Lluch
Perteneci¨® a una generaci¨®n para la que la Transici¨®n consisti¨®, tambi¨¦n, en cambiar la amenaza de una dictadura por la de una banda terrorista
Algo que siempre recuerdo de la muerte de Ernest Lluch es la hora y media que pas¨® sin que nadie supiese que Ernest Lluch hab¨ªa muerto. Tirado en un garaje de Barcelona, oculto entre dos coches con dos disparos en la cabeza. Eran las diez de la noche y acababa de aparcar cuando lo mataron. El ruido de coches saliendo y entrando alrededor. La tranquilidad de su familia, de sus hijas, de sus amigos, porque el mundo segu¨ªa confeccionado de la misma manera y con los mismos afectos que el d¨ªa anterior. Durante esa hora y media en que el universo de Lluch permanec¨ªa intacto porque desconoc¨ªa que Lluch hab¨ªa muerto, los ¨²nicos alterados eran los que lo sab¨ªan muerto, porque lo hab¨ªan asesinado ellos mismos y nadie se hab¨ªa enterado a¨²n.
Ernest Lluch perteneci¨® a una generaci¨®n para la que la Transici¨®n consisti¨®, tambi¨¦n, en cambiar la amenaza de una dictadura por la de una banda terrorista. Muchos de ellos acababan de salir torturados de las c¨¢rceles y se pusieron a mirar los bajos del coche. Pudieron colocarse de lado o de espaldas, pudieron tambi¨¦n disfrutar de la democracia rodeando sus charcos de sangre porque bastante juventud se hab¨ªan dejado ya en el franquismo. Pudieron incluso disculpar, atenuar o matizar cada atentado de ETA con el vocabulario acolchado de los c¨®mplices. En lugar de eso se fueron a los parlamentos, a los peri¨®dicos y a las plataformas sociales para denunciar que hab¨ªa un fascismo que chantajeaba, coaccionaba, vigilaba y asesinaba al pueblo en nombre, c¨®mo no, del mismo pueblo. Es sabido que el terrorismo siempre te mata por tu bien.
Entre muchos de los suyos pasaron del prestigio al desprestigio ya entonces, cuando eran amenazados de muerte. Pero eso era, precisamente, lo que atemperaba el rechazo; en cuanto la amenaza se disip¨® y ETA fue historia ya se les pudo llamar fascistas libremente, sin miedo a que un d¨ªa alguien se acercase por detr¨¢s a pegarles un tiro en la nuca y tener que explicar que el fascista era el muerto.
Meses antes de asesinar a Lluch, ETA hab¨ªa matado a Jos¨¦ Luis L¨®pez de Lacalle: ¡°Torturado por Franco, asesinado por ETA¡±, titul¨® Pablo Ordaz una cr¨®nica en la que el comunista D¨ªaz Cardiel recordaba c¨®mo L¨®pez de Lacalle y Marcelino Camacho, en sus celdas, se peleaban por leer los peri¨®dicos, que llegaban siempre recortados por el director de prisiones. En eso pens¨® D¨ªaz Cardiel cuando vio a su amigo a?os despu¨¦s tapado por una s¨¢bana con ocho diarios tirados alrededor. Que ni Franco ni ETA, cont¨® a Ordaz, le hab¨ªan dejado leer nunca la prensa en paz.
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