El ¨²ltimo basti¨®n
Algo tendr¨¢ de buena y envidiable la Uni¨®n Europea cuando hoy la quiere debilitar casi todo el mundo, desde Trump hasta Putin o los ¡®yihadistas¡¯
NING?N HECHO ha habido m¨¢s ¨¦pico en los ¨²ltimos cien a?os que la resistencia de Inglaterra, sola, durante la Segunda Guerra Mundial. Lo sabe cualquiera que haya le¨ªdo libros sobre el conflicto o haya visto unas cuantas pel¨ªculas: ¨¦stas empezaron a hacerse durante la contienda y el fil¨®n no se ha agotado, casi ocho decenios m¨¢s tarde. Uno detr¨¢s de otro, los pa¨ªses europeos hab¨ªan ca¨ªdo derrotados, invadidos (de Polonia a Francia), o se hab¨ªan proclamado neutrales (Suecia, Suiza), o se hab¨ªan aliado con Hitler (la Uni¨®n Sovi¨¦tica, hasta 1941, cuando los nazis rompieron el pacto de no agresi¨®n) o hab¨ªan sido ¡°convencidos¡± (Italia, Espa?a, Hungr¨ªa, Croacia, la Noruega de Quisling). Los Estados Unidos sesteaban y se desentend¨ªan. E Inglaterra, durante un tiempo que se le debi¨® hacer eterno, aguant¨® en solitario y con escasa esperanza. L¨¢stima que ahora se haya convertido en uno de los detractores y desertores de la actual Inglaterra, salvando todas las distancias.
La Inglaterra actual es para m¨ª la Uni¨®n Europea. Por fortuna, el dramatismo de la situaci¨®n no es comparable, y no hay guerra abierta. Pero, si las nuevas generaciones est¨¢n ansiosas de tener su ¨¦pica, no hay mejor causa que defender el ¨²nico basti¨®n de las libertades que queda en nuestro mundo, atacado por casi todos los flancos sin que nos demos mucha cuenta de ello. Es m¨¢s, quienes deber¨ªamos defender ese basti¨®n a ultranza lo criticamos y nos quejamos de ¨¦l a menudo. No es que no haya motivos. La Uni¨®n Europea est¨¢ llena de defectos, es burocr¨¢tica, con frecuencia parece arbitraria y en ocasiones ser¨¢ injusta. Siempre se dice que es s¨®lo un proyecto econ¨®mico y que no resulta ¡°ilusionante¡±. Pero nuestra visi¨®n deber¨ªa mejorar si nos paramos a pensar que es lo ¨²nico digno de conservaci¨®n que tenemos, y que adem¨¢s fue un extraordinario invento del que no son conscientes muchos j¨®venes. Han nacido ya con ella, y encuentran natural recorrer Europa con un DNI y sin cambiar de moneda, poderse trasladar a casi cualquier pa¨ªs manteniendo sus derechos y sin verse tratados como inmigrantes ni intrusos. Y m¨¢s natural a¨²n les parece que en ese territorio no haya guerras ni enemigos, sino lo contrario, solidaridad y colaboraci¨®n y amigos. Si esos j¨®venes (o demasiados viejos desmemoriados e ingratos) se molestaran en repasar un manual de Historia, sabr¨ªan que lo propio de nuestro continente, desde el inicio de los tiempos hasta fecha tan reciente como 1945, fue que los pa¨ªses se mataran entre s¨ª y se mostraran beligerantes. La historia europea es una sucesi¨®n de escabechinas e invasiones, que s¨®lo cesaron gracias a este proyecto hoy desde?ado, cuando no denostado. Esos j¨®venes despreocupados y esos viejos irresponsables dan esa paz por descontada, y as¨ª nadie se afana por defender la mejor idea jam¨¢s alumbrada por nuestros antepasados.
La Inglaterra actual es para m¨ª la Uni¨®n Europea. Por fortuna, el dramatismo de la situaci¨®n no es comparable, y no hay guerra abierta
Algo tendr¨¢ de buena y envidiable esa Uni¨®n cuando, si se fijan, hoy la ataca o la quiere debilitar casi todo el mundo. Trump la detesta y la boicotea, Putin procura disgregarla y romperla vali¨¦ndose de lo que sea, los yihadistas del Daesh y otros grupos intentan destruirla (?cu¨¢ntos atentados padecidos ya en nuestras tierras, incluido el de Barcelona que el ensimismamiento soberanista olvid¨® tras sus breves aspavientos? ?Cu¨¢ntos muertos?). La Venezuela de Maduro abomina de ella, y en nuestro propio seno es combatida con virulencia por los retr¨®grados de cada pa¨ªs: los xen¨®fobos brit¨¢nicos ya han logrado abandonarla, y por consiguiente torpedearla; en Francia, la racista Le Pen propone acabar con ella, como las extremas derechas holandesa, escandinava, alemana, austriaca y flamenca. Tambi¨¦n los grupos de la falsa y reaccionaria extrema izquierda la odian y desear¨ªan que desapareciera, y a toda esta gente se le han unido ahora los independentistas catalanes. Para uno de los m¨¢s conspicuos, el comisario pol¨ªtico Llach, los europeos son ¡°cerdos¡±, y para Puigdemont ¡°una verg¨¹enza¡±. Y un par de naciones o tres forman ya una especie de quinta columna dentro de la propia Uni¨®n: Polonia, Hungr¨ªa, Eslovaquia, que pretenden convertirse en semidictaduras sin separaci¨®n de poderes y con prensa amordazada. Es seguro que si pidieran ahora su ingreso en el club, bajo sus actuales leyes y mandatarios, los dem¨¢s miembros se lo denegar¨ªan. Es m¨¢s f¨¢cil impedir el paso que expulsar a los ya instalados. En la Uni¨®n Europea no hay pena de muerte, hay elecciones democr¨¢ticas y libertad de expresi¨®n y de prensa, y asistencia sanitaria aceptable; los diferentes pa¨ªses no pueden hacer cuanto se les antoje sin ser amonestados (por mucho que los ¡°pueblos¡± aprobaran refer¨¦ndums para reestablecer la esclavitud, por ejemplo, eso no se consentir¨ªa). Con los Estados Unidos y Rusia convertidos en naciones autoritarias, por no hablar de la China, Turqu¨ªa, las Filipinas, Egipto, Myanmar, Venezuela, Arabia Saud¨ª y otros pa¨ªses musulmanes, y por supuesto Cuba, d¨ªganme si queda alg¨²n otro baluarte de las libertades a este lado del Atl¨¢ntico. Cierto que no hay una figura con el carisma y la ret¨®rica de Churchill. Pero tanto da: para quienes anhelan su ¨¦pica, aqu¨ª la tienen: la defensa de un pu?ado de democracias cabales contra el resto del globo, o casi.
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