Lecciones catalanas para la izquierda
Existe una relaci¨®n tormentosa entre nacionalismo y voto a partidos de izquierdas. Los debates identitarios son cosa del pasado; la modernizaci¨®n debe interpretarse en t¨¦rminos de unificaci¨®n y de conflicto redistributivo en las ciudades
Mirar a Catalu?a es mirar el futuro. Muchos de los conflictos sociales, econ¨®micos y pol¨ªticos que vienen sucediendo all¨ª en los ¨²ltimos a?os son fracturas que vamos a encontrar con m¨¢s frecuencia en las sociedades desarrolladas. Por ello, si somos capaces de entender qu¨¦ est¨¢ sucediendo, obtendremos valiosas ense?anzas, especialmente para la izquierda. El proc¨¦s?ha nublado cuestiones que son mucho m¨¢s destacadas que lo meramente territorial. Eso no significa que la cuesti¨®n identitaria sea irrelevante en las sociedades del futuro, pero si nos centramos en exceso en ello, nos estaremos perdiendo otras transformaciones sociales que son igual o m¨¢s importantes.
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La evoluci¨®n electoral de la izquierda en Catalu?a nos puede dar una primera pista. Hasta el a?o 2006, el porcentaje de voto progresista en las elecciones catalanas se situ¨® entre el 55% de 2003 y el 40% de 1984. La ca¨ªda en sus apoyos se produce entre 2010 y 2015, cuando todos los partidos de izquierdas apenas suman m¨¢s del 30% de las papeletas (incluyendo a los nacionalistas). De hecho, el menor porcentaje de apoyo lo observamos cuando el proc¨¦s arranca en 2015. Las elecciones del 21 de diciembre han logrado revertir la tendencia, llevando a la izquierda a casi el 43% de los votos, unos datos similares a los que encontramos a principios de los a?os noventa. No es menos cierto que parte de la recuperaci¨®n de la posici¨®n electoral es gracias a los nacionalistas de izquierdas, quienes por primera vez han superado el 25% de los apoyos cuando, en toda la serie hist¨®rica, ERC y la CUP ten¨ªan su m¨¢ximo en el 17% del a?o 2012. Pero que la izquierda recupere terreno electoral, no significa que sea posible la unidad de acci¨®n. La fractura identitaria es en estos momentos una barrera insoslayable.
El segundo balance electoral relevante para la izquierda es que ha perdido la preeminencia que siempre ha tenido en las grandes ciudades catalanas. El 21 de diciembre el PSC ha sido la cuarta fuerza pol¨ªtica en Barcelona y en las poblaciones entre 50.000 y 100.000 habitantes. En las que tienen m¨¢s de 100.000 habitantes se ha situado en tercer lugar. En cambio, Ciudadanos se ha impuesto en 20 de las 23 urbes catalanas. O dicho de otra manera, algo est¨¢ sucediendo en las grandes ciudades que afecta notablemente a los progresistas.
Los pa¨ªses europeos han dejado de ser estados-naci¨®n para ser estados-miembro
?C¨®mo interpretamos todas estas cifras? La primera lecci¨®n es que existe una relaci¨®n tormentosa entre el nacionalismo y la izquierda. Durante mucho tiempo, los proyectos identitarios han contado con una cierta simpat¨ªa por parte de los progresistas. En la medida que sus reivindicaciones se centraban en lo cultural, la lengua o el deseo de ampliar libertades, la izquierda se sent¨ªa muy c¨®moda en esos debates. Pero cuando la defensa del colectivo nacional da un paso m¨¢s all¨¢ y enfrenta a unas identidades contra otras, algo que viene sucediendo en Catalu?a desde el a?o 2010, las formaciones progresistas se encuentran muy inc¨®modas a la hora de elaborar un relato compartido y de mayor¨ªas. De ah¨ª la profunda ca¨ªda en los apoyos entre 2010 y 2015.
