Contra la ficci¨®n demente

Es como si la ilusi¨®n resplandeciera con toda la fuerza de la verdad¡±, escribi¨® Baudrillard. Lo podr¨ªan firmar, un segundo antes de estrellarse con los hechos, los art¨ªfices del Brexit, los impulsores de la independencia de Catalu?a o los negacionistas del cambio clim¨¢tico. Pese a su aparente disparidad, los tres fen¨®menos reflejan el signo de nuestros tiempos: un complejo estado de cosas en el que los razonables pierden los debates a manos de los ilusos, que a su vez son finalmente derrotados por la realidad.

Dos opciones narrativas subyacen en los grandes problemas a los que nos enfrentamos: los realistas tienen miedo; los ut¨®picos deliran. Entre el realismo temeroso y la ficci¨®n demente, los ciudadanos tienden a inclinarse por esta ¨²ltima, al final de cuyo camino solo queda frustraci¨®n y hast¨ªo de la pol¨ªtica: el desierto de lo irreal, contradiciendo a Baudrillard. ?No hay m¨¢s opciones?

En la batalla del relato catal¨¢n ¡ªse ha repetido mucho¡ª, Espa?a no ha comparecido. Cuando lo ha hecho, t¨ªmidamente, casi siempre ha enarbolado el discurso del miedo: la UE no aceptar¨¢ una Catalu?a independiente, se fugar¨¢n las empresas, se dividir¨¢ la sociedad¡­ Frente a eso, la independencia ofrec¨ªa una utop¨ªa de libertad, riqueza y salud, en la que hasta Junqueras se despertar¨ªa convertido en un gal¨¢n de cine. Nos preguntamos ahora c¨®mo siendo tan demente esa ficci¨®n no ha sido posible desmontarla con argumentos. Esperar a que la realidad act¨²e significa resignarnos a sufrir graves da?os.

Un estudio demostr¨® que para modificar actitudes sociales la palanca menos efectiva es el miedo

El esquema se repite en otras quiebras recientes de la pol¨ªtica occidental. Tambi¨¦n los partidarios del Brexit dibujaban un Reino Unido cuyos ciudadanos recuperar¨ªan el control, frenar¨ªan la inmigraci¨®n y administrar¨ªan mejor su presupuesto, en lugar de d¨¢rselo a esa derrochadora Uni¨®n Europea. Los detractores solo acertaron a avisar de los males del aislacionismo, tarde y mal. Ahora los brit¨¢nicos han cambiado de opini¨®n: demasiado tarde. ?Es eso lo que deseamos los razonantes, delegar en la realidad para que sea ella quien venza a los dementes cuando ya no se puede hacer nada? No. Queremos ganar las batallas narrativas para cambiar el curso de los acontecimientos antes de que sobrevengan los desastres.

Pensemos en el calentamiento del planeta. En lo macro, se intenta concienciarnos del problema mostr¨¢ndonos devastadoras sequ¨ªas, huracanes, migraciones, ciudades inundadas. En lo micro, el Ayuntamiento de Madrid nos insta a combatir la contaminaci¨®n y el cambio clim¨¢tico para que ¡°respirar hondo no sea un deporte de riesgo¡±. La ret¨®rica aterradora ¡ªseg¨²n datos oficiales¡ª solo inspira a dejar el coche en casa a en torno al 3%.

El giro demente de la pol¨ªtica no se contrarresta con miedo. En 2006, investigadores del Economic and Social Research Council brit¨¢nico revisaron m¨¢s de cien estudios respecto a c¨®mo modificar las actitudes sociales. Descubrieron que la palanca menos efectiva es el miedo. Sin embargo, estamos abordando los grandes desaf¨ªos globales solo desde la perspectiva, obviando que la pol¨ªtica siempre trat¨® sobre la realizaci¨®n de los sue?os.

Solo hay un camino entre la ilusi¨®n demente y el realismo temeroso: la esperanza de lo real, entendiendo por ello no lo que ya existe, sino lo que es posible hacer que exista. Al fin y al cabo, ¡°realizar¡± viene de ¡°real¡±. La pol¨ªtica necesita m¨¢s que nunca grandes dosis de creatividad, pues como se?al¨® Einstein, ¡°en momentos de crisis, la imaginaci¨®n es m¨¢s importante que el conocimiento¡±. No para inventar mundos imposibles ¡ªeso ya lo hacen los dementes¡ª, sino para representarnos la felicidad de los madrile?os de respirar sin aprensi¨®n o los miles de empleos que crear¨ªa la econom¨ªa verde.

Lo mismo cabe decir respecto a la democracia. Ser¨ªa muy realista hablar de una Espa?a con instituciones limpias e independientes: solo hace falta voluntad pol¨ªtica para lograrlo; o de una Espa?a territorialmente m¨¢s ordenada, en la que las administraciones colaboraran entre ellas, en lugar de estar perpetuamente pugnando. No ser¨ªa ut¨®pico sino realista contar a la ciudadan¨ªa que una Espa?a unida ser¨ªa m¨¢s fuerte en Europa, que nuestra voz se oir¨ªa e influir¨ªa y desde ese altavoz nos empoderar¨ªamos para participar en las grandes decisiones sobre el futuro de nuestro continente y, por ende, del mundo. Son discursos realistas, pero sobre todo, constituyen la ¨²nica opci¨®n: si los razonables solo instigan miedo, los dementes seguir¨¢n ganando las batallas narrativas.

Irene Lozano es escritora y directora de The Thinking Campus.

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