La ca¨ªda del ¡®proc¨¦s¡¯

Las fuerzas separatistas intentan esconder un fracaso hist¨®rico llamando a convertir el 21D en un plebiscito contra los encarcelamientos de sus l¨ªderes, la aplicaci¨®n del 155 o como apoyo a esa rep¨²blica catalana que no fue. Si alguna cosa ha quedado demostrada estos meses es que la secesi¨®n unilateral es imposible una vez que el Estado sale de su letargo. Hemos asistido a un final sin ¨¦pica, casi vergonzante para los protagonistas, rematado por la huida de Carles Puigdemont a Bruselas que, a la postre, empuj¨® el ingreso preventivo en prisi¨®n de Oriol Junqueras y de otros siete exconsellers el 2 de noviembre. Ahora bien, un mes antes, todo era mucho m¨¢s incierto, lo cual nos obliga a interrogarnos sobre la estrategia del Govern.

Durante los primeros d¨ªas de octubre el separatismo vivi¨® momentos de euforia. El 1-O no solo se vot¨® sino que las im¨¢genes de violencia policial fueron un magn¨ªfico regalo para incrementar sus apoyos sociales y da?ar la imagen de Espa?a en el exterior. La fidelidad de los Mossos a la legalidad qued¨® en entredicho, d¨¢ndose por descontada su pasividad ante una acci¨®n insurreccional dirigida por la ANC y ?mnium para ocupar lugares estrat¨¦gicos en el territorio. Con la ¡°huelga patri¨®tica¡± del d¨ªa 3 la causa secesionista alcanz¨® su c¨¦nit y pareci¨® que cualquier cosa pod¨ªa ocurrir. Por si cab¨ªa alguna duda, Felipe VI confirm¨® la ¡°extrema gravedad¡± de la situaci¨®n, aunque en su mensaje tambi¨¦n dej¨® claro que la legalidad constitucional no era negociable. El d¨ªa 4 Puigdemont ten¨ªa dos opciones: declarar la independencia, en coherencia con lo prometido, o convocar elecciones para intentar legitimar ante la comunidad internacional el secesionismo en un escenario favorable. Elegir entre dar cumplimiento a la ley del refer¨¦ndum o atreverse a explicar a los suyos que el 1-O no hab¨ªa servido para avalar la DUI, tanto por razones democr¨¢ticas como por su nulo reconocimiento externo. Lo primero exig¨ªa vencer el miedo al vac¨ªo, mientras lo segundo era imposible sin un fuerte liderazgo interno capaz de dar un golpe de tim¨®n. Esta carencia qued¨® patente semanas m¨¢s tarde cuando Puigdemont no se atrevi¨® finalmente a convocar elecciones para evitar la aplicaci¨®n del 155 ante la dura oposici¨®n de ERC y CUP.

La falta de atrevimiento para una cosa y de liderazgo para la otra explican que la primera semana de octubre, en un momento crucial, ni se pusiera rumbo hacia la independencia ni se convocaran elecciones, sino que el Govern se refugi¨® en un llamamiento desesperado a la negociaci¨®n. En su dura r¨¦plica al discurso del rey, la noche del 4, Puigdemont se agarr¨® al papel que iba a jugar la mediaci¨®n internacional con propuestas que ¡°no tardar¨ªan en llegar¡±. El d¨ªa 10, en medio de una gran expectaci¨®n, el president suspendi¨® la DUI en el Parlament en un quiebro desconcertante. Lo hac¨ªa porque, afirm¨®, hab¨ªa que dar ¡°m¨¢s tiempo a la mediaci¨®n¡± y porque eso ayudaba a preservar la convivencia. El domingo anterior, cientos de miles de catalanes se hab¨ªan manifestado a favor de la unidad de Espa?a convocados por SCC, mientras la angustia y la tensi¨®n social crec¨ªan. El farol chantajista del Govern, amenazando con la unilateralidad (imposible de ejecutar sin desencadenar un conflicto civil y sin da?ar a¨²n m¨¢s la econom¨ªa catalana, e imposible de consolidar sin las estructuras e instrumentos para controlarlo todo), qued¨® al descubierto. En lugar de aceptar que lo mejor era ir a elecciones, el conglomerado separatista qued¨® atrapado en la creencia de que al final ocurrir¨ªa lo deseado. El d¨ªa 17, el encarcelamiento de los Jordis indign¨® mucho pero no cambi¨® nada.

El 20 de octubre se hicieron p¨²blicas las medidas de intervenci¨®n de la autonom¨ªa por parte del Gobierno de Mariano Rajoy, que inclu¨ªan el cese de todos los consellers. Se trataba de un 155 b¨¢sicamente electoral, ante el cual Puigdemont solo pod¨ªa optar por ejercer su facultad de disolver antes el Parlament para evitar la intervenci¨®n. Ahora sabemos que la ma?ana del 26 se estuvo muy cerca de ese escenario. Pero esa salida, pol¨ªticamente razonable y sobre todo ventajosa para todos aquellos que ahora afrontan querellas penales, llevaba consigo el estallido del bloque separatista y la frustraci¨®n entre sus bases. Al final, la ficci¨®n sigui¨® mandando sobre los protagonistas y arruinando sus intereses, y se resolvi¨® con una farsa de DUI, a modo de consolaci¨®n, en el ¨²ltimo minuto. Tras la ca¨ªda del proc¨¦s, el independentismo no desaparecer¨¢ pero s¨ª el sue?o unilateral.

Joaquim Coll es historiador.