Romper el silencio
Los signos de involuci¨®n en la violencia machista obligan a extremar la guardia
El D¨ªa Internacional contra la Violencia de G¨¦nero coincide con el 20? aniversario de la muerte de Ana Orantes. El 17 de diciembre de 1997, 13 d¨ªas despu¨¦s de haber denunciado en p¨²blico una vida de palizas y malos tratos, su marido la roci¨® con gasolina y le prendi¨® fuego. El caso hizo saltar la espita de una realidad hasta entonces sepultada en la cr¨®nica de sucesos bajo el ep¨ªgrafe de crimen pasional.
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En estos 20 a?os se ha dado visibilidad a un problema que ha resultado ser mucho m¨¢s grave y m¨¢s extenso de lo que se cre¨ªa. Como muestra, los datos de 2016: 44 mujeres asesinadas, 142.000 denuncias, 14.000 partes de lesiones, 42.000 mujeres en el registro de v¨ªctimas y 15.800 hombres condenados. Desde 2003 cerca de un millar de mujeres han sido asesinadas por una violencia que en muchos casos ha alcanzado tambi¨¦n a los hijos, cuando el padre los mata para vengarse de la mujer. Katherina, una mujer embarazada asesinada en Vinar¨°s, es la v¨ªctima 45 de este a?o.
La sociedad ha reaccionado con medidas legislativas como la ley integral de violencia de g¨¦nero (2005), de igualdad (2007) y ahora, con un pacto de Estado que debe subsanar las carencias observadas. Pero estamos lejos de los objetivos y crece la inquietud por la aparici¨®n de signos de involuci¨®n en la percepci¨®n social.
Las encuestas muestran un repunte de actitudes machistas entre los j¨®venes, como ese 27,4% de adolescentes que considera que la violencia en la pareja es natural o el 33% que cree que los celos son una prueba de amor. A ello hay que a?adir el desafiante activismo de sectores neomachistas que tratan de desacreditar las pol¨ªticas p¨²blicas de igualdad con falsedades, como el mito de las denuncias ficticias o los intentos de caracterizar al feminismo como una ideolog¨ªa totalitaria que busca el sometimiento de los hombres.
La cultura machista reaparece constantemente, como ha ocurrido en el juicio contra cinco acusados de una violaci¨®n m¨²ltiple en las fiestas de San Ferm¨ªn, cuya defensa ha tratado de criminalizar a la v¨ªctima y arrojar dudas sobre su conducta. No es la v¨ªctima la que ha de demostrar que no es culpable.
La violencia de g¨¦nero se ha revelado como un fen¨®meno resistente que hay que seguir combatiendo con m¨¢s recursos y mejores estrategias educativas y preventivas, teniendo en cuenta que el problema no se limita a los asesinatos y malos tratos en el seno de la pareja.
En los ¨²ltimos meses ha emergido una realidad a¨²n m¨¢s oculta que no deja rastro p¨²blico y resulta dif¨ªcil de probar: la del acoso sexual. Lo ejercen hombres que utilizan el poder para obtener favores sexuales y las mujeres que lo denuncian no siempre salen bien paradas. La campa?a #Metoo ha logrado romper el silencio y puede marcar un cambio tan importante como lo fue en su d¨ªa el caso de Ana Orantes. No se trata de un problema de la esfera privada de las personas, sino de un asunto p¨²blico sobre el que se debe intervenir.
El convenio de Estambul, suscrito por Espa?a en 2014, sit¨²a la violencia contra las mujeres como una violaci¨®n de los derechos humanos y marca las pautas a seguir. La extensi¨®n del problema y los signos de involuci¨®n obligan a mantener la vigilancia y redoblar los esfuerzos.
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