Ausencia internacional

La larga interinidad en la que vivimos entre 2015 y 2016 desdibuj¨® a¨²n m¨¢s una presencia internacional d¨¦bil y negativamente condicionada por la crisis econ¨®mica y los recortes presupuestarios. En esas circunstancias, muchos depositaron en 2017 y en la salida de la crisis la confianza en poder asistir a una recuperaci¨®n de la proyecci¨®n perdida durante la ¨²ltima legislatura de Rodr¨ªguez Zapatero y la primera de Mariano Rajoy.

Una vez m¨¢s, sin embargo, las expectativas de un retorno vibrante de Espa?a a la arena internacional se han visto defraudadas. La inacci¨®n del Gobierno, atribuible al bajo perfil internacional del presidente y de su equipo, no solo ha dejado que las inercias del pasado se impongan.

Peor a¨²n: la crisis catalana ha impuesto un importante retroceso en su imagen y prestigio internacional. Sin duda, el relato exterior de Espa?a, que ofrec¨ªa una democracia exitosa caracterizada por el pacto y el consenso y una sociedad abierta y tolerante, ha sufrido un da?o importante.

Ese quebranto tiene causas objetivas que no se pueden soslayar, pues sin duda Espa?a ha enfrentado una grave crisis constitucional y todav¨ªa enfrenta una crisis territorial cuya soluci¨®n es de todo menos evidente. Pero tambi¨¦n tiene mucho que ver con la negligencia de un Gobierno que ha ignorado gravemente sus responsabilidades de comunicaci¨®n exterior. En ese vac¨ªo, los secesionistas, con la inestimable ayuda de fuerzas pol¨ªticas como Unidos Podemos, han logrado oscurecer los logros de la democracia y proyectar importantes dudas sobre su calidad democr¨¢tica y la legitimidad de su lucha contra el independentismo en defensa del Estado de derecho y la convivencia.

Como todos sus socios europeos, Espa?a enfrenta un doble embate populista: el que se origina en su interior y el que proviene del exterior. Ambos representan el fiero coletazo de una crisis econ¨®mica que ha provocado una enorme sacudida sobre las sociedades avanzadas. Y en ambos converge, como una pinza que debilita tanto las instituciones de la democracia representativa como las del multilateralismo, el nacionalismo y el populismo.

En ese contexto, la acci¨®n exterior no es un lujo que solo los pa¨ªses estables y pr¨®speros pueden permitirse, sino una necesidad existencial, tanto individual como colectiva, de las democracias. El desaf¨ªo planteado por Putin, que abarca tanto la desestabilizaci¨®n territorial en t¨¦rminos cl¨¢sicos ¡ªl¨¦ase Ucrania¡ª como la desestabilizaci¨®n ideol¨®gica v¨ªa la propagaci¨®n de desinformaci¨®n en las redes sociales y los medios de comunicaci¨®n, ofrece un ejemplo bien claro de las nuevas exigencias, y urgencias, de la acci¨®n exterior, que el Gobierno en modo alguno puede seguir desatendiendo como ha hecho hasta ahora.

Sea en el ¨¢mbito de la comunicaci¨®n exterior o en el de la diplomacia multilateral y europea, el Gobierno necesita articular una estrategia clara y contundente de defensa de los principios y valores que articulan la Espa?a democr¨¢tica. Todos nuestros socios, de una manera u otra, sufren las consecuencias del shock populista. La solidaridad, que es m¨¢s necesaria que nunca, tambi¨¦n deber¨ªa ser m¨¢s f¨¢cilmente alcanzable. Siempre que se tengan claras las prioridades.