La ignorancia de no querer saber
Somos diferentes, queremos cosas diferentes. Nadie tiene el m¨¢s m¨ªnimo derecho a juzgar lo que otro desee en su cama
Di los nombres de personas que ser¨ªan mejores que yo impartiendo un taller sobre fetichismo, pero los que me contrataron zanjaron la propuesta con un:? "Queremos que lo cuentes t¨²". Y acept¨¦.
Ni uno solo salud¨®. Simplemente llegaron, se sentaron y esperaron. Ven¨ªan a su clase. Quer¨ªan aprender. Di por hecho que asist¨ªan para hablar sobre todo de sexo. Les hab¨ªan vendido fetichismo y eso era lo que hab¨ªan comprado, su cuarto y mitad de rarezas sexuales. As¨ª que empec¨¦ por intentar explicar qu¨¦ es un fetiche. Repart¨ª un papel a cada uno y un lapicero y les ped¨ª que escribieran el objeto que les gustaba en sus folladas. Ese que los excitaba. Ese que solo verlo les hace pensar en sexo. Solt¨¦ toda una parrafada de lo que supone para m¨ª tener sexo con mis ingredientes m¨¢gicos: zapatos de tac¨®n y cicatrices en mis amantes. Quise creer que con ejemplos cercanos, se atrever¨ªan consigo mismos. Si yo pod¨ªa decir que me excitan los tacones que no pisan asfalto, ellos podr¨ªan tambi¨¦n confesarse. Escribieron en silencio en los papeles que yo les hab¨ªa facilitado con los lapiceros que tambi¨¦n les hab¨ªa dado. Ni uno hab¨ªa tra¨ªdo el m¨¢s m¨ªnimo material de papeler¨ªa; no deb¨ªan de estar interesados en coger apuntes.
Mi intenci¨®n era debatir. Que habl¨¢ramos. Que fu¨¦ramos capaces de explicar a perfectos desconocidos por qu¨¦ nos gusta el sexo y c¨®mo. Somos diferentes, queremos cosas diferentes. Quise que nos escuch¨¢ramos. Que aprendi¨¦ramos los unos de los otros. Que verbaliz¨¢ramos la sexualidad tanto como hab¨ªan impedido que manifest¨¢ramos. Quise que se saltaran un guion que no todos estaban dispuestos a obviar. Cuando dije que nadie ten¨ªa el m¨¢s m¨ªnimo derecho a juzgar lo que otro deseara en su cama y como lo consiguiera, o¨ª un chasquido de reproche en la sala. Un "bueno, depende". Y en ese depende debieron de entrar todas las sexualidades no convencionales de las que nadie habla en p¨²blico, ni siquiera cuando acude a un taller de sexualidad. "El C¨®digo Penal ya dice qu¨¦ es delito en una cama. Y, disc¨²lpenme, pero si los que se meten en ella est¨¢n dispuestos a hacer algo, ?qui¨¦nes somos nosotros para se?alarlos?" Dos de los presentes se incomodaron de verdad. ?Qu¨¦ era eso de no poder se?alar a los que no cumplen unas normas? ?Ni siquiera puedo burlarme de los que lo hacen? ?Se?alarlos como raritos?
Para demostrarme su inconformismo, cuando dos horas de charla m¨¢s tarde hubo que terminar, dos me preguntaron qu¨¦ era eso de los que se excitaban con trajes de peluche o vestidos de lana. Un fetichismo m¨¢s que yo utilic¨¦ para explicar que cualquier rareza puede transformarse en un fetiche si nos excita por encima de otras cosas. No record¨¦ el nombre de los mismos, woolies, y eso les molest¨®. ?No iban a aprender ni un nombre que usar en las reuniones con amigos como si se dominara el tema? Yo estaba empe?ada en que lo que aprendieran fuera fruto de todas las elucubraciones y reflexiones comunes. Que no tuvieran otra que reflexionar y escucharse. Quise que entre todos dilucid¨¢ramos por qu¨¦ las velas, la lencer¨ªa, los pelos en el pecho, la cuerda, la corbata, las esposas, el lubricante, muchos zapatos de tac¨®n y mucha lencer¨ªa de encaje ten¨ªan la capacidad de excitar a los presentes. Hubo uno que le gustaban tanto los tacones que su pareja los usaba solo para darle el gustazo a ¨¦l. "Se sacrifica por m¨ª".? No quiso contestar cuando le pregunt¨¦ si eso le excitaba: que se sacrificara. Ten¨ªamos un fil¨®n por explorar, pero se neg¨® en redondo. "Usadlos solo en la cama, ver¨¦is qu¨¦ rico. Pero sacadlos del sufrimiento. No es justo para las que los llevamos". Estos argumentos no gustan tanto... Hasta las manos aparecieron escritas en un papel como fetiche sexual. S¨ª, las manos. Quien lo escribi¨® estaba harta de los polvos de tr¨¢mite. Ella quer¨ªa folladas en las que no quedara ni un solo cent¨ªmetro de su piel sin ser acariciado por su amante. Y eso era lo suficientemente raro como para considerarlo un fetiche. Gemma fue muy valiente por confesar que prefer¨ªa el sexo con implicaci¨®n emocional al sexo por el sexo. Solo hace falta que la escuchen cuando lo cuenta. Y si es en un taller sobre fetiches, sea.
Quisieron cuarto y mitad de informaci¨®n sexual y me empe?¨¦ en que, cogieran lo que cogieran, entendieran por qu¨¦. Me negu¨¦ a ser una m¨¢quina expendedora de sexo, "Su sexualidad, gracias". Quise que aprendieran aprendiendo m¨¢s de s¨ª mismos. Y para eso hay que ser muy valiente.
"La ignorancia no es no saber sino no querer saber", que dir¨ªa mi abuelo.
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