Estall¨® la guerra fr¨ªa
Unos misteriosos ataques ac¨²sticos han enturbiado el deshielo diplom¨¢tico entre Cuba y Estados Unidos. Ra¨²l Castro no ha sabido aprovechar los pasos impulsados por Barack Obama y ha preferido optar por la cautela antes que por la reforma
Era demasiada tranquilidad para ser duradera. El deshielo diplom¨¢tico entre Cuba y Estados Unidos ha fracasado y ambas naciones ajustan sus relojes a los tiempos de la Guerra Fr¨ªa. En las ¨²ltimas semanas han surgido nuevas causas de tensi¨®n y el discurso pol¨ªtico retorna a esa beligerancia habitual que tanto se a?oraba.
Otros art¨ªculos de la autora
El v¨ªnculo de la plaza de la Revoluci¨®n con la Casa Blanca ha vuelto a ubicarse varios pasos por detr¨¢s de donde estaba el 17 de diciembre de 2014, una fecha acu?ada en Cuba como el 17-D, cuando Barack Obama y Ra¨²l Castro anunciaron la normalizaci¨®n en las relaciones. Este salto hacia el pasado est¨¢ motivado por los supuestos ataques ac¨²sticos ¡ªunos sonidos que asemejan al canto de decenas de grillos¡ª que provocaron en los diplom¨¢ticos estadounidenses afectados n¨¢useas, mareos y dolores de cabeza.
La maquinaria propagand¨ªstica oficial se hab¨ªa ralentizado durante la reconciliaci¨®n y ahora intenta retomar el ritmo que la caracteriz¨® en los tiempos de Ronald Reagan o de George W. Bush. Sin embargo, se nota el cansancio y, especialmente, la apat¨ªa de una audiencia nacional m¨¢s pendiente de la supervivencia cotidiana que de las trifulcas diplom¨¢ticas.
Vuelven tambi¨¦n a las p¨¢ginas de los peri¨®dicos oficialistas las caricaturas contra el presidente estadounidense, mientras el concepto de antiimperialismo retoma el protagonismo en las agendas de las instituciones gubernamentales, incapaces de articular un discurso menos ideol¨®gico. Son buenos tiempos para recalcitrantes, oportunistas y radicales.
Carente de su diana preferida, a los voceros del r¨¦gimen se les notaba perdidos entre tantos abrazos, fotos conciliadoras y delegaciones de empresarios estadounidenses que llegaban a la isla. No pod¨ªan lidiar con la calma, as¨ª que ahora se llenan los pulmones con los aires de la tormenta. Solo la confrontaci¨®n los hace importantes, solo el combate les parece vida.
Mientras la clase pol¨ªtica ense?a los dientes y alardea de la cartuchera que lleva en el cinto, alrededor de la Embajada de Estados Unidos en La Habana abundan estos d¨ªas las caras largas. Cada ma?ana llegan a sus proximidades decenas de cubanos angustiados por haber quedado varados en mitad de un tr¨¢mite migratorio debido a la suspensi¨®n de las labores consulares. Los peque?os negocios de la zona que vend¨ªan caf¨¦, alquilaban habitaciones para los solicitantes de visado o rellenaban formularios migratorios han ca¨ªdo en una repentina quiebra. El T¨ªo Sam mov¨ªa la econom¨ªa de miles de familias pr¨®ximas al per¨ªmetro del imponente edificio y ahora todo ha quedado en pausa, se ha impregnado de incertidumbre.
A los vecinos solo les queda evocar la imagen de aquel agosto de 2015 en que John Kerry particip¨® del izado de la bandera estadounidense en la reci¨¦n inaugurada Embajada de EE UU en La Habana. Fue ¡°el mejor momento de esta zona y del pa¨ªs¡±, cuenta Paquito, un vecino que viv¨ªa de ofrecer servicio de consigna para bolsos y tel¨¦fonos celulares a los solicitantes de visado. Hoy su sala est¨¢ vac¨ªa y su mayor deseo es que ¡°regresen los yumas cuanto antes¡±.
Muchos temen que las medidas de Donald Trump afecten al flujo de vuelos regulares? entre ambos pa¨ªses
A lo largo del pa¨ªs muchos temen que las medidas de Donald Trump vayan m¨¢s all¨¢ y terminen por afectar al flujo de vuelos regulares entre la isla y su vecino restablecidos durante la pasada Administraci¨®n. El recorte en el env¨ªo de remesas tambi¨¦n puebla las pesadillas de innumerables familias que sobreviven gracias a la ayuda que cada mes les llega desde el Norte.
