Entre todos
La crisis catalana debe servir para mejorar nuestro proyecto com¨²n
Nuestra democracia vive tiempos azarosos. La deslealtad de las autoridades catalanas para con la Constituci¨®n y el sistema de convivencia en ella dise?ado ha forzado al Gobierno de la naci¨®n, con el apoyo de las principales fuerzas pol¨ªticas del pa¨ªs, a proponer una intervenci¨®n tan dr¨¢stica como carente de precedentes en nuestra reciente experiencia democr¨¢tica.
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Aunque imprescindibles dada la deriva de los acontecimientos, cesar al Govern de la Generalitat y disolver el Parlament de Catalu?a son medidas que ning¨²n dem¨®crata puede adoptar con gusto: no solo reflejan la profundidad de la crisis sino la dificultad de salir de ella con bien.
Por ello, tanto como hoy podemos mirar hacia atr¨¢s y contemplar con orgullo c¨®mo la democracia espa?ola resolvi¨® con acierto la crisis abierta por el golpe de Estado de 1981 y sali¨® de ella m¨¢s unida y m¨¢s democr¨¢tica, hoy tambi¨¦n debemos comenzar a trabajar para que la aplicaci¨®n del art¨ªculo 155 pueda ser contemplada en el futuro como el primer hito de un proceso de recomposici¨®n de la convivencia, las lealtades y el proyecto com¨²n que los espa?oles acordaron en 1978.
Muchos ciudadanos, orgullosos de vivir en paz y libertad en una Espa?a plural, generosa y tolerante, sienten una honda preocupaci¨®n al ver la Constituci¨®n de 1978 puesta en entredicho y denostada con ferocidad por aquellos que, dentro y fuera de Catalu?a y Espa?a, interesadamente confunden el leg¨ªtimo derecho a defender las instituciones democr¨¢ticas con la restauraci¨®n del autoritarismo que tantos males trajo a Espa?a.
Sabemos que sus cr¨ªticas son falsas, y que en el fondo esconden convicciones que no son enteramente democr¨¢ticas o que solo lo son a medias. Sin duda, el futuro pondr¨¢ en su sitio y se?alar¨¢ la doblez y el cinismo de aquellos que sin creer un ¨¢pice en la Constituci¨®n o el autogobierno se quisieron erigir en portavoces morales de los valores y principios democr¨¢ticos que precisamente quieren destruir.
Nuestra democracia dista de ser perfecta. Ninguna lo es. Todas las que merecen su nombre se encuentran sometidas a presiones, bien sea del nacionalismo, el populismo o los extremismos radicales y xen¨®fobos. Todos ellos se presentan como alternativa a la democracia, pero representan su fin.
Gracias al ¨¦xito que supuso la Transici¨®n, la democracia espa?ola ha disfrutado del aprecio y la estima de millones de personas en todo el mundo. A sus ¨¦xitos econ¨®micos ha sumado la derrota del golpismo y el terrorismo as¨ª como la consecuci¨®n de un espacio de libertades, derechos civiles y bienestar econ¨®mico y social sin parang¨®n en su historia. La Corona, primero bajo Juan Carlos I y ahora bajo Felipe VI, ha sido el mejor s¨ªmbolo internacional de esa Espa?a nueva, libre, abierta, plural y tolerante. Gracias a ello, ser espa?ol ha significado tener las puertas abiertas y gozar de las simpat¨ªas de cualesquiera hu¨¦spedes que nos recibieran en cualquier parte del mundo.
Nuestra democracia, con todas sus imperfecciones, no solo merece la pena: merece ser defendida, profundizada y mejorada. Entre todos.
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