De soberan¨ªas y soberan¨ªas
El independentismo, con su apelaci¨®n a la soberan¨ªa y la creaci¨®n de nuevos Estados, camina en direcci¨®n opuesta al futuro
Como todo fen¨®meno complejo, la situaci¨®n en Catalu?a tienen m¨²ltiples lecturas: legal, pol¨ªtica, econ¨®mica, cultural, hist¨®rica¡ M¨¢s all¨¢ del adecuado cauce legal y democr¨¢tico que se ha dado al pulso soberanista con la aplicaci¨®n del art¨ªculo 155, la convocatoria de elecciones auton¨®micas y la anunciada reforma constitucional, la verdadera tarea por delante es la de cerrar heridas y crear un espacio de entendimiento. En esta labor, conviene huir de simplismos y considerar que todos estos elementos tienen no solo parte de la explicaci¨®n a lo que estamos viviendo, sino de la soluci¨®n.
Pero levantando la vista m¨¢s all¨¢ de lo inmediato, hay un aspecto en el que merece la pena detenernos para, precisamente, encontrar soluciones de largo plazo: la disputa sobre d¨®nde reside la soberan¨ªa. El independentismo apela a una lectura de la historia para reclamar la restauraci¨®n de una ¡°plena soberan¨ªa perdida y largamente anhelada¡±. Frente a ello, el art¨ªculo 1.2 de la Constituci¨®n declara que ¡°la soberan¨ªa nacional reside en el pueblo espa?ol, del que emanan los poderes del Estado¡±; y el art¨ªculo 2 ¡ªel mismo que reconoce el derecho a la autonom¨ªa y que tambi¨¦n reclama la solidaridad entre ellas, algo que conviene recordar¡ª proclama la ¡°indisoluble unidad de la Naci¨®n espa?ola.¡±
Hay que corregir cuatro d¨¦ficits que afectan a la globalizaci¨®n: gobernanza, democratizaci¨®n, inclusi¨®n e identidad
La realidad es que se aspira a constituir Estados, con base en una legitimidad soberanista, porque hemos articulado el orden internacional en funci¨®n de este binomio. De ah¨ª que el primer objetivo independentista sea el reconocimiento por parte de la comunidad internacional. No obstante, el recurso a la soberan¨ªa como fundamento de autoridad no deja de ser parad¨®jico en una ¨¦poca en la que los contornos de la misma son cada vez m¨¢s difusos. Las costuras de la ¨²ltima refundaci¨®n del orden westfaliano tras la II Guerra Mundial vienen saltando por los aires desde hace tiempo, en aras de una globalizaci¨®n que poco sabe de fronteras, Estados y soberan¨ªas. Apelar a soberan¨ªas y nuevos Estados es un intento de hacer futuro desde el pasado.
?Podemos liberar la pol¨ªtica del yugo soberanista y la gobernanza de su monopolio estatal? Va siendo hora de reconocer que no existe otra soberan¨ªa que la individual y la universal: la primera nos protege como sujetos de la tiran¨ªa, y la segunda nos une como comunidad global en un destino compartido por el simple hecho de ser humanos. No se trata, pues, de localizar la soberan¨ªa en uno u otro grupo, sino de organizar nuestras sociedades de la mejor manera posible, asignando competencias al nivel m¨¢s efectivo de gobierno. Para ello, hay que corregir cuatro d¨¦ficits que afectan a la globalizaci¨®n: gobernanza, democratizaci¨®n, inclusi¨®n e identidad.
El primer d¨¦ficit es de gobernanza: el poder de los Estados se ve cada vez m¨¢s erosionado desde arriba (lo global) y desde abajo (lo local). Por un lado, la capacidad del Estado para resolver problemas globales es cada vez m¨¢s cuestionada, dadas las limitaciones de un multilateralismo frecuentemente entendido como juego de suma cero en el que en el mejor de los casos se alcanzan soluciones de m¨ªnimos. A ello hay que unirle el peso de actores transnacionales, con frecuencia m¨¢s poderosos que los propios gobiernos. Por otra parte, se pone en entredicho la proximidad del Estado a los problemas inmediatos de la ciudadan¨ªa, lo que impulsa la b¨²squeda de nuevas formas de gobernanza con anclaje sub-nacional. Sigue habiendo un rol clave para el Estado, por supuesto, pero ¨¦ste no puede ser el referente ¨²ltimo: ceder soberan¨ªa hacia arriba permite ganar control sobre din¨¢micas globales que son imparables; hacerlo hacia abajo garantiza una mayor cercan¨ªa a las comunidades. Tenemos que apostar por la integraci¨®n supranacional en lugar de una desintegraci¨®n intranacional que solo dificulta a¨²n m¨¢s cualquier tipo de gobernanza.