Tienen raz¨®n los que auguran un empeoramiento de las relaciones. La retirada del personal no esencial despu¨¦s de los ataques ac¨²sticos es solo un cap¨ªtulo m¨¢s de un culebr¨®n salpicado de odios y pasiones, dimes y diretes que han protagonizado ambos pa¨ªses por m¨¢s de medio siglo.
El nuevo episodio solo ha agregado una nueva dosis de misterio, de historias de esp¨ªas y sofisticadas agresiones a lo que ya era un guion t¨ªpico de este conflicto de ¡°evitaci¨®n-aproximaci¨®n¡±, donde el objeto de deseo es rechazado o querido indistintamente.
El terreno para la beligerancia est¨¢ abonado y sobre tan f¨¦rtil base brotan las m¨¢s variadas especulaciones sobre los autores de las agresiones que presuntamente sufrieron los diplom¨¢ticos estadounidenses.
Los partidarios del deshielo se?alan a un grupo de ortodoxos dentro del Gobierno que vieron el pacto con Estados Unidos como una traici¨®n. Una cofrad¨ªa de ¡°talibanes¡± lo suficientemente bien colocados en las esferas del poder como para poder emprender una acci¨®n de tal complejidad.
Otros especulan que un tercer pa¨ªs, como Rusia, Ir¨¢n o Corea del Norte, us¨® el territorio cubano para perpetrar un ataque a su viejo contrincante. En ese caso, la isla habr¨ªa sido solo el escenario de una lucha de poderes externos y la inteligencia nacional ni se dio por enterada. Esto ¨²ltimo algo muy poco probable en un pa¨ªs donde la vigilancia ha escalado grados de sofisticaci¨®n e intensidad agobiantes.
Se nota el cansancio de una poblaci¨®n m¨¢s pendiente de la supervivencia que de las trifulcas diplom¨¢ticas
No faltan tampoco los que se?alan a Fidel Castro como el genio malvado detr¨¢s de la trama de los ataques ac¨²sticos. El ¨²nico hombre con m¨¢s poder que Ra¨²l Castro para organizar algo de esa naturaleza emerge detr¨¢s de las especulaciones de quienes recuerdan su incalculable capacidad para molestar a Washington.
Quienes sostienen la hip¨®tesis del ¡°testamento envenenado¡± del Comandante se?alan que los misteriosos ruidos comenzaron antes de su fallecimiento en noviembre pasado y recuerdan tambi¨¦n la distancia con que se manifest¨® sobre el deshielo diplom¨¢tico. Al eterno antiimperialista no debe haberle gustado nada los coqueteos de su hermano con el inquilino de la Casa Blanca, sentencian los que sostienen esa conjetura. La prensa oficial apunta que los ataques ac¨²sticos han sido solo el pretexto para que Trump implemente una pol¨ªtica hacia Cuba m¨¢s alineada con los sectores del exilio disconformes con el deshielo, restan importancia a lo sucedido y siembran la duda de que alguna vez existieron tales agresiones. No obstante, reiteran que el Gobierno est¨¢ dispuesto a colaborar con la investigaci¨®n.
El gran perdedor por lo ocurrido es Ra¨²l Castro. El legado principal de su mandato descansaba justamente en haber logrado el acercamiento entre ambas naciones. A trav¨¦s del deshielo, el menor de los hermanos marc¨® su propia impronta y se alej¨® de la sombra del Comandante en Jefe, un contumaz agitador del conflicto entre el David isle?o y el Goliat estadounidense. El general, que hasta ahora no ha podido cumplir muchas de sus promesas de mandato ¡ªcomo la reunificaci¨®n monetaria, en un pa¨ªs fracturado por la dualidad entre el peso convertible y el peso cubano¡ª ni devolver a los salarios la dignidad perdida, ve c¨®mo la herencia de su Gobierno se desvanece.
La normalizaci¨®n diplom¨¢tica es, sin dudas, la historia del fracaso del segundo de los Castro, que no supo aprovechar los pasos impulsados por Barack Obama y prefiri¨® optar por la cautela antes que la reforma. Si no es culpable directo de los ataques ac¨²sticos, entonces es responsable de la negligencia que permiti¨® que otros los llevaran a cabo y de no haber sabido evitar que este incidente derivar¨¢ en la actual confrontaci¨®n diplom¨¢tica.
Al final, los tiempos de las manos extendidas se acabaron y la isla se encuentra en plena recesi¨®n econ¨®mica, afectada por el paso de un poderoso hurac¨¢n, con un menoscabado apoyo de Venezuela y una generaci¨®n hist¨®rica al borde de la obsolescencia biol¨®gica. La Guerra Fr¨ªa ha vuelto, pero la Cuba de aquellos a?os ya no existe.
Yoani S¨¢nchez es periodista cubana y directora del diario digital 14ymedio.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.