Cosas que pasan en el WC de caballeros
Cu¨¢l es el protocolo. ?Hay que saludar? ?Se puede conversar? ?Hay que comportarse igual en el aseo de la oficina que en el de un restaurante?
Es domingo por la ma?ana y el ba?o de Ikea est¨¢ sorprendentemente concurrido. Se escuchan ag¨®nicas cisternas, pataletas infantiles, g¨¢rgaras matinales, furiosos portazos y conversaciones variopintas. Cuando irrumpo en el aseo, me encuentro con que, de las tres cabinas, solo una est¨¢ libre; y cuando accedo a esta, descubro con estupor que no queda papel. ?Me quedo esperando dentro del aseo a que otro retrete quede libre, merodeando entre los urinarios y el lavabo, disimulando mi dudoso comportamiento tal vez silbando? ?O debo esperar fuera, donde la ¨²nica forma de atisbar el interior (para comprobar si alguna cabina queda libre) es estirar el pescuezo como un mir¨®n cada vez que se abre la puerta?
Utilizar un ba?o p¨²blico est¨¢ sujeto a una larga serie de vicisitudes. A ra¨ªz de esa experiencia me doy cuenta de que en el interior de estos recept¨¢culos se dan situaciones de complicada resoluci¨®n. Unas, derivadas del uso de sus instalaciones; otras, de la eventual interacci¨®n con las personas que pululan por all¨ª.
Adem¨¢s, no es lo mismo el ba?o de la oficina que el de un hotel de cinco estrellas, ni tiene nada que ver el de un bareto de barrio con el de un centro comercial. No ya por la calidad de su saneamiento (que tambi¨¦n), sino por la actitud que de uno esperan los dem¨¢s.
Utilizar un ba?o p¨²blico est¨¢ sujeto a una larga serie de vicisitudes. A ra¨ªz de esa experiencia me doy cuenta de que en el interior de estos recept¨¢culos se dan situaciones de complicada resoluci¨®n
As¨ª que he realizado un periplo por diferentes WC de caballeros, y resolvemos todas esas cuestiones con la ayuda de un experto en protocolo y buenas maneras.
En el aseo de la oficina
En el interior del servicio de nuestra oficina no somos ciudadanos an¨®nimos, y todo lo que hagamos (o dejemos de hacer) podr¨¢ utilizarse en nuestra contra. All¨ª nos cruzaremos con el inform¨¢tico y el de recursos humanos, y se impone saludar. Aunque el experto advierte (con excelente criterio). ¡°Lo que no podemos pretender es dar la mano: no es ni el lugar adecuado ni el momento de hacerlo¡±, opina Jos¨¦ Alfredo Escobar, miembro de la Asociaci¨®n Espa?ola de Protocolo.
Pero a veces nuestra simpat¨ªa puede generar una situaci¨®n inc¨®moda. En m¨¢s de una ocasi¨®n me ha sucedido ¡ªy mira que intento no hacerlo¡ª saludar a un compa?ero en el ba?o mientras se est¨¢ lavando los dientes. Le pones en un aprieto, ya que, o bien le haces quedar mal porque no puede verbalizar una respuesta, o bien provocas un estallido de pasta de dientes en direcci¨®n al espejo. Pero si no le saludas, quien queda mal eres t¨². Los manuales de buenas costumbres aconsejan simplificar: ¡°Quiz¨¢s con mirarlo se dar¨¢ por saludado¡±, aduce Escobar.
Un cl¨¢sico de los ba?os de oficina es que en ellos siempre hay algo estropeado. Eso puede anular la posibilidad de elegir urinario, asunto de no poca enjundia. Porque, cuando ya hay uno ocupado, ?es de recibo situarse en el que est¨¢ justo al lado o, a fin de prevenir malentendidos, es mejor ponerse en el extremo opuesto? ¡°Por comodidad para la persona que ya est¨¢ us¨¢ndolo, y como no supone un problema para nosotros, ser¨ªa l¨®gico utilizar el lado opuesto al que se est¨¢ utilizando¡±, dicta el protocolo. Es decir, elegir el m¨¢s alejado no te convierte en un soci¨®pata sino m¨¢s bien en todo lo contrario.
Esa ¡°distancia de seguridad¡± (como en la carretera) no impide que fluya la conversaci¨®n, lo que puede resultar un tanto violento habida cuenta del trasiego que nos traemos entre manos. Le pregunto al experto si es de mal gusto. ¡°Entre dos personas que tienen confianza no est¨¢ mal romper el hielo de una situaci¨®n tan incomoda haci¨¦ndola ver como un momento normal¡±, responde tranquilizador.