La ¨²nica forma de superar esta incomodidad es dar un verdadero sentido hist¨®rico a lo que ha sucedido en el siglo XX. En realidad, los proyectos pol¨ªticos m¨¢s fascinantes son los procesos de unificaci¨®n como la Uni¨®n Europea, Mercosur o la reunificaci¨®n de Alemania. En un mundo donde las fronteras se debilitan y los desaf¨ªos son transnacionales, los esfuerzos que se vienen haciendo en muchas sociedades por compartir soberan¨ªa son mucho m¨¢s loables que los casos de separaci¨®n o aislamiento. Como recordaba en una reciente entrevista Fred Halliday, los procesos de independencia se reducen a colonias y al colapso del sistema comunista, donde la Uni¨®n Sovi¨¦tica, Yugoslavia, Checoslovaquia y Etiop¨ªa dieron lugar a una veintena de Estados. Entender la dimensi¨®n de lo que est¨¢ por venir en el futuro implica asumir que los pa¨ªses europeos han dejado de ser Estados-naci¨®n para ser Estados-miembro.
Este es un cambio muy importante en la concepci¨®n de la democracia, la econom¨ªa o la redistribuci¨®n. Muchos dirigentes no son conscientes de que los debates identitarios son propios de otro tipo de estado que hemos dejado atr¨¢s en el tiempo. La izquierda, si quiere ser modernizadora, deber¨ªa empezar a interpretar el mundo bajo el prisma de la unificaci¨®n y no sobre el de la separaci¨®n y la identidad.
La segunda lecci¨®n es que la fractura del mundo rural frente al mundo urbano va a ser una de las brechas m¨¢s importantes en el futuro. Dice Michael Ignatieff en su libro Fuego y cenizas que una de las desigualdades m¨¢s invisibles es la territorial. Conforme pase el tiempo, esta desigualdad no solo se acrecentar¨¢, sino que adem¨¢s dentro de las ciudades veremos una mayor conflictividad.
La fractura del mundo rural frente al urbano ser¨¢ una de las brechas m¨¢s importantes en el futuro
En la era moderna, las ciudades siempre han sido el espacio para el progreso. Su mayor productividad, su continua especializaci¨®n y su facilidad para transmitir informaci¨®n son factores que convierten al mundo urbano en un actor relevante de modernidad. Pero como se?ala Ryan Avent, est¨¢n surgiendo las ciudades valladas. El enorme incremento del precio de la vivienda est¨¢ expulsando a muchos grupos sociales, convirtiendo a algunas ciudades en un espacio para una ciudadan¨ªa de renta muy alta. En el fondo, lo que se va a producir dentro de las ciudades es una reproducci¨®n de la lucha de clases. Por un lado, tendremos a aquellos que no tienen capacidad adquisitiva suficiente para acceder a una vivienda (j¨®venes, trabajadores poco cualificados, mujeres...). Por otro, estar¨¢n los niveles de renta altos, quienes se adue?ar¨¢n del espacio f¨ªsico. Este conflicto redistributivo es muy probable que se agrave con el progreso tecnol¨®gico, al dejar numerosos trabajos poco cualificados en niveles salariales muy bajos.
Si la izquierda no presta atenci¨®n a este fen¨®meno urbano, lo m¨¢s probable es que vaya perdiendo apoyos en las grandes ciudades, tal y como est¨¢ sucediendo en la actualidad y como observamos en Catalu?a. Una izquierda modernizadora debe tener un proyecto transformador para el espacio urbano que permita combinar los factores de progreso con una redistribuci¨®n interna, y todo ello en un escenario de creciente desigualdad social.
Sobre estos dos aspectos deber¨ªa comenzar a trabajar la izquierda. Es muy probable que una parte importante de los resultados del 21-D en Catalu?a se expliquen por estas dos causas latentes. La salida que tenemos los progresistas en sociedades cada vez m¨¢s fragmentadas, es establecer una ¨¦pica de la uni¨®n y comprender lo que est¨¢ sucediendo en las grandes urbes. La cuesti¨®n identitaria no es menor, desde luego. Pero el proc¨¦s pasar¨¢, mientras que las soberan¨ªas compartidas y la transformaci¨®n del mundo urbano seguir¨¢n ah¨ª.
Ignacio Urquizu es profesor de Sociolog¨ªa en la Universidad Complutense (en excedencia) y diputado del PSOE por Teruel en el Congreso de los Diputados.
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