Asistimos a un aumento creciente de las desigualdades de ingreso, riqueza y oportunidades
El segundo d¨¦ficit, ligado al primero, es democr¨¢tico: cuesta ceder soberan¨ªa si no se tiene control ciudadano sobre las instituciones y los centros de poder. Los gobiernos nacionales son actualmente el ¨²ltimo representante de la voluntad popular en el orden multilateral, pero esta mediaci¨®n no hace sino distanciar a la poblaci¨®n de las instituciones internacionales. Ante esto, debemos favorecer mecanismos de elecci¨®n directa de nuestros l¨ªderes transnacionales, para que los sintamos nuestros del mismo modo que ocurre con nuestros presidentes de gobierno y autoridades auton¨®micas y locales.
El tercer d¨¦ficit ata?e al car¨¢cter excluyente de muchas din¨¢micas globales, que generan ganadores y perdedores. Asistimos a un aumento creciente de las desigualdades de ingreso, riqueza y oportunidades, as¨ª como a un estancamiento de las condiciones de vida de amplios segmentos de la poblaci¨®n, simplemente desconectados del tren del progreso y la digitalizaci¨®n. Esta desconexi¨®n econ¨®mica no tarda en traducirse en desconexi¨®n pol¨ªtica y en una p¨¦rdida de confianza en el sistema y sus instituciones, incapaces de alimentar la esperanza de que la vida sea mejor para las generaciones futuras. Para frenar este caldo de cultivo del aislacionismo y el populismo, necesitamos una nueva econom¨ªa sostenible, incluyente y redistributiva, que no solo compense a los perdedores y aspire a la igualdad de oportunidades, sino en la que todos ganemos y se minimicen las diferencias de resultados. Necesitamos tambi¨¦n una sociedad que no confunda fines y medios y que se centre en la felicidad de sus individuos.El ¨²ltimo d¨¦ficit es identitario: necesitamos una generaci¨®n formada en los valores del cosmopolitismo y la solidaridad, porque sin ella ninguno de los cambios anteriores ser¨¢ posible; una generaci¨®n de globalistas que no se ci?a a las ¨¦lites, sino que abarque al grueso de la poblaci¨®n. Si la educaci¨®n ha logrado enraizar en sucesivas generaciones esp¨ªritus patri¨®ticos, qu¨¦ no podremos lograr si formamos a nuestro ni?os en valores humanos y en la idea de que la uni¨®n ¨Cno ya como pa¨ªs, sino como humanidad¡ªhace la fuerza y pone a nuestro alcance cualquier objetivos que nos fijemos. En este concepto de ciudadan¨ªa global pueden y deben caber todas las identidades particulares, reconociendo que la diversidad nos enriquece y la exclusi¨®n no hace sino empobrecer. No se trata de ganar, sino de ganarse al independentismo, a los Brexits o al America First.
El independentismo, con su apelaci¨®n a la soberan¨ªa y la creaci¨®n de nuevos Estados, camina en direcci¨®n opuesta al futuro. Como bellamente dijo Josep Borrell el pasado 8 de octubre, ¡°las fronteras son cicatrices grabadas en la piel de la tierra: no levantemos m¨¢s". Lo que toca es centrarnos en los verdaderos retos de nuestro tiempo, y cambiar las cosas desde el respeto a un orden y una legalidad que nos han dado un marco de paz, estabilidad y convivencia que no son poca cosa si miramos a nuestra historia. No se trata de dinamitar ¨®rdenes que ha costado mucho consolidar, como algunos pretenden olvidando los peores fantasmas de nuestra historia, sino de actualizarlos con audacia y sin temor.
?ngel Alonso Arroba es responsable de comunicaci¨®n y gesti¨®n en el gabinete del secretario general de la OCDE.
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