La c¨¢rcel y el penoso tema pesado
Los exconsellers han salido asombrados de que una c¨¢rcel sea una c¨¢rcel y de que adem¨¢s all¨ª se viva como en las c¨¢rceles
Salen de la c¨¢rcel los detenidos dirigentes del proc¨¦s. Y el tema pesado (¡°?qu¨¦ pesados!¡±) del que hablaba aqu¨ª Rafael S¨¢nchez Ferlosio con Jos¨¦ Andr¨¦s Rojo alcanza una dimensi¨®n a¨²n m¨¢s penosa.
Pena han sufrido, y sufren, los presidiarios, esos dirigentes tambi¨¦n, claro est¨¢. Uno de los hechos m¨¢s vistosos (y tristes) de la Transici¨®n fue cuando los presos, y los amigos de los presos, que hubo muchos, reclamaron que las c¨¢rceles se vaciaran, o que se mejoraran. Es dif¨ªcil mejorar una c¨¢rcel. La ¨²nica c¨¢rcel buena es la que no existe. Pero existen las c¨¢rceles, porque no se vac¨ªa la vida de errores.
Una vez Carmen Alborch, ministra de Cultura, nos llev¨® a escuchar a Tomatito tocar con su guitarra la m¨²sica de Camar¨®n. Hab¨ªan pasado a?os, era 1993, y all¨ª dentro se produjo la alegr¨ªa provisional de la m¨²sica. Pero la c¨¢rcel es muy triste, no se le puede desear a nadie. Los que gritan ¡°?A la c¨¢rcel!¡± a sus enemigos no saben lo que est¨¢n diciendo. Pero se dice. A veces entran en la c¨¢rcel (v¨¦ase a Francisco Granados) gente que ha dicho, ufana, ¡°?A la c¨¢rcel!¡± refiri¨¦ndose a otros. Un d¨ªa F¨¦lix Grande y Dulce Chac¨®n se juntaron para recitar poemas en una c¨¢rcel sombr¨ªa de ?vila. Dios, qu¨¦ vida, da rabia beber sin alegr¨ªa, que dec¨ªa Victoriano Cr¨¦mer. Cuando sali¨® de la c¨¢rcel Jos¨¦ Hierro, en el punto primero del franquismo, el poeta llor¨® en el hombro de Cantalapiedra, su amigo del alma. La c¨¢rcel es para no estar, es un r¨¦quiem del sosiego. Elena Poniatowska se escribi¨® con su amigo ?lvaro Mutis cuando el autor de Ilona llega con la lluvia padec¨ªa prisi¨®n en Lecumberri, M¨¦xico, y de esas cartas sali¨® un libro precioso. Y ?scar Wilde hizo de sus jirones presidiarios un poema inmenso, una balada, Balada de la c¨¢rcel de Reading.
Hay memorias heroicas, o po¨¦ticas, de ese destino que no se le desea a nadie. Y hay recuentos que parecen hechos para dejar noticia de que se ha pasado por all¨ª como para una postal gastron¨®mica. A Josep Rull, exconseller del expresident Puigdemont, no le gustaron las hamburguesas y le result¨® flatulenta la comida. Por menos que eso hubiera hecho un butr¨®n Papillon, el preso mejor fugado. Su compa?ero Ra¨¹l Romeva, que sali¨® al mismo tiempo esta misma semana, le vio las intenciones al tigre policial, espa?ol por supuesto: ten¨ªan pinta de ir a intimidar. Si t¨² ves a un polic¨ªa, o a un guardia civil, o a un mosso, sin ir m¨¢s lejos, a un kil¨®metro de distancia y no sientes que tiene intenciones de intimidarte es que t¨² te duermes a¨²n con los cuentos de Caperucita o de Genoveva de Brabante.
Rull fue tan preciso en su descripci¨®n de esa c¨¢mara de los horrores que, en definitiva y para todo el mundo, es la c¨¢rcel que comprob¨® la consistencia de los materiales. Aquella hamburguesa achicharrada que le dieron era tan dura que estuvo a punto de quebrarle el tenedor.
A la c¨¢rcel se le puede sacar pena e incluso poes¨ªa, o denuncia. Los exconsellers expresos han salido de all¨ª como periodistas de hoy, asombrados de que una c¨¢rcel sea una c¨¢rcel y de que adem¨¢s all¨ª se viva como en las c¨¢rceles. Sus testimonios no dan, de veras, ni para un verso ni para una balada ni para una noticia ni siquiera para un mitin. Pero ellos est¨¢n en todos los medios diciendo c¨®mo les fue y diciendo cosas as¨ª, que la polic¨ªa es mala y espa?ola y adem¨¢s intimida nada m¨¢s verte. Les fue mal, y eso que est¨¢ mal es lo que siempre pasa en las c¨¢rceles, que ah¨ª es donde te sientes peor. A veces, como en la vida misma.
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