As¨ª destroz¨® a un pueblo de 7.000 habitantes media tonelada de coca¨ªna extraviada
El naufragio de un barco que transportaba droga dej¨® accidentalmente el alijo en una poblaci¨®n portuguesa. Tiempo despu¨¦s, los efectos son devastadores
Rabo de Peixe es un lugar donde para sobrevivir hay que tener un poco de ambici¨®n y una tonelada de suerte. La vida en esta freguesia (t¨¦rmino en portugu¨¦s que es el equivalente en Espa?a a pedan¨ªa) portuguesa, situada en la costa norte de la isla de S?o Miguel, perteneciente al archipi¨¦lago de las Azores y con solo 7.500 habitantes, es un met¨¢fora de su geograf¨ªa: salvaje, olvidada, cruel e ind¨®mita. No hay recursos, pero, bueno, hay wifi. Cuando la pesca de bajura da un respiro, el tiempo se divide entre caladas de hach¨ªs y horas muertas al borde de una escollera de hormig¨®n. All¨ª se va a pensar en c¨®mo abandonar ese trozo de tierra inerte. Pero es una v¨ªa muerta. Nunca pasa nada. Por eso, el d¨ªa en que ocurri¨® todo se destroz¨® la isla. En este caso, todo es un velero modelo Sun Kiss 47 de 14 metros de eslora que naufrag¨® en la costa azore?a en junio de 2001 transportando 505,840 kilogramos de coca¨ªna con una pureza superior al 80%. En euros, unos 40 millones.?
Se vivieron momentos tan peligrosos como esperp¨¦nticos: mujeres empanando chicharros con coca¨ªna en vez de harina o se?ores de mediana edad vertiendo cucharadas de farlopa en el caf¨¦ con leche
Era un d¨ªa de oc¨¦ano violento. El viento dio un zarpazo y el m¨¢stil no pudo resistir el impacto. Imposible continuar la traves¨ªa e inviable acceder al puerto con un barco forrado de droga hasta la orza. En un gabinete de crisis sin tiempo y con triple raci¨®n de susto, la tripulaci¨®n decidi¨® hundir los fardos en el fondo del oc¨¦ano e introducir parte del cargamento en una gruta al norte de la isla, a escasos kil¨®metros de Rabo de Peixe.
Una estrategia sin fisuras, si no fuese porque la naturaleza es un esp¨ªritu libre. Y a partir de ah¨ª todo lo que sucedi¨® se parece mucho al episodio de aquel buque averiado en el Pac¨ªfico en 1992 que verti¨® 28.000 patitos de goma que, a?os m¨¢s tarde, desembarcaron en playas de Alaska y Canad¨¢, pero narrado por Irvine Welsh en la barra de un pub jurando que no se ha inventado nada. Sustituyamos juguetes por fardos de coca¨ªna.
El problema es que los paquetes, como el m¨¢stil, no resistieron la furia del viento y el malec¨®n se convirti¨® en un cementerio de fardos de farlopa. Empez¨® el desembarco, se corri¨® la voz y comenz¨® la caza del tesoro. Encajar las piezas de esa noche negr¨ªsima es un misterio, pero los testigos repiten la misma secuencia: decenas de personas ¨Cdesde adolescentes a se?oras de rulos y ganchillo¨C, abalanzadas sobre el hormig¨®n al acecho de material.
La polic¨ªa consigui¨® requisar 400 kilos de coca¨ªna en un operativo sin precedentes en el archipi¨¦lago. Pero el resto qued¨® en manos de una poblaci¨®n civil castigada por la escasez y la ignorancia y deform¨® la isla de forma irreversible. ¡°La polic¨ªa sostuvo que el yate transportaba solo 500 kilos, pero es absurdo. El barco pod¨ªa albergar hasta 3.000 kilos de coca¨ªna y nadie cruza el Atl¨¢ntico cubriendo un porcentaje tan bajo del espacio disponible. 100 kilos de coca¨ªna, aunque de pureza exquisita, no destrozan a una generaci¨®n¡±. El que habla es Nuno Mendes, periodista que fue enviado especial desde Lisboa por el diario Publico para cubrir el incidente. ¡°El consumo de coca hasta entonces era residual y solo al alcance de j¨®venes de clase media-alta. Un producto de lujo accidental. El problema surgi¨® cuando se democratiz¨® su uso y una poblaci¨®n muy empobrecida empez¨® a consumir a discreci¨®n y a traficar con ese material de forma esperp¨¦ntica¡±.
