No fue mi culpa
#Yotambi¨¦n soy una de cada tres mujeres que ha sufrido un ataque sexual. Y ya no tengo miedo ni siento verg¨¹enza de contar lo que me pas¨® aquella noche del verano de 1999
Era la una menos cinco de la madrugada de un s¨¢bado de verano de 1999. Talavera de la Reina, ciudad tranquila. Ten¨ªa 16 a?os y mis padres esperaban mi regreso a casa a la hora acordada despu¨¦s de pasar la noche con amigos.
"Llego bien", pens¨¦ mirando el reloj mientras sub¨ªa la escalera que separaba el portal de la calle.
Sol¨ªa ser puntual porque si me retrasaba, mi madre sufr¨ªa pensando que algo malo me hab¨ªa sucedido. Al final, llegu¨¦ tarde. Encend¨ª la luz del portal, que entonces no era autom¨¢tica ¡ªesa la instalar¨ªan despu¨¦s, por seguridad¡ª y cuando abr¨ª el ascensor pude verle reflejado en el espejo, pero no me dio tiempo a reaccionar. Me agarr¨® por la espalda y me tir¨® al suelo. Deb¨ªa haber entrado detr¨¢s de m¨ª antes de que se cerrara la pesada puerta de madera y cristal. ?Maldita puerta!
Era alto y rubio. Aparentaba unos 20. Se abalanz¨® sobre m¨ª y todo su peso me cay¨® encima. Me tocaba los pechos mientras jadeaba. Ni una palabra pronunci¨®, solo emit¨ªa una asquerosa respiraci¨®n excitada. Varias veces trat¨® de bajarme los pantalones, que llevaba atados. Aquel d¨ªa, a diferencia de mi atuendo habitual para los fines de semana, no me puse falda. Tampoco top de tirantes, lo sustitu¨ª por un cuello alto de licra bien ce?ido. Muchas veces he pensado que, pese a lo traum¨¢tico de la experiencia, tuve suerte. Con la tensi¨®n del momento, aquel bastardo no acert¨® a deshacer el doble nudo, ni consigui¨® romper la camiseta por m¨¢s que tiraba de ella. As¨ª que se tuvo que conformar con apretarme el co?o y las tetas por encima de la ropa. Tambi¨¦n el culo, mientras con las rodillas me separaba los muslos y se frotaba conmigo a golpetazos.
Era alto y rubio. Aparentaba unos 20. Se abalanz¨® sobre m¨ª y todo su peso me cay¨® encima. Me tocaba los pechos mientras jadeaba
Yo gritaba. "?Ayuda!".
Eso dec¨ªa mi boca mientras no me la tapaba. No s¨¦ si le insult¨¦. Puede que s¨ª. Mi pensamiento, sin embargo, iba por cuenta propia: "As¨ª no, as¨ª no". ?En aquel momento estaba preocupada por no perder mi virginidad de aquella manera! Casi pod¨ªa intuir el trauma que eso me causar¨ªa, pataleaba y braceaba intentando empujarle, apartarle de m¨ª. Quer¨ªa recuperar el control sobre mi cuerpo y que se acabase aquella humillaci¨®n. No lo consegu¨ªa, aunque al d¨ªa siguiente me enter¨¦ de que en el forcejeo le hab¨ªa ara?ado la cara, no s¨¦ si con las u?as o con las llaves que llevaba en mi diestra y que no solt¨¦ en ning¨²n momento.
No s¨¦ cu¨¢nto tiempo pas¨¦ atrapada entre el gres y su cuerpo. Quiz¨¢ fueron menos de cinco o diez minutos. Puede que 15. Fue eterno. A¨²n hoy recuerdo muchos detalles como si viera una pel¨ªcula a c¨¢mara lenta.
Creo que se asust¨® o se hart¨® de la pelea. De repente, se puso de pie. Le vi mejor. Observ¨¦ que, efectivamente, med¨ªa al menos 1,80, de piel clara, aunque estaba bastante rojo. Llevaba deportivas blancas, bermudas azul marino y una camiseta tambi¨¦n azul, aunque algo m¨¢s claro, con el logo de Port Aventura. En esas agarr¨® el asa de mi peque?a bandolera. Ah¨ª s¨ª estuve r¨¢pida.
"Como se lo lleve sabr¨¢ c¨®mo me llamo y d¨®nde vivo".
As¨ª que me aferr¨¦ al bolso con fuerza. Y ya de pie, llorando y gritando sonidos ¡ªnada ininteligible, se me hab¨ªa desbaratado el vocabulario¡ª el asa se rompi¨®. ?l se qued¨® con ella y yo con lo importante. Mi nombre y mi privacidad. Se cay¨® de culo y en su huida a trompicones hacia la calle, se choc¨® contra el cristal de la puerta. All¨ª dej¨® una gran marca de sudor con sus manos que despu¨¦s, por la ma?ana, la polic¨ªa examinar¨ªa para tomar las huellas.
