¡®El Padrino¡¯ y la memoria feliz del espectador
Las encuestas, si bien no sirven para estructurar niveles de calidad razonables, s¨ª son ¨²tiles para detectar el consenso dominante entre espectador y cr¨ªtica
Ante una encuesta sobre ¡°Las quince mejores pel¨ªculas de la historia¡± (con las opiniones de los usuarios de FilmAffinity e IMDB) cabe hacer dos observaciones b¨¢sicas. La primera es sencilla: apelar a una comparaci¨®n simple. De la encuesta se deduce que El Padrino (I y II) son las mejores pel¨ªculas de la historia; y que la tercera mejor es Doce hombres sin piedad. Mencionar las doce restantes ser¨ªa fatigoso, as¨ª que vaya la primera pregunta. ?De verdad los dos Padrinos son las mejores pel¨ªculas de la historia? ?Mejores que, por citar algunas, Avaricia de Stroheim, que Nosferatu de Murnau, Ordet de Dreyer, Centauros del desierto de Ford o M de Lang? ?Suscribir¨ªan todos y cada uno de los encuestados su misma preferencia interrogados de forma individual y argumentada? Y, por rizar ligeramente el rizo, ?los Padrinos son mejor que Psicosis (decimocuarta posici¨®n) de Hitchcock o Tiempos modernos (decimotercera) de Chaplin?
Se puede responder, con raz¨®n, que el resultado de una encuesta es un haz estad¨ªstico y, por lo tanto, la interpelaci¨®n individual est¨¢ fuera de lugar. Y aqu¨ª aparece la segunda aproximaci¨®n. Una encuesta sobre cine (o sobre pintura o literatura, tanto da; ?cu¨¢l es la mejor novela de la historia?) carece de respuestas v¨¢lidas, salvo que se recurra a una estructura similar a la que propon¨ªa Andrew Sarris para los directores (estratos de calidad, formados por varios nombres, de importancia decreciente). Pero es que una encuesta tiene como objetivo comercial primario la confrontaci¨®n y el disentimiento. Quien examina los resultados busca contrastar ¡ªy rechazar¡ª el referente que se le ofrece. Las encuestas sobre La mejor... pretenden explotar el impulso al rechazo del observador, seg¨²n el modelo de enfrentamiento vigente en Espa?a: ¡°Este (o estos) no tiene(n) ni idea¡±.
El objetivo secundario no es consciente, pero se presenta como un efecto n¨ªtido e inevitable. Las encuestas, sobre todo si se refieren a productos de gran consumo y con historia (como el cine), reflejan principalmente la edad y la experiencia de quienes responden; su memoria feliz y su tiempo vital. Un lector contempor¨¢neo, interrogado sobre cu¨¢l es la mejor novela de la historia, dif¨ªcilmente pensar¨¢ en Mateo Bandello o en Apuleyo. Existe una selecci¨®n preinstalada en el espectador (y en el lector) determinada por su conocimiento de aquello por lo que se inquiere y por las pautas establecidas por consenso entre el espectador y una cr¨ªtica que tiende a sustituir el an¨¢lisis por el gusto personal y por la mitolog¨ªa papanatas (v¨¦ase Star Wars).
Las encuestas, si bien no sirven para estructurar niveles de calidad razonables, s¨ª son ¨²tiles para detectar el consenso dominante entre espectador y cr¨ªtica; limitado, eso s¨ª, por la memoria. Tendr¨¢ que pasar una generaci¨®n antes de que los preguntados se olviden de El Padrino (muy respetable, por cierto) y en su lugar construyan, incluso estad¨ªsticamente, una respuesta que sea a la vez cl¨¢sica para la memoria de quien contesta y coherente con la tendencia dominante de su tiempo.
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