La socialdemocracia en el rinc¨®n de pensar
La necesidad de la socialdemocracia parece obvia, pero es dif¨ªcil ofrecer una alternativa clara de futuro estando tan lejos de saber c¨®mo ser¨¢ ese futuro
En una entrevista reciente con este peri¨®dico, Manuel Valls, ex primer ministro franc¨¦s, afirmaba que ¡°la socialdemocracia se est¨¢ muriendo¡±. M¨¢s all¨¢ de que su relato tenga algo de exculpatorio tras su cambio de partido y su fracaso como candidato en las primarias socialistas, los resultados son incontestables. Tambi¨¦n en Espa?a, donde el mejor de los horizontes de recuperaci¨®n que hoy se plantea el PSOE (alrededor del 30%) es similar a los peores pron¨®sticos de cualquier encuesta previa a la crisis.
El declive de la ¨²ltima d¨¦cada ha sido ampliamente atribuido a la falta de alternativa al paradigma neoliberal con el que se ha gestionado la abundancia y la austeridad de la crisis. La izquierda, una vez consigui¨® generalizar un razonable programa b¨¢sico y que liberales y derecha lo asumieran con m¨¢s o menos entusiasmo, se habr¨ªa diferenciado centr¨¢ndose en minor¨ªas hist¨®ricamente agraviadas para as¨ª intentar ganar a trav¨¦s de alianzas coyunturales, sin cuestionar la esencia de la gesti¨®n econ¨®mica. A la vista est¨¢n los resultados cuando ha tocado tomar decisiones econ¨®micas en crisis.
Y a medida que llegaban las debacles emerg¨ªa el diagn¨®stico: la desigualdad, la precariedad laboral o la degradaci¨®n del ambiente social hacen urgente una nueva socialdemocracia para el siglo XXI. El consabido relato. Los expertos se preguntan c¨®mo conseguirlo, si volviendo a las ra¨ªces, abrazando la revoluci¨®n tecnol¨®gica y el libre comercio o perge?ando una tercera v¨ªa con lo mejor de ambos mundos. Los resultados electorales de una y otra corriente se blanden como argumentos generalizables seg¨²n uno se sienta m¨¢s pr¨®ximo a la izquierda cl¨¢sica o al socioliberalismo. Todos tienen argumentos, y por tanto nadie los tiene si lo que se busca es un relato abarcador.
La socialdemocracia es el ideario pol¨ªtico m¨¢s da?ado por la malaise occidental que ha producido la crisis y su gesti¨®n, los cambios laborales consecuencia de (o excusados en) la revoluci¨®n tecnol¨®gica y la competencia con una Asia sin protecci¨®n social y laboral. ?Es tan sorprendente el abandono de una base social obligada a asumir la incertidumbre y la degradaci¨®n de sus condiciones de vida y de sus expectativas? Vivimos un momento propicio para repliegues conservadores e identitarios, democr¨¢ticos o no.
La necesidad de la socialdemocracia parece obvia, pero es dif¨ªcil ofrecer una alternativa clara de futuro estando tan lejos de saber c¨®mo ser¨¢ ese futuro. La reconfiguraci¨®n del orden mundial y los avances cient¨ªfico-t¨¦cnicos dejan antigua cualquier previsi¨®n. ?Creemos a quien vaticina un mundo sin enfermedades gracias a la edici¨®n gen¨®mica? ?Funcionar¨¢ la schumpeteriana destrucci¨®n creadora o nos quedaremos sin trabajo? No hay certezas, y en este marco el conservadurismo es casi instintivo.
Ha escrito el polit¨®logo Tymothy Snyder que ¡°la pol¨ªtica de la inevitabilidad es un coma intelectual autoinducido¡±. La socialdemocracia, m¨¢s que empe?arse en tener un programa cerrado para un siglo imprevisible, debe empezar por compensar la gesti¨®n cotidiana de gobierno y de partido con un debate permanente de ideas y escenarios para no arriesgarse a afrontar los cambios con tan poco m¨²sculo como hizo con la crisis del petr¨®leo en los 70 o con la financiera hace una d¨¦cada.
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