Tan dif¨ªcil como necesaria
Espa?a vive tres crisis simult¨¢neas: econ¨®mica, pol¨ªtica y territorial. Una reforma constitucional recuperar¨¢ la confianza de los espa?oles en las instituciones. Parece sensato empezar intentando mejorar el funcionamiento de la Espa?a auton¨®mica
Parece que el debate sobre la reforma constitucional se va abriendo paso. Hace unos d¨ªas, un grupo de prestigiosos catedr¨¢ticos de Derecho Constitucional presentaron un documento titulado Ideas para una reforma de la Constituci¨®n, que busca estimular ese debate. El documento tiene una doble virtualidad: a la calidad t¨¦cnica de sus propuestas une una expresa voluntad de consenso. Como los propios autores aclararon, esas ideas son fruto de la discusi¨®n y del acuerdo entre ellos.
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Cuando los socialistas planteamos en Granada una reforma constitucional, lo hicimos para salir al paso de la crisis territorial que se estaba incubando en Espa?a. Pero no s¨®lo. Sostuve en aquellos d¨ªas que nuestro pa¨ªs viv¨ªa tres crisis simult¨¢neas: la socioecon¨®mica y, en parte debido a ella, una crisis pol¨ªtica que se traduc¨ªa en una profunda desconfianza de los ciudadanos hacia nuestras instituciones; y, tambi¨¦n, una crisis territorial que erosionaba el Estado auton¨®mico. Hacer frente a las tres crisis exig¨ªa un sinf¨ªn de medidas de todo tipo; pero cerrarlas del todo, cauterizar sus profundas heridas, dije entonces, necesitaba una reforma constitucional. Veamos por qu¨¦.
Espa?a est¨¢ todav¨ªa inmersa en una grave crisis socioecon¨®mica. Es innegable que lo peor ha pasado, pero tambi¨¦n es cierto que una gran mayor¨ªa de los espa?oles no sienten la recuperaci¨®n. Es f¨¢cil de entender: seg¨²n el diccionario de la RAE, recuperar es volver a tener lo que uno tuvo. Ni en derechos, ni en empleo ¡ªcantidad y calidad¡ª, ni en prestaciones sociales se ha producido esa recuperaci¨®n. Pero, adem¨¢s, creo que es preciso garantizar que algunas medidas que se tomaron con la disculpa de la crisis no se puedan volver a adoptar; por ejemplo, el cuestionamiento del car¨¢cter universal de nuestro sistema sanitario. Y para hacerlo, lo mejor es ¡°constitucionalizar¡± ese derecho, integrar la sanidad en el cap¨ªtulo de los derechos fundamentales de nuestra Constituci¨®n. Reformar la Constituci¨®n para incorporar los derechos sociales perdidos no es la ¨²nica manera de recuperarlos, pero es la forma de asegurar que nunca m¨¢s se van a perder.
La revisi¨®n de la Carta Magna permitir¨ªa construir un nuevo proyecto pol¨ªtico
Como dec¨ªa, junto a la crisis socioecon¨®mica que vive nuestro pa¨ªs, y agravada por ella, se ha instalado una profunda crisis pol¨ªtica. Las causas son diversas, sin duda la corrupci¨®n es una de ellas, pero el hecho es que hoy los espa?oles no conf¨ªan en el funcionamiento de nuestro sistema democr¨¢tico. Superar esa desconfianza exige hacer reformas en muchas instituciones, empezando por los partidos pol¨ªticos. Y, para ello, en algunos casos es necesario reformar nuestra Constituci¨®n. Otro ejemplo: reformar a fondo nuestro sistema electoral exige ¡°desconstitucionalizarlo¡±, es decir, suprimir del texto constitucional la definici¨®n de la provincia como obligada circunscripci¨®n. Como ante la crisis socioecon¨®mica, se pueden hacer muchas cosas para afrontar la profunda crisis pol¨ªtica, pero algunas de las reformas que necesitamos van a exigir cambios constitucionales.
Los acontecimientos en Catalu?a han evidenciado de forma dram¨¢tica la tercera crisis, la territorial, sobre la que, como acabo de apuntar, algunos ven¨ªamos hablando desde hace a?os. No es nueva, y tampoco es la ¨²nica tensi¨®n que afecta a nuestro modelo auton¨®mico. Las ineficacias del Estado de las autonom¨ªas, amplificadas en un contexto de graves dificultades econ¨®micas, hab¨ªan hecho rememorar las viejas estructuras centralistas en determinados sectores pol¨ªticos y sociales.
