Te quiero mucho
De un d¨ªa para otro, sin aviso previo, la ni?a que fue esta autora descubre que las personas queridas no viven con nosotros para siempre
MI QUERIDA MAN?N: No puedo entrar a tu dormitorio. Est¨¢s all¨ª, tirada en la cama, con un tubo de ox¨ªgeno, que remolcan por el patio cada dos d¨ªas, abren la doble puerta de tu habitaci¨®n y lo tiran adentro. No puedo distraerme de la llegada del ox¨ªgeno porque me dicen que no sos capaz de respirar sin una mascarilla.
La noche anterior a que te enfermaras hab¨ªamos ido, solas vos y yo, a pasear al centro. Acababan de abrir un comedero que, en Buenos Aires, recibi¨® el nombre de ¡°bar americano¡±. Quiz¨¢ recuerdes, no s¨¦ cu¨¢nto puedes recordar ahora, que nos dieron un tique en la puerta y nosotras fuimos recorriendo un mostrador ovalado donde hab¨ªa campanas de vidrio y mucha comida. Probamos todo: salchichas con mostaza en pancitos alargados, s¨¢ndwiches de pavo, pizzitas, hamburguesas, helados, banana split, licuados y copas de chocolate con bizcochos y crema batida. Fue como un juego.
Al d¨ªa siguiente amaneciste paralizada. Un ataque, me dijeron, tu t¨ªa tuvo un ataque.
Al d¨ªa siguiente amaneciste paralizada. Un ataque, me dijeron, tu t¨ªa tuvo un ataque
Pasaron dos semanas, pero no puedo entrar a verte. Me da miedo, te lo juro. Te imagino con la boca torcida, los ojos bizcos, la mitad del cuerpo tieso.
La ventana de tu balc¨®n a la calle est¨¢ cerrada con sus postigos. La ventana de tu puerta al patio tambi¨¦n est¨¢ cerrada, pero, a trav¨¦s de los visillos, si todav¨ªa ves algo, quiz¨¢ con suerte distingas algunas rosas mosqueta de las que trepan por el arco de la parra en el segundo patio. Camino por ese patio en puntas de pie. No quiero que me sorprendan all¨ª y me hagan entrar a tu dormitorio a la fuerza. Adem¨¢s, no s¨¦ si los ruidos, mis patines, mi bicicleta, te molestan. Cuando me acuerdo, les echo agua a las rosas. Te prometo acordarme m¨¢s seguido.
Mi madre me ha dicho que no tengo coraz¨®n. Es cierto. El coraz¨®n no me da fuerzas para mirarte de nuevo, as¨ª como est¨¢s ahora, medio dormida entre murmullos y quejas.
Man¨®n, s¨®lo tengo 12 a?os. Yo cre¨ªa que estabas conmigo para siempre. Ahora me doy cuenta de que no est¨¢s m¨¢s, y que si est¨¢s no sos la Man¨®n que eras. Me das miedo, no cari?o. Est¨¢ mal que te escriba esto. Aunque peor ser¨ªa que te enga?ara. Peor ser¨ªa que te dijera que muero de ganas de verte y que no me importa que tengas la cara toda torcida y est¨¦s paral¨ªtica y medio tonta, con tal de que sigas viva.
Mi madre y tu otra hermana me dicen que cuando mejores te van a sentar en el patio, y yo voy a leerte el diario, porque seguramente querr¨¢s seguir las noticias sobre Per¨®n, al que han sacado. No s¨¦ si querr¨¦ leerte el diario. Lo que quiero es que, de la noche a la ma?ana, vuelvas a ser la que eras y vuelvas a leerme Las aventuras de Tom Sawyer o curiosidades de El tesoro de la juventud. Y nos vayamos de paseo al parque del museo, a comer un s¨¢ndwich de chorizo y tomar cocacola. Otra cosa no estoy segura de que me interese. Te quiero mucho, Man¨®n. Volv¨¦ por favor a ser la que eras.
Quichita.?
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