En el aseo del centro comercial
Se alinean por turnos frente a los urinarios, codo con codo (perfectos desconocidos), con la mirada fija en los azulejos de la pared. La estampa no est¨¢ exenta de surrealismo
Estoy en el lavabo de Ikea. Todos los aseos est¨¢n con la puerta cerrada. Decido esperar fuera, oteando el interior cuando se abre la puerta. Procuro poner mi gesto m¨¢s despreocupado e inofensivo: una c¨¢mara de seguridad me apunta. ?He hecho lo correcto? El experto dice que no. ¡°Lo l¨®gico es esperar en la zona de lavamanos para no molestar a la gente que utiliza los urinarios y as¨ª estar pendiente de quien termine de usarlo¡±, opina el miembro de la Asociaci¨®n Espa?ola de Protocolo.
Al t¨¦rmino de la operaci¨®n me lavo las manos. Aprovecho para darme un agua en cara y cuello. Sorpresa: no hay dispensador de toallas de papel. ?Es descabellado pensar que alguien pueda emplear el grifo para algo m¨¢s que lavarse las manos, como limpiar unas gafas o una mancha en la camisa? Aqu¨ª me tienen, a punto de convertirme en una r¨¦plica de la protagonista de Carrie, pero chorreando agua en vez de sangre, y con una estrecha ranura de aire caliente como ¨²nica alternativa. Recurro a mi pesar al papel higi¨¦nico, que se deshace y se pega. ¡°Cuando nos encontremos en una situaci¨®n l¨ªmite, debemos utilizar aquello que tengamos a mano¡±, concede el experto, que acto seguido me acusa de poco previsor: ¡°Yo opto por llevar un pa?uelo siempre en el bolsillo para utilizar en caso de una emergencia como esta¡±.
En el aseo de bares y restaurantes
Los servicios de los locales de hosteler¨ªa a los que voy no tienen mucho misterio: cuartuchos con una taza, un urinario y un lavabo tama?o escolar. Min¨²sculos aseos tambi¨¦n he encontrado en hospitales, cl¨ªnicas y centros de salud, lugares que los hipocondriacos frecuentamos y donde los nervios inducen a la micci¨®n. La probabilidad de cruzarse con otro ser humano se reduce al momento en el que uno sale (relajado, aliviado) y el otro (impaciente, agitado) entra. No soy dado a saludar en esa circunstancia, y sospecho que mi conducta es reprobable: ?acaso no decimos ¡°hola¡± a las puertas de un ascensor? ¡°La educaci¨®n no est¨¢ peleada en ninguna de las situaciones que nos encontramos a lo largo del d¨ªa¡±, me ri?e el experto en protocolo.
En el aseo del estadio de f¨²tbol
Aprovecho el partido Atl¨¦tico de Madrid-FC Barcelona de la jornada 8 de Liga para visitar los ba?os del nuevo estadio Wanda Metropolitano, m¨¢s austeros de lo que cabr¨ªa pensar. La fila de hombres llega al exterior del aseo: es lo que tiene que todos bajemos a la vez, aprovechando la pausa del descanso. Dentro, seis o siete hombres se alinean por turnos frente a los urinarios, codo con codo (perfectos desconocidos entre s¨ª), con la mirada fija en los azulejos de la pared. La estampa no est¨¢ exenta de surrealismo, pero ?qu¨¦ otra cosa mirar? Ninguna: ¡°Poner la vista al frente ¡ªdice Escobar¡ª evitar¨¢ hacerle sentirse mal a nuestro vecino. Y ser¨¢ por poco tiempo¡±.
En el aseo de un hotel de lujo
Con empaque y paso distinguido me encamino al ba?o del Hotel Ritz de Madrid, paradigma de la elegancia. Lo he dejado para el final porque, si hay un sitio donde aplicar todos los modales aprendidos, es un hotel de cinco estrellas. Entre m¨¢rmoles y dorados, lo cierto es que aqu¨ª uno se ve pose¨ªdo por el esp¨ªritu del donaire, que descalifica cualquier comportamiento vulgar. De modo que intento extremar las normas de higiene, aplicar la mayor precisi¨®n a mi punter¨ªa y contener cualquier ruido que mi organismo pueda producir. Sobre la higiene y la precisi¨®n no hay nada que discutir, pero sobre los ruidos¡ si los hacemos en casa, ?por qu¨¦ aqu¨ª no? El experto en correcci¨®n social es tajante: ¡°Deben evitarse en todo momento. Si tenemos necesidad, podemos meternos en una cabina y hacer lo que consideremos, pero creo que debemos evitar hacerlos cuando tengamos a otra persona junto a nosotros¡±.
Y a la salida, algo com¨²n a todos los ba?os: esa placentera sensaci¨®n de ligereza.
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