Ese esperpento se resume en una imagen muy recurrente: el t¨ªpico vaso de cristal de ca?a con coca¨ªna hasta los topes se vend¨ªa en las calles por 20.000 escudos, algo m¨¢s de 20 euros. Nadie conoc¨ªa el precio en el mercado, ni la peligrosidad de una sustancia de esta pureza, pero, sobre todo, urg¨ªa dinero r¨¢pido. Los ingresos por sobredosis colapsaron los hospitales de la isla y el caos fue tal que las autoridades sanitarias decidieron intervenir los medios de comunicaci¨®n para advertir sobre los efectos del consumo de esa sustancia. ¡°Durante d¨ªas dedicamos a esto mucho espacio en los informativos. M¨¦dicos en primer plano con la cara desencajada suplicando que se pusiese fin a esa locura. Fueron semanas de p¨¢nico, terror y descontrol absoluto¡±, recuerda la periodista Teresa Nobrega, entonces coordinadora de informativos de la cadnena p¨²blica RTP Azores. ¡°Nadie estaba preparado para algo as¨ª. La prueba es que sigue siendo un episodio no superado casi 20 a?os despu¨¦s¡±, a?ade.
Siempre existen puntos ciegos entre realidad y ficci¨®n, pero la memoria colectiva de Rabo de Peixe apela a historias tan disparatadas como mujeres empanando chicharros con coca¨ªna en vez de harina o se?ores de mediana edad vertiendo cucharadas de farlopa en el caf¨¦ con leche. Alguien dijo que el humor es igual a la suma de tragedia y tiempo. Aunque tal vez no haya pasado a¨²n el tiempo prudencial, es casi imposible no sonre¨ªr, aunque sea desde la tristeza.
¡°Nunca tuvimos acceso a estad¨ªsticas reales. Al principio la prioridad era frenar la locura, despu¨¦s no hubo medios suficientes. Siempre falt¨® inter¨¦s. Contabilizamos 20 muertes y decenas de ingresos por intoxicaci¨®n en las tres semanas siguientes al desembarco. Pero fueron datos no oficiales que reunimos con la ayuda de m¨¦dicos y personal sanitario¡±, recuerda Nuno Mendes, quien cree que hubo un cierto halo de secretismo para evitar que el episodio se convirtiera en una cuesti¨®n de Estado y, sobre todo, trascendiera internacionalmente.
La polic¨ªa libraba dos batallas simult¨¢neas: requisar cada gramo de coca¨ªna repartido por la isla que todav¨ªa no hubiese sido consumido y localizar el yate averiado que transportaba la droga hacia Europa. Despu¨¦s de dos semanas de registros exhaustivos en el puerto de Ponta Delgada, capital de la isla, se produjo el milagro: la polic¨ªa encontr¨® un paquete diminuto en el interior del falso tabique de un yate atracado en Ponta Delgada, envuelto en un papel de peri¨®dico: el nombre del diario y la fecha coincid¨ªan con el empaquetado de otros fardos requisados d¨ªas antes en la playa. Los agentes detuvieron al ¨²nico hombre que se encontraba en el interior del barco. Era Antoni Quinzi, un imponente siciliano de Trapani que fue detenido sin oponer resistencia.
Su intercesi¨®n fue clave para el futuro de la investigaci¨®n y la aprehensi¨®n de la coca¨ªna que todav¨ªa permanec¨ªa oculta. ¡°Cuando le contamos la ratonera en la que se hab¨ªa convertido la isla colabor¨® aportando informaci¨®n clave sobre la mercanc¨ªa que permanec¨ªa oculta en la cara norte¡±, apunta Jo?o Soares, entonces inspector jefe de la Polic¨ªa Judicial. Fue el hombre que detuvo al italiano en el yate y el que coordinar¨ªa dos semanas despu¨¦s la persecuci¨®n tras una de las fugas m¨¢s surrealistas ¨Cy ligeramente rid¨ªculas¨C de la historia policial de Portugal.
