Ni causa ni rebelde

La infausta carrera pol¨ªtica de Carme Forcadell, una de las principales instigadoras del proceso secesionista catal¨¢n, se aproxima a su t¨¦rmino.El punto final de su continua escapada hacia la radicalizaci¨®n, el dislate institucional y el extremo sectarismo frente a la oposici¨®n parlamentaria viene de la mano de la decisi¨®n del Tribunal Supremo de concederle la libertad bajo fianza, en el proceso por presunta rebeli¨®n o sedici¨®n que se le sigue. Una decisi¨®n tomada a la luz de los prop¨®sitos de enmienda ¡ªya se ver¨¢ si sinceros¡ª de los encausados, en contraste con el silencio de los exmiembros del Govern actualmente en prisi¨®n.

M¨¢s exactamente, el final de ese viaje a ninguna parte deriva del compromiso adoptado por Forcadell en el estrado judicial de cumplir desde ahora el marco constitucional en su actuaci¨®n pol¨ªtica, o renunciar a toda actividad en ese ¨¢mbito.

Con mayor precisi¨®n, proviene de la insalvable contradicci¨®n entre una trayectoria festoneada de actuaciones separatistas radicalmente antijur¨ªdicas y abiertamente inconstitucionales ¡ªhasta hace pocas horas¡ª, que jur¨® irreversibles; y la s¨²bita promesa de anteayer a la justicia de que se comportar¨¢ como corresponde, o simplemente dejar¨¢ de actuar.

Del texto literal del juez instructor, Pablo Llarena, podr¨ªa inferirse que la presidenta del Parlament estar¨ªa valorando abandonar la actividad pol¨ªtica. Pero si no fuera as¨ª, el compromiso alternativo es que la ejercer¨ªa sin desafiar la legalidad, contra lo que ha venido haciendo ininterrumpidamente desde que accedi¨® a la presidencia del Parlament hace dos a?os.

El destino de Forcadell estaba cantado desde el principio: privar a los diputados discrepantes de sus derechos para modificar leyes; desobedecer una y otra vez al Tribunal Constitucional, tras ser advertida con solemnidad de las eventuales consecuencias de esa conducta; desacreditar la independencia del Legislativo al juntarse sistem¨¢ticamente en reuniones conspirativas con el Ejecutivo y con l¨ªderes de organizaciones de agitaci¨®n separatista: nada de todo ello auguraba un final feliz.

Forcadell y sus adl¨¢teres tienen, como todo justiciable, derecho a mentir para minimizar los perjuicios penales: y as¨ª lo recuerda el auto en el que se evoca la posibilidad de que sus declaraciones sean ¡°mendaces¡±. Es comprensible que alguien act¨²e de ese modo para escapar de la c¨¢rcel.

Pero a diferencia de otros ciudadanos y de casi todos los dem¨¢s justiciables, los miembros de la Mesa del Parlament son pol¨ªticos en activo. Y para ser cre¨ªble, un pol¨ªtico no puede sostener simult¨¢neamente que cumple la ley y que la viola; que sigue pugnando por un proc¨¦s ilegal de secesi¨®n y al tiempo como pol¨ªtico autonomista; que canta en la misa de la subversi¨®n y repica en la del orden estatutario.

Bienvenidos en todo caso los parlamentarios extraviados a la legalidad que dicen asumir y respetar de nuevo, si su promesa es aut¨¦ntica: ello podr¨¢ quiz¨¢ pautar la senda a otros encausados. Puede que alguno haya optado por la mendacidad, anteponiendo su libertad individual a la pretendida libertad de Catalu?a, para luego desdecirse de nuevo. Su final ser¨¢ a¨²n peor. C¨ªvica y judicialmente.