No s¨¦ cu¨¢nto tiempo pas¨¦ atrapada entre el gres y su cuerpo. Quiz¨¢ fueron menos de cinco o diez minutos. Puede que 15. Fue eterno
No me ten¨ªa en pie. Marqu¨¦ el 10 y sub¨ª tirada en el suelo del ascensor. Timbre. No s¨¦ qu¨¦ aspecto ten¨ªa cuando mi madre (?quiz¨¢ mi padre?) abri¨® la puerta. Lloraba.
"Me han intentado violar en el portal".
Eso dije, aunque no s¨¦ si con todas sus letras y palabras. Pero me entendieron. Si no me traiciona la memoria ¡ªa partir de este punto los recuerdos son confusos¡ª, mi madre se subi¨® al mismo ascensor que yo acababa de dejar vac¨ªo. No llevaba consigo m¨¢s que su rabia.
"Si se lo encuentra, lo mata", reflexion¨¦ m¨¢s tarde.
Lo siguiente que recuerdo es estar frente a un polic¨ªa en la comisar¨ªa. Me hab¨ªan dado una taza con agua, pero debido al temblor no logr¨¦ sujetarla. Le cont¨¦ esta historia. Describ¨ª al agresor. Mis padres no dudaron ni un segundo de que aquello hab¨ªa que denunciarlo, yo tampoco. Afortunadamente.
¡ªParec¨ªa polaco.
¡ªEntonces, ?le conoces?
¡ªNo, parec¨ªa. Pero no s¨¦ qui¨¦n es.
No s¨¦ por qu¨¦ lo dije. Result¨® que lo era, pero eso no tiene importancia. Creo que fue mientras respond¨ªa al agente: de repente, como una punzada, sent¨ª culpa. ¡°Si hubiera cerrado la puerta tras de m¨ª¡ Quiz¨¢ quer¨ªa que me pasara algo para llamar la atenci¨®n. Si no hubiera ido con ropa tan ajustada¡ ?Me hab¨ªa pasado con el maquillaje?¡±. Respuestas err¨®neas para tratar de explicar por qu¨¦ me hab¨ªa ocurrido a m¨ª.
En realidad, nos sucede a una de cada tres en el mundo. Puede que a m¨¢s: muchas lo callamos durante un tiempo o eternamente porque siempre nos queda esa duda de si hicimos algo mal. La verg¨¹enza. La primera mujer que me dijo que aquello era m¨¢s normal de lo que yo cre¨ªa fue la enfermera que me atendi¨® en el hospital. ¡°A m¨ª tambi¨¦n me pas¨® algo as¨ª, bonita. Piensa que esto solo ocurre una vez en la vida, y t¨² ya lo has pasado¡±. Por cruel que parezca, aquella frase me tranquiliz¨®. A m¨ª ya no me iba a tocar. Y no estaba sola. Alguien, no s¨¦ si ella, revis¨® mis heridas: me hab¨ªa clavado uno de mis anillos y mi mano sangraba un poco, adem¨¢s ten¨ªa marcadas las manazas del agresor en mi cuello. Dos calmantes y a casa a dormir.
Al d¨ªa siguiente, llev¨¦ mi ropa sin lavar en una bolsa a la polic¨ªa, como hab¨ªan solicitado. No hicieron falta muchas m¨¢s pesquisas, aquel domingo soleado ya hab¨ªan encontrado a mi agresor. Le reconoc¨ª.
Muchas lo callamos durante un tiempo o eternamente porque nos queda esa duda de si hicimos algo mal
¡ª?Est¨¢s segura?
Yo, desde la parte trasera del coche: ¡°S¨ª, es ¨¦l¡±.
Mi padre llam¨® al agente que interrogaba al chaval, que despu¨¦s supe que ten¨ªa 15 a?os, y le confirm¨® mi certeza. Era ¨¦l, no ten¨ªa ninguna duda. Tampoco despu¨¦s, cuando me lo he cruzado por la calle.
"Menos mal que no te ha pasado nada grave".
S¨¦ a lo que se refer¨ªa mi madre con aquella frase, pero algo me hab¨ªa pasado. Algo que acordamos que solo contar¨ªa a mis amigas ¡ªcomo si fuera un secreto¡ª para que, durante un tiempo, me acompa?aran a casa por la noche. Sab¨ªa que m¨¢s gente lo sab¨ªa, pero nunca hablaba de ello abiertamente. No s¨¦ si fue por decisi¨®n propia, pero lo sucedido se convirti¨® en algo que no deb¨ªa contar, una experiencia vergonzante¡ ?Algo de lo que sentirme responsable? Creo que mis padres nunca m¨¢s han mencionado aquel episodio en un intento de protegerme. Tampoco he hablado jam¨¢s con mi hermana mayor de ello. Ni siquiera fui al juicio que desencaden¨® mi denuncia. Casualmente, la citaci¨®n lleg¨® tarde. Pero siempre he sospechado que mi padre y mi madre escondieron las notificaciones de correos para evitarme el mal trago. Lo que me perd¨ª, seg¨²n el comisario al cargo del caso, fue su confesi¨®n y condena a recibir tratamiento psicol¨®gico.
