢s f¨¢cil explicar una enfermedad dif¨ªcil de curar o un infortunio diciendo que un vecino o un familiar celosos han echado una maldici¨®n al paciente, que pensar que este est¨¢ sufriendo sin motivo. Los ricos y los pobres, los hombres y las mujeres, las personas sin estudios y los que tienen un diploma... Todos creen en la brujer¨ªa¡±, resume.
Mesaki cuenta que algunos de sus parientes cercanos tambi¨¦n acuden a los brujos en busca de consejo. Su hermana, incapaz de aceptar que una sus hijas tuviese una discapacidad, consult¨® con uno de ellos en busca de una explicaci¨®n. La respuesta fue que su t¨ªa hab¨ªa embrujado a la ni?a. La t¨ªa, por su parte, fue a ver a otro hechicero para averiguar por qu¨¦ su hijo llevaba a?os sin ir a visitarla. Ese curandero le dijo que la madre de Mesaki lo hab¨ªa embrujado, y que por eso el joven se hab¨ªa olvidado de visitar a sus padres.
Pero tambi¨¦n hay otros motivos m¨¢s pr¨¢cticos tras esta creencia generalizada. Antes de las elecciones generales de 2015, los peri¨®dicos del pa¨ªs informaron de que los pol¨ªticos ped¨ªan ayuda a los brujos para aumentar sus posibilidades de ganar. Los mejores jugadores de f¨²tbol hacen lo mismo antes de los partidos importantes. Acusar a alguien de brujer¨ªa tambi¨¦n puede ser una manera r¨¢pida de echarlo ¡ªsea hombre o mujer¡ª de su casa o de sus tierras. ¡°La gran mayor¨ªa de las v¨ªctimas son mujeres. Son presa f¨¢cil. En el mundo patriarcal de los sukuma, se las considera propiedad del marido o del padre. No tienen voz y son vulnerables¡±, reconoce Mesaki.
Mageni Benge, que vive con su hija y sus nietos en una casita de barro de la zona de Magu, cuenta que todo cambi¨® con la muerte de sus ancianos padres. La madre falleci¨® primero, y el padre no tard¨® en seguirla. Poco despu¨¦s, un brujo le dijo al hermano de Mageni que no era casualidad que se hubiesen ido uno despu¨¦s del otro tan r¨¢pidamente, y que su hermana los hab¨ªa embrujado para quedarse con sus propiedades. ¡°Los agresores abrieron la puerta con una piedra y me atacaron con un machete. Antes de perder la conciencia o¨ª a mi hermano decir a los asesinos que estaba muerta y que ya pod¨ªan irse¡±, cuenta mientras muestra las cicatrices que tiene en la cara, los brazos y las piernas. Ahora, enferma y asustada, quiere irse de la casa.
En 2015, el Gobierno de Tanzania declar¨® ilegales a los brujos. Sin embargo, muchos de ellos siguen en activo. La ¨²nica diferencia es que ahora no animan a matar tan abiertamente como antes. Ibrahim Emmanuel Ndaro defiende que los que practican "de verdad" la medicina tradicional?¡ªentre los que se incluye¡ª jam¨¢s dicen a sus pacientes qui¨¦n los ha hechizado ni culpan a las brujas cuando no pueden curar a alguien. ¡°Si mi medicina no sirve de ayuda, mando a la persona al hospital porque puede que tenga malaria, sida u otra enfermedad. Los que acusan a las ancianas son solo gente que quiere dinero f¨¢cil¡±, concluye.
La popularidad de estos doctores tambi¨¦n se debe a las deficiencias y el alto coste del sistema sanitaria tanzano. Los curanderos son m¨¢s baratos y est¨¢n presentes hasta en las aldeas m¨¢s remotas. En el distrito de Magu hay m¨¢s de 300 que ejercen oficialmente, pero los pacientes rara vez les preguntan por sus certificados o sus diplomas, as¨ª que cualquiera puede hacerse pasar por m¨¦dico.
¡°Tambi¨¦n hay un pacto de silencio generalizado. Aunque la gente sepa qui¨¦n mat¨® y qui¨¦n acus¨® a la bruja, nadie quiere testificar, porque lo normal es que piensen que el asesinato estaba justificado y que han matado a una bruja de verdad que, tarde o temprano, podr¨ªa causarles da?o tambi¨¦n a ellos¡±, explica Juma Musanja, jefe un distrito cerca de donde vive la anciana Kipemba.
Saye Masolwah, otra octogenaria que vive en un pueblecito cerca de Magu, est¨¢ segura de que su vecino intent¨® matarla, pero nadie quiere escucharla. Cuenta que primero el hombre meti¨® por la puerta una hoja de papel con el dibujo de un machete, y que a los pocos d¨ªas prendi¨® fuego a la casa, que qued¨® totalmente destruida. ¡°No tengo ni idea de por qu¨¦ me acusaron. No hab¨ªa hecho nada malo. Si hubiese sido una bruja, habr¨ªa podido echar una maldici¨®n y matar al que prendi¨® fuego¡±, suspira.
Este proyecto ha sido financiado por el Centro Europeo de Periodismo (EJC, por sus siglas en ingl¨¦s) a trav¨¦s de su Programa de Becas para la Innovaci¨®n en la Informaci¨®n sobre el Desarrollo. (www.journalismgrants.org).
Puedes seguir a PLANETA FUTURO en Twitter y Facebook e Instagram, y suscribirte aqu¨ª a nuestra newsletter.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.