Lo mejor del ¡®proc¨¦s¡¯
Si algunos creyeron que una Rep¨²blica Catalana barrer¨ªa el capitalismo, el patriarcado y el cambio clim¨¢tico, bien pueden los historietistas vender que la bandera de EE UU es un calco de la catalana
Hace unos diez a?os, cuando daba clases en la Universidad Pompeu Fabra, recib¨ª un correo dirigido a todos los miembros del Departamento en el que un desconocido nos ped¨ªa dinero para subvencionar a un joven historiador que hab¨ªa hecho ya grandes hallazgos. No solo Crist¨°for Colom era catal¨¢n, cosa que se supone que ya sab¨ªamos, sino que toda la empresa del descubrimiento y la conquista de Am¨¦rica hab¨ªa sido catalana y luego ocultada y falsificada por el espa?olismo castellanista. Se inclu¨ªa un grabado antiguo de unos soldados con lanzas correteando por el bosque sobre el que se hab¨ªa a?adido un burdo dibujo a mano como si llevaran ondeando una bandera catalana. Me pareci¨® un chiste flojo porque en el siglo XVI no se hab¨ªan inventado las banderas, ni siquiera las catalanas. Por el mismo precio, podr¨ªan haber puesto la bandera del Bar?a. Pero intent¨¦ comprender la intenci¨®n. Al fin y al cabo, yo mismo, junto con mi colega y amigo Joan M. Esteban y la complicidad del periodista Joan Barril, hab¨ªamos publicado en la ¨¦poca pujolista, en el hoy desaparecido semanario El M¨®n, un manifiesto pidiendo dinero para enviar un cohete catal¨¢n a la Luna. Entre otros argumentos, hac¨ªamos notar que la Virgen de Montserrat sostiene una bola, que obviamente representa al Luna, a la que el Ni?o apunta con dos dedos indicando el cohete que ah¨ª habr¨ªa que lanzar. Llamaron varias personas a la redacci¨®n del semanario ofreciendo su dinero.
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Pero la imaginaci¨®n y el ¨¦xito que han obtenido en todos estos a?os los llam¨¦mosles historietistas del descubrimiento catal¨¢n de Am¨¦rica no tienen parang¨®n. Sostienen estos s¨¢tiros que la primera expedici¨®n con las tres carabelas no sali¨® del puerto de Palos, sino de la playa de Pals. Pens¨¢ndolo bien: ?por qu¨¦ habr¨ªan de zarpar desde el Atl¨¢ntico pudiendo hacerlo desde la Costa Brava y as¨ª disfrutar del placer de circundar media pen¨ªnsula antes de salir al oc¨¦ano? Hern¨¢n Cort¨¦s se llamaba Alfons Felip de Gurrea i Arag¨®, hijo de Torrelles de Llobregat; supongo que por eso en M¨¦xico hablan catal¨¢n. En realidad, Miguel de Cervantes era de Xixona, se llamaba Miquel Servent y escribi¨® En Quixot. Santa Teresa de Jes¨²s no era de ?vila, sino de Barcelona, donde fue abadesa del Monasterio de Pedralbes. Pero la grandeza de los catalanes no se detiene en Espa?a. Servent acab¨® huyendo a Inglaterra, donde public¨® sus obras bajo el seud¨®nimo de ¡°Shakespeare¡±. Leonardo no era da Vinci, sino de Vin?¨¤, la Gioconda era Isabel de Arag¨®n y las monta?as que se ven al fondo del cuadro son Montserrat. Por supuesto, el gran Erasmus de Rotterdam no pod¨ªa ser m¨¢s que catal¨¢n, de hecho ?hijo de Colom!
El aparente l¨ªder de tal hilarante s¨¢tira se hace llamar Jordi Bilbeny. Naturalmente, los historietistas no han pretendido publicar nada en revistas o editoriales acad¨¦micas, pero cada vez que han sacado un libro sobre un tema nuevo han sido entrevistados en la prensa, la radio y la televisi¨®n, han dado conferencias pagadas por pueblos y ateneos, han producido varios v¨ªdeos para hacer sesiones de cine f¨®rum, han mantenido un sitio internet de su supuesto Institut de Nova Historia y hasta una Universitat Nova Historia a la que han invitado a conferenciantes patriotas. Sus actividades han sido subvencionadas por ayuntamientos y diputaciones, empresas privadas y la Asamblea Nacional Catalana, de cuyo secretariado fue miembro el historietista V¨ªctor Cucurull.
Yo desconect¨¦ de la desconexi¨®n la noche que vi a M¨®nica Terribas, en el programa estrella de TV3 al que yo mismo hab¨ªa sido invitado varias veces, entrevistar embelesada a dos de los historietistas durante m¨¢s de media hora. Tras tantas apariciones en los medios, Jordi Pujol les felicit¨® por carta porque sus tesis ¡°son muy convincentes¡± y les anim¨® ¡°a continuar en esta misma l¨ªnea¡±. Carod Rovira particip¨® en la presentaci¨®n de uno de sus libros, donde denunci¨® la ¡°operaci¨®n bestial¡± de la falsificaci¨®n castellana de la historia y comparti¨® las conclusiones ¡°colosales¡± del autor. Varios diputados independentistas les han dado su apoyo.
En realidad, Miguel de Cervantes era de Xixona, se llamaba Miquel Servent y escribi¨® En Quixot. Santa Teresa de Jes¨²s no era de ?vila, sino de Barcelona, donde fue abadesa del Monasterio de Pedralbes
A medida que el proc¨¦s independentista se iba embalando, los historietistas fueron aumentando la frecuencia y la audacia de sus descubrimientos. En los v¨ªdeos de sus conferencias lo m¨¢s impresionante es como consiguen terminar las frases y el rollo entero, salpicado con disparates y chascarrillos, sin que se les escape la risa. Tienen la ventaja de que no se les puede contagiar de quienes les escuchan en persona, cuya actitud es m¨¢s bien de asombro y de caerse del burro.
Los s¨¢tiros historietistas saben lo que se hacen. En una entrevista, Pep Mayolas fue preguntado: ¡°Si no hay documentos, ?c¨®mo llega a estas conclusiones?¡±, a lo que sabiamente contest¨®: ¡°Se trata de leer entre l¨ªneas, guiarse solo por el instinto y por el conocimiento del terreno.¡± Desde luego, conocen el terreno. Pueden confiar en que, si tanta gente se trag¨® el vaticinio de Artur Mas de que, con el viaje a ?taca hacia la independencia, ¡°Catalu?a tendr¨ªa las tasas de paro de Dinamarca, las infraestructuras de Holanda y el modelo educativo de Finlandia¡±, si muchos siguieron a Oriol Junqueras en jurar que no se conformar¨ªan con un p¨¢jaro en mano, sino solo con ¡°volar, libres, con todos los p¨¢jaros del mundo¡±, si algunos creyeron, con la CUP, que una Rep¨²blica Catalana barrer¨ªa el capitalismo, el patriarcado y el cambio clim¨¢tico, bien pueden los historietistas vender que la bandera de Estados Unidos es un calco de la catalana, la que conquist¨® Am¨¦rica.
En estos siete a?os de desventurada apuesta por la independencia de Catalu?a, m¨¢s conocida como el proc¨¦s, ha habido momentos de emoci¨®n, irritaci¨®n, miedo, turbaci¨®n y verg¨¹enza ajena. Pero lo mejor ha sido, sin duda, las carcajadas y los desahogos ante la pantalla del ordenador leyendo a los historietistas. ?Gracias, amigos!
Josep M. Colomer es economista y polit¨®logo.
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