Sicilia: la loter¨ªa de la vida
En las islas italianas miles de personas reci¨¦n llegadas buscan mejores perspectivas de vida. Los menores quedan, muchas veces, fuera del sistema
No pensaba escribir esto. De hecho, no quer¨ªa hacerlo, pero sin saber muy bien c¨®mo me encuentro aqu¨ª escribi¨¦ndolo. Quiz¨¢ es una manera inconsciente de dejar testimonio de lo que he visto, quiz¨¢ as¨ª pueda compartir esta carga, y librarme un poco de ella.
Vengo de Sicilia. No de esa Sicilia arquitect¨®nica, culinaria y bonita que tenemos en nuestro imaginario. La Sicilia de la que vengo es la que acoge, la que responde a la imparable llegada de refugiados y migrantes, la que convive con la tensi¨®n entre quienes se desviven por responder a quienes llegan y los que quieren que se vayan.
Hemos estado con decenas de personas. Todos hombres, todos muy j¨®venes, todos con una inquebrantable voluntad de encontrar un futuro mejor. Ninguno volver¨ªa a sus pa¨ªses.
Y eso es mucho decir. Llegan por fin al para¨ªso deseado pero sus sue?os no hacen m¨¢s que desvanecerse, poco a poco, a medida que ven que su periplo no ha acabado a¨²n porque la ruleta rusa no ha hecho m¨¢s que empezar. Dependiendo de tu nacionalidad, del lugar al que hayas llegado, de la suerte, de que encuentres a un funcionario amable (o no), tu destino puede tomar una direcci¨®n u otra.
Los hay que, si tienen suerte, pasan a formar parte del sistema oficial. Si es as¨ª, le ha tocado la loter¨ªa. Si alguno de ellos es adem¨¢s menor de edad, tiene m¨¢s posibilidades de regularizar su situaci¨®n como solicitante de asilo o como residente con permiso de trabajo o estudiante. Pero la mayor¨ªa no corre la misma suerte. Hemos sido testigos de c¨®mo cientos de menores quedan abandonados, fuera del sistema. Sin regularizar su situaci¨®n, desamparados y ajenos a los derechos que tienen por ser menores, porque la ley y la sociedad tienen obligaci¨®n de protegerlos.
Ali inici¨® su viaje con tan solo 14 a?os desde Somalia. La raz¨®n: ¡°no ten¨ªa futuro¡±. Una gran visi¨®n para alguien tan peque?o. Imagino que esa f¨¦rrea voluntad es lo que le ha permitido llegar hasta su deseado destino. Ha estado en ruta m¨¢s de un a?o y medio. Desde Somalia cruz¨® a Etiop¨ªa, y de ah¨ª a Uganda, hasta llegar a Liberia. Lo cuenta como quien cruza hasta casa del vecino. Es listo, es r¨¢pido, sabe lo que quiere y se nota que es un l¨ªder natural, como as¨ª lo demuestra con el grupo de amigos que se ha hecho en esta traves¨ªa. Pero su seguridad se desvanece en el instante en el que le preguntamos por Libia. ¡°Es el infierno¡± murmulla. Sus ojos se hunden, su mirada se pierde y en ese instante se hace un gran silencio.
Dependiendo de tu nacionalidad, del lugar al que hayas llegado, de la suerte tu destino puede tomar una direcci¨®n u otra
Ali tiene ahora 16 a?os. Le queda toda una vida por delante. Tiene muchas esperanzas puestas en Europa. Quiere estudiar, quiere trabajar. Est¨¢ muy agradecido. Habla con su madre una vez al mes, cuando le toca el turno, porque se rotan el tel¨¦fono entre los amigos. No me cabe la menor duda de que tiene todas las condiciones para seguir adelante y, muy seguramente lo conseguir¨¢. Pero este chico, como otros tantos miles, tendr¨¢ que superar algunas de las experiencias m¨¢s traum¨¢ticas por las que alguien puede pasar. Sinceramente, pocas cosas son comparables. Hemos o¨ªdo testimonios de chavales a los que les hab¨ªan metido en prisi¨®n, a la espera de poder pagar los mil euros que cuesta la libertad. Otros han trabajado en condiciones infrahumanas. La mayor¨ªa ha sufrido alg¨²n tipo de abuso.
Estas historias cortan el aliento. A m¨ª personalmente en algunos momentos me paralizan, me rompen y me conectan con lo peor del ser humano. Pero soy consciente de que hundirse en ese sentimiento no va a ning¨²n lado: ser¨ªa como el doctor que por empatizar tanto con su paciente pierde la perspectiva m¨¦dica.
Por eso no quer¨ªa escribir este texto. No tengo nada muy esperanzador que decir. Hay momentos en que no tengo ni siquiera energ¨ªa para indignarme. Porque esta situaci¨®n podr¨ªa resolverse. Los Gobiernos, incluido el espa?ol, saben lo que pasa y pueden tomar medidas para acabar con este sufrimiento. ?Por qu¨¦ no lo intentan?
Paula San Pedro es portavoz para migraciones y refugiados de Oxfam Interm¨®n.
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