Hechos, no palabras
La pol¨ªtica del Gobierno est¨¢ arruinando el sistema cient¨ªfico espa?ol
Acertaba Mariano Rajoy al afirmar, tras una visita al Centro Nacional de Investigaciones Cardiol¨®gicas en 2014, que ¡°la generaci¨®n de conocimiento es esencial para el progreso econ¨®mico, social, cultural e intelectual de una sociedad¡±. Entonces anunci¨® una apuesta clara por la ciencia en cuanto se superara la crisis. El problema es que los hechos no se han correspondido con sus palabras. La crisis ha quedado atr¨¢s y sin embargo el sistema cient¨ªfico espa?ol vive momentos de angustia y depresi¨®n. La falta cr¨®nica de recursos y una burocracia castradora que llega a l¨ªmites rid¨ªculos est¨¢n a punto de echar a perder el esfuerzo que se hab¨ªa hecho para reducir la brecha que nos separaba de Europa.
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La distancia es cada vez mayor. La inversi¨®n en I+D ha retrocedido en Espa?a a niveles de hace diez a?os. Entre 2009 y 2016 ha ca¨ªdo un 9,1%, mientras en Reino Unido o Alemania crec¨ªa un 39,3% y un 37,9%, respectivamente. En estos momentos apenas dedicamos un 1,19% de nuestro PIB a I+D, cuando la media europea es del 2,03%. La inversi¨®n privada siempre ha sido raqu¨ªtica en Espa?a. Es preciso incentivar la innovaci¨®n en el sistema productivo, pero mientras tanto resulta de vital importancia aumentar la inversi¨®n p¨²blica, que desde 2009 ha ca¨ªdo un 12%.
El resultado es que organismos p¨²blicos y universidades pierden efectivos y competitividad internacional. De seguir as¨ª, nunca podremos equipararnos a nuestros socios comunitarios pese a disponer de uno de los activos m¨¢s preciados: una comunidad cient¨ªfica bien preparada y con altas capacidades competitivas. La participaci¨®n de equipos espa?oles en programas de investigaci¨®n internacional ha pasado del 32% en 2003 al 46% en 2015. Gracias a ese esfuerzo y a las inversiones anteriores a la crisis, Espa?a ha llegado a situarse como octava potencia mundial en investigaci¨®n, pero esa posici¨®n est¨¢ ahora seriamente amenazada. Con plantillas sobrecargadas y envejecidas, el sistema apenas tiene margen para la reposici¨®n y la renovaci¨®n generacional.
A ello hay que a?adir unas trabas burocr¨¢ticas que agravan la situaci¨®n. La ciencia debe ser evaluada, por supuesto. Pero la rigidez en el cumplimiento de los objetivos de d¨¦ficit se ha traducido en unos mecanismos de control del gasto que constri?en el desarrollo cient¨ªfico. El Gobierno ha mostrado una alarmante falta de sensibilidad al clamor de la comunidad cient¨ªfica. Miles de investigadores trabajan con contratos temporales en proyectos sometidos a una gran incertidumbre por las absurdas reglas que Hacienda impone para controlar el gasto. La intervenci¨®n previa se aplica de una manera tan torpe y r¨ªgida que algunos a?os se han dejado de gastar hasta la mitad de los cr¨¦ditos y fondos asignados. Y algunos equipos est¨¢n perdiendo financiaci¨®n externa obtenida en concursos internacionales por esas mismas trabas.
No hay mayor muestra de inutilidad en la gesti¨®n que tener pocos recursos y adem¨¢s no saberlos gastar. El Gobierno debe tomar conciencia del da?o que esta pol¨ªtica est¨¢ haciendo al sistema cient¨ªfico espa?ol y corregir de inmediato una desidia que pagaremos todos muy cara.
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