Modernizar Espa?a
La reforma constitucional deber¨¢ facilitar pol¨ªticas p¨²blicas avanzadas
La Constituci¨®n de 1978 ha servido al proyecto de modernizaci¨®n de Espa?a, incorpor¨¢ndola al mundo democr¨¢tico, dot¨¢ndola de un esquema auton¨®mico y activando las virtualidades de la econom¨ªa social de mercado. La reforma que ahora debe dise?arse adquiere su pleno sentido en la necesidad de afrontar una nueva fase de actualizaci¨®n.
La asignatura no consiste solo en rellenar las carencias o completar las insuficiencias que el tiempo transcurrido ha evidenciado en el texto que organiza la convivencia de los espa?oles. Se trata de facilitar un nuevo salto en su adaptaci¨®n a las urgencias contempor¨¢neas; un nuevo impulso a las pol¨ªticas p¨²blicas que se hayan demostrado mediocres; una nueva posici¨®n adelantada en relaci¨®n con los mejores pa¨ªses de nuestro entorno.
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Es decir, un mejor encaje en el mundo globalizado, que no exist¨ªa en esta forma en los a?os setenta; en una Europa mucho m¨¢s consolidada que entonces; en un entorno competitivo m¨¢s agresivo; y con unas necesidades sociales y de gobernanza territorial que han sido colocadas en primer plano por la gran recesi¨®n y por el mismo ¨¦xito y desgaste del sistema.
El resultado final de la reforma podr¨¢ ser m¨¢s o menos ambicioso en cuanto a su alcance tem¨¢tico: algo sometido a discusi¨®n, en la que no debe olvidarse que no entramos en un proceso constituyente, sino reformador o reconstituyente. No partimos de cero ni el adanismo es nunca buen consejero.
Pero donde ineluctablemente debemos mirar lejos es en el objetivo de facilitar la mejora de las pol¨ªticas p¨²blicas. No es aceptable que uno de los principales pa¨ªses de la Uni¨®n Europea siga siendo farolillo rojo en muchos aspectos esenciales de la vida p¨²blica: la calidad educativa, la capacitaci¨®n profesional, la innovaci¨®n, la eficacia institucional, la igualdad de oportunidades.
La cuesti¨®n territorial, que ahora registra una fase agitada, de desconcierto y tribulaciones, es parte cabal de la necesidad de reforma y uno de sus principales acicates. Pero no el ¨²nico. Las aspiraciones de muchos a un mayor y mejor autogobierno tambi¨¦n hallar¨¢n veh¨ªculo eficaz en la medida en que el gobierno de todos sea mejor y funcione la coordinaci¨®n de las distintas administraciones.
El reto versa tanto sobre la cantidad de apuestas como, sobre todo, su calidad. No es necesariamente imprescindible aumentar el n¨²mero de intervenciones p¨²blicas en uno u otro nivel de gobernanza, ni en el conjunto. Lo que resulta ineludible es que toda nueva competencia o modificaci¨®n de la existente sirva para aumentar la eficiencia del sistema y la satisfacci¨®n de los ciudadanos, no al contrario.
Todos los enfoques deben ir al debate, en la conciencia de que hoy existen fuertes diferencias sobre la orientaci¨®n de la reforma. Un punto de partida debiera ser la constataci¨®n de que el nivel de descentralizaci¨®n alcanzado es alto; pero el grado de corresponsabilizaci¨®n, desigual; y el de su financiaci¨®n, deficiente. Otro, que los mecanismos de fragua de la lealtad federal, en todas las direcciones (Senado, conferencias sectoriales...), son d¨¦biles o m¨¢s aparentes que reales.
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