?Acaba con ¨¦l!
El flamenco es una de las pocas danzas del mundo donde la agresi¨®n se hace arte y donde las mujeres son fuertes en el arte de no matarse
En estos d¨ªas de zozobra, somos miles los que no podemos concentrarnos en nada que no sea pol¨ªtica. No se habla de otra cosa. Se ha reducido el consumo de libros, de conciertos, de ¨®pera, de cine¡ Adi¨®s cultura. Hola agitaci¨®n. Dedicamos horas a las noticias de actualidad, al cansancio del desastre anunciado y vuelto a anunciar. Decido sacudirme la desaz¨®n y acudir a un espect¨¢culo.
?Bicho!, jalean unos. ?Acaba con ¨¦l!, gritan otros. No hay piedad. ?Estoy en un circo de gladiadores, en un combate de boxeo, en una plaza de toros o¡? No. Estoy en un teatro: el Mercat de les Flors, de Barcelona. Una mujer menuda baila con un monstruo. La bestia, inocente y salvaje, con su enorme cornamenta, la quiere capturar. Ella le excita con sus casta?uelas, le reta, le jalea; conoce su simpleza y su brutalidad. Ella es la sorprendente bailaora cordobesa Olga Pericet; el dulce bailaor emp¨ªrico, Juan Carlos L¨¦rida, la bestia. Hay riesgo: estamos fuera de las reglas de convivencia pactada entre humanos. Hay tensi¨®n: se movilizan fuerzas subconscientes. Hay peligro: ?morir¨¢ alguien? La desproporci¨®n de tama?o y fuerza atemoriza a todos¡ menos a ella. Ella ni se arredra ni se deja dominar, porque este no es el juego que desea, sino el juego que debe aceptar.
Evoco la gigantesca cornamenta del Uro ¡ªun b¨®vido del Pleistoceno antecesor del toro¡ª que admir¨¦ en el Museo de la Tauromaquia, de la Real Maestranza de la Caballer¨ªa de Ronda. ?Qui¨¦n necesita a Leviat¨¢n, Rey de los Soberbios, si tenemos entre nosotros al mism¨ªsimo Minotauro? Dos metros de altura hasta la cruz, 48 kilos de cabeza; entre pitones, un abismo inabarcable. El hombre no puede ser un toro para el otro hombre. Sepan timoratos y temerarios, que el ¨²ltimo ejemplar de Uro fue capturado en Polonia a inicios del siglo SVII.
En el escenario, ella se la sigue jugando: le toma y le frena, le torea y se deja tocar. Con sus pasos traza un laberinto para el hermano brutal. Es ella quien sabe ahora por d¨®nde se sale y por d¨®nde no se debe entrar. Aturdida la bestia, cae al suelo y rinde, al fin, la cornamenta. El gent¨ªo clama venganza. Ella, serena, nos mira de frente, centra las astas gigantescas, y con un elegante pie, las levanta y las sujeta. ?Victoria? Cuando todo termina, ella no termina con ¨¦l. Ella termina con el ansia de poder.
Finaliz¨® Pisadas, fin y principio de mujer, espect¨¢culo flamenco, una de las pocas danzas del mundo donde la agresi¨®n, el peligro y la violencia se hace arte, y donde las mujeres son fuertes en el arte de no matarse, porque saben que los principios, por la fuerza, no se negocian
El p¨²blico, confiado, en pie, aplaude. Porque no era teatro. Era de verdad.
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