Hubo secretismo para que no trascendiera internacionalmente. "Contabilizamos 20 muertes y decenas de ingresos por intoxicaci¨®n en las tres semanas siguientes al desembarco. Pero fueron datos no oficiales que reunimos con la ayuda de m¨¦dicos y personal sanitario¡±, se?ala el periodista portugu¨¦s Nuno Mendes
Diez d¨ªas despu¨¦s de su detenci¨®n, Quinzi salt¨® el muro de la c¨¢rcel desde el patio, se despidi¨® de la polic¨ªa con la mano y huy¨® en una Vespa que le esperaba en la carretera. Soares justifica el error: ¡°Una isla ya es una c¨¢rcel. Nadie escapa de una c¨¢rcel en una isla¡±. Quinzi s¨ª. Pero fue detenido dos semanas despu¨¦s en un cobertizo en el nordeste de Sao Miguel con 30 gramos de coca¨ªna y un pasaporte falso, trasladado a la prisi¨®n de Coimbra, ya en el Portugal continental, y condenado a nueve a?os y 10 meses de prisi¨®n. Fue el ¨²nico detenido en la operaci¨®n. Qued¨® probado que su principal misi¨®n era dirigir el barco desde Venezuela hasta las Islas Baleares.
¡°Era puro magnetismo. Muy alto, manos imponentes y mirada triste. Suena a s¨ªndrome de Estocolmo, pero me provocaba l¨¢stima. Daba la sensaci¨®n de que se sent¨ªa extremadamente culpable y no sab¨ªa c¨®mo ayudar¡±. Catia Benedetti es profesora de italiano en la Universidad de las Azores y fue int¨¦rprete de Quinzi durante los interrogatorios y el juicio que se celebr¨® en Ponta Delgada. El tipo es a¨²n una especie de leyenda en la isla. Todos le conocen, nadie le ha visto. Hoy en d¨ªa, la pureza de la droga todav¨ªa se mide seg¨²n los par¨¢metros de "el italiano". Ese es la unidad m¨¦trica que se utiliza para determinar la calidad de la coca¨ªna en Azores y la prueba emp¨ªrica de que la herida no est¨¢ curada 17 a?os despu¨¦s.
Un servicio m¨®vil de atenci¨®n a politoxic¨®manos recorre Sao Miguel cada semana para repartir metadona entre heroin¨®manos. Y pese a que estos parecen otro problema que el hasta ahora narrado, son una consecuencia de ello. ¡°La pureza de la coca¨ªna produjo un efecto catastr¨®fico. El subid¨®n de la droga era tan bestia que la gente empez¨® a consumir hero¨ªna para poder dormir¡±. As¨ª resume el drama social Suzete Fr¨ªas, entonces directora de la Casa de Sa¨²de (sanatorio) de Sao Miguel, Ponta Delgada. Surgi¨® entonces un problema nuevo en la isla: la drogodependencia. ¡°Los hijos de clase media-alta ingresaron en cl¨ªnicas de desintoxicaci¨®n en el continente; la clase obrera busc¨® hero¨ªna¡±. Pese a todo, el ruido nunca fue excesivo. La tragedia fue como un aparatoso pero discreto elefante en la habitaci¨®n.
Las Azores est¨¢n situadas en medio del oc¨¦ano Atl¨¢ntico, a unos 1.400 kil¨®metros al oeste de Lisboa, y desde tierra firme es muy dif¨ªcil escuchar los barritos de ese elefante resacoso que lleva embistiendo todo lo que se le pone por delante desde hace m¨¢s de 15 a?os. ?Cree que si hubiese ocurrido en Europa todo hubiese sido diferente, Suzete? ¡°Nada de esto hubiese ocurrido¡±.
Las autoras de este reportaje, Rebeca Queimali?os (Pontevedra, 1982) y Macarena Lozano (Granada, 1982), est¨¢n en pleno proceso de realizaci¨®n de un documental sobre el tema. Han efectuado varios viajes a la zona y ya han rodado buena parte (ver tr¨¢iler arriba).
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