Nuestro modelo auton¨®mico vive hoy dos tensiones contrapuestas, una recentralizadora y otra independentista, que no se anulan, sino que se retroalimentan. No es aventurado imaginar que la llamada hoja de ruta del independentismo catal¨¢n, unilateral y, sobre todo, ilegal, ha dado alas a aquellos que nunca simpatizaron con el T¨ªtulo Octavo de nuestra Constituci¨®n. Pero no s¨®lo a ellos; muchos ciudadanos espa?oles piensan que en esto de la descentralizaci¨®n se ha ido demasiado lejos, y que lo que toca ahora es regresar. Se han podido cometer errores y, sobre todo, ha habido deslealtades, pero los que creemos que el Estado de las autonom¨ªas es uno de los logros m¨¢s notables de la Constituci¨®n de 1978 debemos afirmar sus innegables ventajas: ha permitido a los espa?oles convivir reconoci¨¦ndonos como somos, diferentes, que no desiguales, y ha propiciado el desarrollo social de muchas comunidades a las que el centralismo anterior hab¨ªa condenado a la miseria. La mejor forma de defender esos logros de la Constituci¨®n es abordar su reforma para, de entrada, mejorar su eficacia. Por ejemplo, clarificando la distribuci¨®n de competencias entre el Estado y las comunidades; o reformando el Senado para convertirlo en una C¨¢mara Territorial en la que las comunidades puedan participar directamente en el proceso legislativo de las normas que les afectan. Tambi¨¦n para incorporar a nuestra Carta Magna los principios de un sistema de financiaci¨®n que sea transparente, justo y solidario, capaz de garantizar la igualdad de todos los espa?oles ante el ejercicio de sus derechos sociales b¨¢sicos. En resumen, y como afirman los catedr¨¢ticos a los que me refer¨ªa al principio, no para definirnos como un Estado federal, sino para aplicar las mejores t¨¦cnicas federales, y resolver los problemas del sistema auton¨®mico. Una reforma para reflejar mejor las singularidades de nuestras comunidades ¡ªdesde luego, de Catalu?a, pero no s¨®lo de Catalu?a¡ª que d¨¦ paso a unos nuevos Estatutos de Autonom¨ªa, en los que cada comunidad pueda recoger su organizaci¨®n institucional y territorial, sus normas de autogobierno.
Nuestro modelo auton¨®mico vive hoy dos tensiones contrapuestas, una recentralizadora y otra independentista, que no se anulan sino que se retroalimentan
La lista de posibles modificaciones de nuestra Constituci¨®n no se agota en los aspectos a los que me he referido. Abordarlos todos al tiempo no es posible ni razonable en t¨¦rminos pol¨ªticos. No podemos olvidar que, sea cual sea el mecanismo constitucional para emprender las reformas, lo m¨¢s probable, dada la composici¨®n del actual del Parlamento y, seguramente, lo m¨¢s conveniente es que se sometan a la decisi¨®n del conjunto de los espa?oles. Habr¨¢, pues, que secuenciar y priorizar la discusi¨®n, y tambi¨¦n la aprobaci¨®n; pensar en reformas sucesivas m¨¢s que en una sola reforma. Ese es el primer consenso a alcanzar. No parece insensato comenzar intentando rehacer nuestro pacto territorial para, como ya he apuntado, mejorar el funcionamiento de la Espa?a auton¨®mica. Hacerlo en el Congreso de los Diputados, acordarlo con las comunidades aut¨®nomas y refrendarlo por los espa?oles, tambi¨¦n por los catalanes, muchos de los cuales han llegado al independentismo por la inexistencia de una alternativa de cambio en nuestras normas de convivencia.
Cuarenta a?os despu¨¦s de su aprobaci¨®n, se acumulan las razones para abordar una reforma de nuestra Constituci¨®n, adecuarla a una realidad muy distinta a la que alumbr¨® el texto de 1978, y hacer frente a una crisis profund¨ªsima con graves repercusiones econ¨®micas, sociales, territoriales y pol¨ªticas. Esta revisi¨®n de la Carta Magna aparece as¨ª como la oportunidad de darles a nuestros conciudadanos, sobre todo a las nuevas generaciones, un nuevo proyecto pol¨ªtico para Espa?a. Conservando lo que mi generaci¨®n hizo bien, revisando lo que no supimos hacer, y tratando de anticipar las duras exigencias que ya se vislumbran. S¨¦ que es una empresa de enorme dificultad, pero me resisto a creer que ni siquiera seamos capaces de empezar a discutirlo.
Alfredo P¨¦rez Rubalcaba fue secretario general del PSOE.
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