Redoble de resentimiento

A este pa¨ªs lo oculta ahora una bandera hecha de todas las banderas, que ciegan el calor del sol y nos preparan para el impuro invierno de nuestro descontento. Esa bandera oscurecida es la bandera del resentimiento. Y ahora vivimos un redoble de resentimiento. Contra la justicia, contra el Estado, contra el otro, contra el esp¨ªritu de reconciliaci¨®n que se activ¨® tras la muerte de Franco y despu¨¦s del golpe de Estado de 1981.

De lo que se trata es de comunicarle al mundo que estamos otra vez bajo el manto del dictador, y que todo lo que se hace es para resucitarlo. Colaboran en ello no solo los que alientan a la sociedad desde aqu¨ª a creer que, en efecto, hemos vuelto a caer en la satrap¨ªa de Franco, sino los que desde fuera parecen contemplar en Espa?a, al fin, la confirmaci¨®n de sus malos augurios: la guerra est¨¢ en nuestro ADN, es lo que toca. Trataron de adivinar que ¨ªbamos a entrematarnos de nuevo y ahora se asoman a la ventana, ni siquiera entran en la casa, y ya ven desde sus atalayas que lo que ellos creyeron que iba a pasar ya empez¨® a pasar de nuevo. ?Ven?, Espa?a, es que no tienen arreglo. Y se aprestan a escribirlo, compungidos cronistas de su propia confirmaci¨®n.

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Al sentimiento antifranquista le sigue ahora el resentimiento contra Espa?a, una abuela ama?ada a la que hubiera que despedazar, literalmente, para conjurarla. Y eso se hace impunemente, o se quiere hacer impunemente, cambiando las leyes a voluntad, despreci¨¢ndolas, y queriendo recibir por ello el abrazo del mundo, al que se asusta con expresiones p¨²blicas de desamparo. Y lo que hay en el fondo de todas estas manifestaciones es j¨²bilo inverso contra este pa¨ªs al que se quiere disfrazar de lo m¨¢s rancio de la historia que ya super¨®. Lo que hay es resentimiento tr¨¢gico, y en su peor forma: el rencor.

Espa?a no se merece este momento, porque tampoco se mereci¨® su vieja historia rota. Dec¨ªa Albert Camus: ¡°El espl¨¦ndido calor que rein¨® sobre mi infancia me ha privado de todo resentimiento¡±. Est¨¢ en El rev¨¦s y el derecho, que se lee como quien bebe el agua de la fraternidad y de la justicia. A Camus lo alivi¨® el sol de la infancia; aqu¨ª vamos hacia el deg¨¦nero humano, como dec¨ªa aqu¨ª hace nada el fil¨®sofo Emilio Lled¨® citando a Manuel Aza?a. Y esas p¨ªldoras malditas de la oscuridad est¨¢n conduciendo la conversaci¨®n nacional al m¨¢s despiadado de los resentimientos.

A un muchacho colombiano, rodeado de la miseria cruel de la droga, le preguntaron: ¡°?Y qu¨¦ es el futuro?¡± El adolescente contest¨®: ¡°El futuro es lo que no hay¡±. Si ese velo de resentimiento que oscurece Espa?a no se descorre con voluntad de abrazo y, otra vez, de olvido, es posible que pase el invierno y aqu¨ª el tiempo siga dram¨¢ticamente nublado, anclado, como dec¨ªa Camus, ¡°en los prejuicios y en la estupidez¡±.

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