La vida en casa sigui¨® como si no hubiera ocurrido. Borr¨®n y cuenta nueva. No fue as¨ª para m¨ª. A¨²n pido a los taxistas que esperen a que entre en mi casa (probablemente no soy la ¨²nica que lo hace), miro hacia atr¨¢s constantemente si voy por alguna calle poco concurrida y si me cruzo con alg¨²n hombre (seguramente una bella persona) en tales circunstancias se me encogen los m¨²sculos del cuerpo. Siempre alerta. Lo confieso: alguna vez me he sentido perseguida y me he metido en el primer establecimiento que he encontrado abierto. Y no soporto frases del tipo ¡°si mi intenta violar un t¨ªo bueno, yo me dejo¡±.
No puedo reprochar a mi familia, sin embargo, que trataran de protegerme con el silencio. Al menos, esa ha sido siempre mi sensaci¨®n. Quiz¨¢ el silencio fuera autoimpuesto y ¡ªcomo se dice¡ª la procesi¨®n iba por dentro, pero a la vez me permiti¨® decidir conscientemente cu¨¢ndo, c¨®mo y a qui¨¦n cont¨¢rselo. Todav¨ªa como si de un secreto se tratase, se lo revel¨¦ a mi actual pareja, despu¨¦s a amigos de confianza, hasta que un d¨ªa empec¨¦ a contarlo delante de cualquiera si ven¨ªa al caso. Por activismo. Que se sepa.
A¨²n pido a los taxistas que esperen a que entre en mi casa (probablemente no soy la ¨²nica que lo hace)
Ya no tengo miedo, pero tampoco me siento una hero¨ªna ni m¨¢s fuerte, como suelen decir algunas famosas cuando manifiestan p¨²blicamente las agresiones de las que han sido v¨ªctimas. Ojal¨¢ nunca me hubiera pasado. Ni le pasara a ninguna. Ojal¨¢ todos los hombres del mundo se sintieran iguales a las mujeres y no les pegaran, ni discriminasen ni violasen. Pero todav¨ªa uno de cada tres europeos justifica el abuso sexual en determinadas circunstancias, como que ella haya bebido o vaya vestida con ropa "sugerente". Hay mucho trabajo que hacer con ellos.
Por mi parte, para llegar a este punto de convencimiento y clarividencia sobre mi papel en esta historia, han tenido que pasar muchos a?os en los que miles de veces me he repetido que no fue mi culpa. No me dej¨¦ la puerta abierta adrede, ni iba demasiado provocativa, ni quer¨ªa llamar la atenci¨®n. No fue mi culpa, ni lo es de ninguna mujer a la que le pase algo parecido, o m¨¢s grave (como se refer¨ªa mi madre a la violaci¨®n consumada). Y somos millones.
A ti que tambi¨¦n te ha pasado
Hola, mujer an¨®nima. T¨² me escuchaste relatar c¨®mo intentaron violarme en el portal de mi casa cuando ten¨ªa 16 a?os; se lo contaba a una compa?era del peri¨®dico mientras esper¨¢bamos sentadas en un banco a que comenzase la marcha del 8 de marzo en Madrid.
¡ªQuiz¨¢ deber¨ªa escribirlo, pero me da miedo la reacci¨®n de la gente, ya sabes, las redes sociales.
Esto le dec¨ªa a mi colega, cuando...
¡ªPerdona que te interrumpa ¨Cdijiste¨C, pero no he podido evitar escucharte. Te pido que lo escribas porque a m¨ª tambi¨¦n me ha pasado.
Te lo promet¨ª y aqu¨ª est¨¢.
No te pregunt¨¦ tu nombre. Podr¨ªas ser Mar¨ªa, Pilar, Laura, Sara¡ o todas ellas. Millones de nombres con una historia com¨²n: no somos culpables; fuimos v¨ªctimas de hombres que se creen con derecho a forzar a las mujeres. Y no lo tienen. Nunca. As¨ª llevemos falda, nos quitemos la camiseta, volvamos de madrugada a casa o vayamos borrachas. Ya no tengo miedo de contarlo. Que se sepa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Sobre la firma
M¨¢s informaci¨®n
Archivado En
- D¨ªa contra violencia g¨¦nero
- Violaciones
- Violencia machista
- Feminismo
- Agresiones sexuales
- Machismo
- Violencia g¨¦nero
- Delitos sexuales
- Derechos mujer
- Sexismo
- Violencia
- Movimientos sociales
- Relaciones g¨¦nero
- Mujeres
- Sucesos
- Delitos
- Prejuicios
- Justicia
- Problemas sociales
- Sociedad
- Violencia sexual
- Mujeres
- Planeta Futuro
- Blogs